En esta semana se han cumplido cincuenta años del fallecimiento del filósofo alemán Theodor Adorno (1903-1969), cuyo pensamiento sigue teniendo una gran vigencia, dada la globalización actual del modelo neoliberal.

Adorno fue uno de los fundadores de la "Escuela de Frankfurt". Este término se usa en la historia de la filosofía para referirse a un movimiento de pensadores sociales surgidos del Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frackfurt que en los primeros decenios del siglo XX se propusieron llevar a cabo una análisis de la sociedad capitalista avanzada y su concepto de racionalidad.

Adorno fue uno de los más ilustres representantes del movimiento. Autor de numerosas obras, destacan sus dos clásicos de la filosofía del siglo XX: Dialéctica de la Ilustración, coescrita junto al filósofo Max Horkheimer, y Dialéctica negativa.

En Dialéctica de la Ilustración, Adorno y Horkheimer examinan la paradoja del gran proyecto de la Modernidad, la Ilustración.  Contrario a una idea extendida de que en las sociedades contemporáneas se ha olvidado el fin del proyecto ilustrado, la concretización de una sociedad racional y libre, lo que ha acontecido es precisamente lo opuesto. Estas sociedades han consumado el proyecto de la Ilustración. Pero en vez de organizar una sociedad racionalmente para colocarla al servicio de los seres humanos, estos se han puesto al servicio de una "razón instrumental", una racionalidad calculadora, tecnificada, deshumanizadora, sometedora del entorno y al servicio de la industria.

El resultado de este proceso es "un mundo administrado", por un tipo de racionalidad que solo considera como válido los saberes, los estilos de pensamiento y las formas de vida que contribuyen al crecimiento económico de las sociedades avanzadas. En las mismas, los seres humanos venden su capacidad de pensar, su libertad, a cambio de la comodidad.

En este contexto, Adorno consideró más necesaria que nunca la filosofía. Como En su obra Filosofía y superstición escribió: "Si la filosofía es necesaria todavía, lo es entonces más que nunca como crítica, como resistencia contra la heteronomía que se extiende… Propio de ella sería, mientras no se la declare prohibida como en la Atenas cristianizada de la antigüedad tardía, crear asilo para la libertad".