Edward Green, investigador en la Universidad de Harvard sobre VIH/Sida, escribió el 27 de marzo de 2009 un artículo en el Washington Post acerca de los riesgos profesionales para los no cristianos de asumir puntos de vista cristianos.
En su artículo, Green escribió lo siguiente: “Nosotros, los investigadores que trabajamos en el campo del VIH/Sida y la planificación familiar a escala global, corremos unos riesgos profesionales terribles si nos posicionamos del lado del cristianismo en cuestiones conflictivas como estas”. Green se enfrentó a serios ataques. No le renovaron el contrato y se puso fin a su proyecto.
Las instituciones gubernamentales internacionales han mencionado en multitud de ocasiones la creciente amenaza para la libertad religiosa de los cristianos. En 2004, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas manifestó: “El cristianismo también se halla bajo la presión de una forma de secularismo… También se diría que existe un temor a permitir que la religión juegue un papel en la vida pública. Ello se explica aparentemente por una aversión racionalista hacia la religión, percibida como representación de lo irracional, así como por la tradición laicista que niega a las religiones la posibilidad, cuando no el derecho de jugar un papel en la vida pública”.
Lo que afrontamos los cristianos occidentales hoy día es una negación de la igualdad de derechos y lo que podríamos denominar marginación social. Este comportamiento intolerante y discriminatorio es resultado de la oposición a rasgos específicos de la fe cristiana o a posicionamientos morales que son parte intrínseca de la religión cristiana, así como un sesgo negativo categórico contra los cristianos o contra el cristianismo en su conjunto.
Un alto funcionario de Naciones Unidas, el relator especial sobre las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia e intolerancia relacionada, sostenía en junio de 2007: “Siempre ha existido la cristianofobia, así como el antisemitismo y la islamofobia. Pero, paradójicamente, su crecimiento hoy día no se recoge en las discusiones internacionales. Actualmente se están produciendo casos espectaculares de hostilidad hacia los cristianos en India, Nigeria y otros países, pero en Occidente está alcanzado su expresión ideológica más profunda. Existen suspicacias hacia las prácticas religiosas, así como un alza en la intolerancia, expresada por una lenta marginación de los ciudadanos que confiesan algún credo. El desafío para todo Occidente es encontrar el equilibrio entre la defensa de sus principios laicos y el mantenimiento de la libertad religiosa”.
Este fenómeno de intolerancia y discriminación hacia los cristianos comenzamos a vivirlo en la República Dominicana en el debate sobre la despenalización del aborto. Se pretendió descalificar nuestra postura, tachándola de fundamentalista y divorciada de los derechos fundamentales de las mujeres.
Si excluimos el discurso cristiano del debate público, entonces el resultado será una sociedad dominicana donde la mayoría de la población será marginada de los foros ciudadanos, mientras una élite liberal nos impone su visión particular del mundo y de la vida. El próximo paso será confinarnos en nuestros templos y el último será el cierre de nuestras iglesias, tal y como pretende el proyecto de ley auspiciado por el senador de Barahona.
Es por ello que seguiremos alzando nuestra voz no sólo contra el aborto, sino contra toda manifestación pública que atente contra el fundamento moral de la nación. Nos estamos jugando nuestra permanencia en el debate público. Estamos conscientes de ello y aceptamos el reto que esta época post-moderna nos impone.