En el relato poético “Animales de los espejos” de Jorge Luis Borges, incluido en El libro de los seres imaginarios, hay dos mundos posibles y paralelos que se mencionan como “el mundo de los espejos” y el “mundo de los hombres”, respectivamente (21). Estos mundos se corresponden con dos reinos: el especular y el humano. El cristal azogado es la barrera que separa los dos mundos. El espejo, aunque no se dice explícitamente, es de dos vías. Al otro lado del espejo, no sólo hay animales, sino también “gente del espejo” que invade el mundo de los humanos. El Emperador Amarillo, gracias a su magia, logró expulsarla y la encarceló en el espejo, condenándola a repetir los actos de los humanos. Este encierro está ligado a la magia (“letargo mágico”) y al sueño (“como en un sueño”). Esto implica que los animales y la gente de los espejos podrían ser el resultado de alguien o algo que los sueña. Pero ¿qué o quién? ¿Dios? ¿el Emperador Amarillo?, que es en sí mismo una deidad.

En su artículo “Espejos, portales y múltiples realidades”, George MacDonald y sus co-autores refieren que algunos monjes tibetanos meditan sus sueños con el objetivo de aprender a controlar los eventos en los mismos (51). Conjeturo que, si es el Emperador Amarillo quien sueña los animales de los espejos, él mismo es capaz de controlarlos, para que no vuelvan a invadir la tierra. En ese sentido, algunos tipos de espejos opacos constituyen una proyección de la mente sobre su superficie; son proyecciones de imágenes del inconsciente, que tienen como fondo una luz oscura (MacDonald 54). En el texto de Borges, los sueños funcionan como espejos, a través de los cuales la luz es reflejada como sombras de la experiencia, como fantasmas de un soñador (Wolfson 375); el Emperador Amarillo, en este caso.

Jacques Derrida propone que lo “propio” del hombre es el zoon logon echon, (el animal que posee un principio racional o una parte racional del alma); es la conciencia de la muerte, la vergüenza de su desnudez, el lenguaje, el pensamiento y la conciencia (396). El animal es, entonces, la irracionalidad replegada en el inconsciente; la carencia de esos otros atributos mencionados por el filósofo francés. Como Borges, el Emperador Amarillo sabe, presiente que, desde el fondo de los espejos, el inconsciente acecha, amenaza: “Aquí te acecha el insondable espejo/Que soñará…” (Borges, “A quien ya no es joven”, El Otro, el Mismo, Obras completas 895).

Borges hace una referencia soslayada a la supuesta leyenda del tigre: “En el Yunnan no se habla del Pez sino del Tigre del Espejo” (22). En el texto, hay un desplazamiento del tigre al pez “como un ser fugitivo y resplandeciente, que nadie había tocado, pero que muchos pretendían haber visto” (21). En un párrafo posterior, el narrador declara: “El primero que despertará [del sueño] será el Pez” (22) y lo hará en forma de “una línea muy tenue”, de “un color no parecido a ningún otro” (22). La vista es el sentido que predomina con respecto al pez, cuya forma y color son imprecisos. El pez es transfigurado en un horizonte (una línea), del que saldrá “el rumor de las armas” (22). Los sonidos (de tambores) también pueden servir como portales para acceder a otra realidad (MacDonald 47). En el sueño de Dios o del Emperador Amarillo, la invasión es inminente y será anunciada por un “rumor”. En la alegada leyenda, el Emperador Amarillo consulta a un hechicero para que lo aconseje acerca de cómo expulsar definitivamente a la “gente de los espejos” y, de esa manera, terminar la guerra. El hechicero le propone que cubra con azogue a los guerreros enemigos, quienes, desde lo alto de la muralla, fueron bañados con cubos de esa sustancia y, entonces así, se fueron disolviendo y regresando a su mundo (Pérez Aguilar 7). En su versión, Borges no entra en detalles sobre la magia del Emperador Amarillo. Sólo refiere que “…al cabo de sangrientas batallas las artes mágicas del Emperador Amarillo prevalecieron” (21). Aquí, la magia se encuentra vinculada a lo mito-poético, al arte.

En “Animales de los espejos”, así como en otros tantos textos incluidos en El libro de los seres imaginarios, Borges (re)crea, a partir de referencias apócrifas o incompletas, un texto de ficción, en el que se entretejen algunas de sus viejas obsesiones, como los espejos, el laberinto, el tiempo, el tigre, el otro y la fantasía. En su brevedad y concisión, “Animales de los espejos” es un texto extraordinariamente complejo y poético. La lucha entre animales humanos y animales no humanos podría ser leída como una alegoría de la construcción de la civilización y la cultura chinas. A diferencia del animal que Derrida “luego” está si(gui)endo, en este texto, el Emperador Amarillo, como fundador de la nación, está (per)si(gui)endo al animal; el animal que es y al mismo tiempo rechaza, que quiere expulsar de sí mismo. 

La presencia beligerante de esos animales (des)conocidos constituyen no sólo un otro radical (sin logos), sino también especular. El otro radical especular es más monstruoso y temible en cuando representa las fuerzas (in)controlables del inconsciente (id). Al mismo tiempo, hace que el humano se plantee la pregunta “¿Quién soy?” Pero como guerrero y mago, el Emperador Amarillo no vacila en combatirlos hasta vencerlos. La negación de los animales, la lucha contra los animales/gentes de los espejos, contra lo reprimido, es la conquista de la humanidad y por tanto de la civilización. De ahí que sólo así, haya podido el Emperador Amarillo someter y unificar las diversas tribus. Es decir, el Estado-Nación se forma a partir de la represión de fuerzas incontrolables (el id). En un tiempo cíclico, los animales volverán a invadir el mundo de los humanos y otra vez estos volverán a vencerlos. Parecería que estamos frente a una alegoría del esfuerzo perenne del animal humano por (re)conquistar su humanidad.