La llegada de los europeos al continente americano trajo consecuencias múltiples que impactaron desde distintos ángulos al mundo: en lo económico, lo genético, lo comercial, lo social, lo alimentario, lo lingüístico, los hábitos de vida, lo religioso, el pensamiento y las ideas, así como las leyes y al poder político y las propias estructuras mentales de los colonizadores.
La hazaña colombina respondía a necesidades urgentes de una sociedad que emergía del oscurantismo religioso medieval y el dogma, al mundo, las ideas y nuevas necesidades surgidas de la expansión y las exploraciones ligadas a la búsqueda de productos demandados en la nueva Europa del siglo XV.
Por tanto, entender la complejidad del momento histórico es obligatoriedad de quién está interesado en saber qué pasó en esos momentos y cómo los hechos y se dieron a partir del mismo que recompuso la geopolítica. Desde una fecha primordial, 1492, se entrecruzaron hechos y acontecimientos que redefinieron a América y al mundo entero.
Precisamente uno de los desenlaces que trajo este intrincado proceso socio-histórico lo fue el criollismo. En su acepción primaria era considerado criollo todo español nacido en tierras americanas de segunda y tercera generación, que, distante de su madre tierra, se adaptaba a las tierras americanas para sobrevivir y lograr los propósitos iniciales del viaje: la riqueza que la misma permitía, es decir que, no vinieron como turistas, sino con objetivos claros que luego tuvieron que readecuar cuando las cosas no les salieron como las esperaban.
Pero criollo era ese español que, distante de sus congéneres, re-articulaba hábitos y costumbres para reproducirse y seguir viviendo. Tosco y de hábitos rudos y no estilizados, el continental tenía su propia apreciación de quienes vivían en América. No era solo nacer en estas tierras, sino también, sus hábitos, a veces considerados por los refinados peninsulares, como diferentes a ellos.
Forjador de una mentalidad multicolor, el criollo logra apropiarse de América desde su posicionamiento social y cultural y redefinir los protagonismos sociales, la historia y los hechos acaecidos para matizar su presencia, debatida esta entre los ancestros de procedencia y un imaginario que recrea la vida desde la óptica americana y esto explica la aparición de las identidades americanas ya en el siglo XIX
Desde cualquier enfoque que se haga, lo peninsular era considerado superior y mediado por la estilización cultural que daba la presencia y vivencia en la tierra ancestral, mientras que al otro, se le consideraba de ultramar, aventurero y de costumbres y tradiciones más populares y marginales.
Se sumó con el tiempo a este concepto de criollo, los nacidos en suelo americano ce otros grupos también foráneos como los africanos, que dejando sus pueblos y su habitabilidad, tuvieron que arraigar en suelos distantes y a veces distintos a los suyos. Lejos de sus tradiciones, forzados a anclar en sociedades jerarquizadas y segregadas social y culturalmente, los negros esclavizados fueron forzados a construir nuevos referentes, contando solo para ello con su memoria social y su creatividad imaginativa para no sufrir un etnocidio atroz. Este hecho de marginalidad y adaptabilidad a la vez, los convirtió en criollos en suelo americano.
También fueron considerados criollos los nacidos de la mezcla entre amos españoles o portugueses y africanos o aborígenes. El mestizo y el mulato, son resultantes directas de un mestizaje racial y cultural que los convirtió igualmente en criollos. Todo, a partir del principio de que criollismo es lo creado en las tierras conquistadas por los europeos en América, obligó a nuevas miradas y cosmogonías que permitiera la reproducción, adaptación y supervivencia de los grupos protagonistas de esta convivencia.
Pero ese criollismo, se tradujo también al pensamiento social y fueron criollos muchos mulatos, mestizos y pardos que tuvieron la oportunidad de construirse intelectualmente, y al pensar la realidad de sus sociedades, lo hicieron con una perspectiva sensiblemente inclinada a su experiencia de vida. Pensaron a América desde la mirada del americano –criollo-, no del europeo.
Este proceso de encuentros y desencuentros hizo posible que ya para el siglo XVIII, nos encontrásemos con sociedades profundamente criollas, que construyeron su propia cosmogonía de las cosas, del mundo y de su realidad a partir de lo que la cotidianidad le permitía hacer. Forjador de una mentalidad multicolor, el criollo logra apropiarse de América desde su posicionamiento social y cultural y redefinir los protagonismos sociales, la historia y los hechos acaecidos para matizar su presencia, debatida esta entre los ancestros de procedencia y un imaginario que recrea la vida desde la óptica americana y esto explica la aparición de las identidades americanas ya en el siglo XIX.
Finalmente, lo anterior es el resultado de un proceso tortuoso y enriquecedor, de tres siglos de reafirmación, adaptación, reinterpretaciones y adecuaciones que fueron en definitiva las responsables de la construcción de una América, que ni es europea, ni africana ni aborigen, aun guardando como esencia primogénita esas ontogénesis. Los valores referenciales como nuevos arquetipos referenciales, han dejado su impronta en una mentalidad diversa, multicultural, y de re-significación existencial y reafirmación al mismo tiempo de sus identidades, que la ha particularizado y ha relanzado al mundo con nuevos bríos, sus aportes y experiencias vivenciales, sociales y culturales que enriquecen la memoria universal y su patrimonio cultural. Esos son los aportes del criollismo y las identidades americanas en su relación con el mundo.