La globalización, los avances tecnológicos, la corrupción estatal, la impunidad y el deterioro social son sin duda alguna los grandes propulsores de este enemigo global, el crimen organizado, que, como se plantea alrededor del mundo y como lo define la INTERPOL, crimen organizado son aquellos "grupos que tienen una estructura corporativa cuyo objetivo primario es la obtención de ganancias mediante actividades ilegales, a menudo basándose en el miedo y la corrupción"

El origen de las mafias tiene un sinnúmero de teorías. Entre las más conocidas están la que describe a los campesinos sicilianos que lucharon en contra de la invasión francesa de Carlos de Anjou en 1282, quienes clamaban "Morte a la Francia Italia Anhela" (Muerte a Francia Italia Anhela).

Otra versión se atribuye a soldados excedentarios que lucharon contra pequeños feudales al quedar sin empleo en 1812 y que luego de dejar de ser reconocidos por las autoridades italianas en 1860, continuaron su existencia pero ya como organización clandestina de carácter delictivo.

La realidad es que la palabra mafia y las mafias como organizaciones criminales nacieron en la isla Sicilia, Italia, y a partir de ahí se ha diseminado por todos los países, llamándosele por antonomasia "mafia" a la mayoría de las organizaciones criminales del mundo.

Y es que desde entonces y hasta nuestras fechas el crimen organizado implica una variedad tan vasta de actividades ilegales que van desde la oferta de bienes y servicios ilegales, usura, fraude, delitos como el robo y el atraco, actividades criminales como mafia, tráfico de drogas, de órganos, de personas, de animales, de reliquias, de armas y lavado de activos, prostitución, asesinatos por encargo, secuestro, juegos, bandas asaltantes y vendedoras de objetos robados, pandillas, terrorismo, los delitos de altas tecnología, y la más amplia de todas: la corrupción.

El peligro del crimen organizado no son solamente las actividades ilícitas que destruyen la paz social y el desarrollo pleno de los estados, sino que la víctima no es una sola persona, sino la sociedad completa que sufre doblemente.

Entre las organizaciones criminales más destacadas tenemos a las Tríadas chinas con más de 100 mil colaboradores; Mafias italianas con 3 millones; Yakuzas japonesas con más de 100 mil; Carteles colombianos con 1 millón; Mafias rusas con más de 8.5 millones de miembros y colaboradores.

Todas estas mafias junto a los carteles mexicanos, peruanos y norteamericanos, las organizaciones turcas, curdas, las italoamericanas, y las Maras o pandillas; a la que debemos sumar de manera lamentable los carteles dominicanos estratégicamente ubicados que representan un volumen económico anual estimado en billones de dólares, donde más del 50% de esta cifra, se inyecta en el circuito financiero internacional con capacidad de producir rentabilidad.

Sin temor a equivocarnos, el flagelo del crimen organizado para las sociedades modernas presenta un gran reto, no solo para un país individual, sino también para todo el mundo en su conjunto, lo cual requiere imperativos esfuerzos en todos los órdenes sociales, políticos, culturales, legales, científicos y económicos, para lograr prevenir, reducir y controlar estas actividades ilícitas que tienen particularidades que la instituyen como un ente análogo al gobierno y a la que República Dominicana no está exenta.

La seguridad y la paz fueron siempre características de identidad de nuestra patria. Pacíficos desde nuestros orígenes como sociedad, con los Cacicazgos.  No renunciemos a esos privilegios, no perdamos esos valores, no permitamos que se perturbe nuestra calidad de vida ni que se amengüen nuestra libertad y el ejercicio de nuestros derechos. No dejemos a las autoridades solas en esta tarea. Como sociedad es nuestra función colaborar y exigir a los responsables del Estado cumplir y hacer cumplir la constitución y las leyes. En conjunto debemos trabajar para vivir en paz y armonía.