Estoy histérica, no quiero salir de la casa, más de lo ermitaña que me he vuelto, aunque en días pasados mi hijo me dio una vuelta por la Zona Colonial y tuvimos que detenernos en varios cruces de calles para darle paso a los peatones. Alguien dijo que en el puerto de Sans Souci había un crucero atracado con turistas y éstos andaban tan campantes por nuestras calles.

Este pasado jueves tenía que salir a una mercería a comprar unos materiales que me faltaban para los recuerdos de la Primera Comunión de mi nieto. Mientras conversaba con la dueña y las empleadas, ya que soy asidua cliente, me conocen desde antes de nacer mis nietos en que iba a comprar hilos para tejerles y bordarles cariñitos para el nacimiento. En ese lapso, pasaron “cuchumil” turistas, eran de Europa, no cabían dudas. Me sorprendí, porque creí que no se estaban dejando salir de los cruceros a nadie, por si acaso.

En Japón mantuvieron a los turistas en pleno puerto, no le dieron entrada. En Italia no dejan ni entrar ni salir a nadie en algunos pueblos y ya en todo el país todo el mundo está en cuarentena y ay del que ose salir. En Roma, ni las misas se están celebrando.

En toda España, los colegios, universidades, museos, actos públicos, están cerrados y cancelados. En Valencia, las fallas, se suspendieron, aunque las pérdidas han sido millonarias y hasta los funerales de los muertos por el coronavirus se están haciendo por video conferencia para evitar el contagio. Las procesiones de Semana Santa en Sevilla están en veremos.

En Estados Unidos cerraron el tráfico aéreo para los vuelos provenientes de Europa. Cancelaron los juegos de la NBA, lo que conllevará muchas pérdidas económicas.

En América del Sur, casi todos los países han tomado drásticas medidas.

Y nosotros, ¿qué? Porque conozco de unos casos de personas que llegaron de Europa en esta semana y ni siquiera  les tomaron la temperatura en el aeropuerto, por si acaso.

Supe que en Puerto Plata y La Romana los cruceros siguen en sus buenas y todo esto es lo que me ha puesto histérica.

Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue lavarme las manos con jabón de cuaba líquido que tengo en dispensadores en los lavamanos de mis baños. Me desvestí y eché la ropa en la lavadora luego la sequé en la secadora bien caliente y me di un gran baño también con jabón de cuaba. Me he asustado conmigo misma, porque no soy una persona que se alarme ante nada, tampoco soy hipocondríaca  y cuando me vi haciendo este ritual, me pregunté si era loca que me estaba volviendo, pero es que soy una persona de alto riesgo: vieja, hipertensa y pa’ ñapa, diabética. Por eso, cuando vi la ciudad llena de turistas me aterroricé, porque si es verdad que el virus no anda pululando por nuestro país, como han dicho las autoridades, que son extranjeros que han venido infectados. ¿Qué esperanza tenemos?