El caos imperante en el sistema de transporte público, en las principales ciudades de la Republica Dominicana, crece de forma destructiva aumentando los impactos negativos que afectan directa e indirectamente a toda la población dominicana.
La falta de una política estratégica de planificación a corto y mediano plazo, ensombrece las posibilidades de que surja una salida satisfactoria y definitiva a la crisis que vive el sector; en la actualidad seguimos sin la sombrilla gubernamental que reúna a todos los actores bajo una única institución que vele de forma integral por este problema, derivando en un desorden que imposibilita la creación de un sistema completo que proporcione un servicio efectivo a la ciudadanía.
Lo impresionante es que mientras seguimos esperando que las voluntades se rindan ante una nueva política que garantice un servicio de calidad, el país continúa asumiendo los costos derivados de esta situación.
La población absorbe de manera directa los costos de las tarifas dispuestas por las empresas (no-gubernamentales), junto a todos los incrementos que estos "monopolios" decidan realizar, unos aumentos que en la mayoría de los casos no guardan relación con las variaciones en términos salariales que perciben las clases sociales que utilizan estos medios de transporte para desplazarse por la ciudad.
Otro costo se encuentra en el uso de los derivados del petróleo y en especial el gasto en combustibles y mantenimiento asumido por la población que no utiliza el servicio de transporte público, debido al caos que impera en el sistema; impactando esto en los niveles de consumo por parte de nuestra nación, aumentando directamente los compromisos asumidos en la factura petrolera contraída por el gobierno para satisfacer la demanda actual.
Por otro lado existen algunos costos externos, que aunque son difíciles de cuantificar debido a la carencia de informaciones actual y veraz, están vinculados al sistema actual; estos costos están relacionados con las infraestructuras y servicios necesarios para mantener este deteriorado sistema transporte, el cual está basado primordialmente en el fortalecimiento del vehículo privado en lugar de un sistema que fomente la utilización del transporte público. Gastos en infraestructuras viarias, creación de edificios de estacionamientos, mayor personal y equipamiento para regular las vías, extensión de los ejes viarios, entre otros aspectos.
Todo esto produce como consecuencia la congestión vehicular, el incremento de la lluvia ácida, el aumento del ruido, la multiplicación de accidentes, la contaminación atmosférica, el crecimiento desorganizado de nuestras principales ciudades, la arrabalización de las zonas urbanas; sin desglosar el impacto que todo esto produce en el presupuesto de las familias dominicanas, disminuyendo su poder adquisitivo y debilitando su calidad de vida.
El caos en el transporte público es una burbuja que aumenta con ferocidad, la cual se encuentra al punto de estallar; la ausencia de atención producirá una gran explosión.