Analizando la experiencia reciente de las primarias internas de solo dos de los partidos políticos existentes, las cuales fueron dirigidas por la Junta Central Electoral (JCE), pudimos observar lo costosas que resultan las mismas para nuestro país, no solo por la cantidad de dinero que tuvo que desembolsar el Estado (1,200 millones de pesos), sino por la gran cantidad de recursos que distribuyó cada partido y sus precandidatos para: presidente de la República, senador, diputado, sindicatura y regiduría.
Si tomamos en cuenta que en febrero del próximo año serán celebradas las elecciones municipales, donde participarán los candidatos y candidatas de todos los partidos, movimientos y agrupaciones políticas reconocidas por la JCE, en ella se distribuirán miles de millones de pesos y de nuevo cada partido y los propios candidatos tendrán que distribuir millones de pesos más, pues lamentablemente, esta es la cultura existente en cada proceso electoral que se celebre.
Pero esto no termina aquí. El 17 de mayo se celebrarán las elecciones nacionales y congresuales, en las que serán escogidos el presidente, el o la vicepresidente de la República, los senadores y diputados al Congreso Nacional y ahí sí que “la puerca tuerce el rabo”, porque en estas también se gastarán varios miles de millones de pesos más. Pero, y si se produce una segunda vuelta como todo parece indicar, en junio habrá que tirar la puerta por la ventana, es decir, habrá que desembolsar nuevamente miles de millones de pesos adicionales, porque ya no habrá mañana.
Un país con tantos problemas sociales acumulados, como: agua potable, salud, educación, energía eléctrica, viviendas, presas, caminos vecinales, seguridad ciudadana, transporte, problemas migratorios, deuda pública, entre otros, no puede continuar dándose el lujo de tirar tanto dinero por las bordas en nombre de una insipiente, lenta y frágil democracia, pues esto llora amargamente ante la presencia de Dios, llenando de indignación a los que deseamos un futuro mejor para nuestro país.
Consideramos, sin temor a equívocos, que en ningún país del mundo existe este despilfarro, por lo que esta situación debe de llamarles la atención a nuestros legisladores y a los diferentes sectores de nuestra sociedad, ya que si bien es cierto que la separación de las elecciones contribuye con el fortalecimiento de nuestra democracia, el no poder satisfacer las tantas necesidades sociales existentes, por volcar tantos recursos a dichas elecciones, también atenta contra la misma, convirtiéndola en una de las más costosas del mundo.
Si se va a dejar el marco jurídico electoral tal como está, por lo menos se debe buscar la manera de que estas no salgan tan costosas porque nuestro país no soporta que el presupuesto continué desangrándose por un tubo y siete llaves y que ponga en aprietos al gobierno de