El personaje más usual dentro de la clase corrupta es el corrupto descarado. Su origen y evolución se deben esencialmente a su naturaleza de cara dura, pero sobre todo a la impunidad bajo la cual ha crecido, cual iluminado de la maldad y el abuso de poder.

Ejerciendo la corrupción, libre, consiente y eficazmente ante los ojos de todos, deja siempre sorprendido a sus interlocutores por la desfachatez de su desempeño: es lo que el pueblo llamaría “un tigre sin estómago”.

Capaz de pedirnos el 50 por ciento del pago de una obra del Estado, que llevamos tres años esperando nos paguen, el corrupto descarado es tan especial que logra ponerse su mejor corbata, cuando sabe que los señores de la Cámara de Cuenta pasarán por su oficina.

Sintiéndose tocado por la vanidad, cual vedette de la televisión, cuando ve o escucha su nombre citado en algunos de los Informes de Alicia Ortega. Ya que sabe que ese será un evento mediático más, del que se librará sin consecuencias, pues nunca ha caído preso ni ha sido citado por la Justicia – aunque se ha visto involucrado en diversos asuntos que tienen que ver con corrupción.

Protegido por sus pares, sostenido por su clan, nos mira con sarcasmo, cuando intentamos interpelarlo…

Se desempeña en todos los ámbitos del quehacer socio político, económico y cultural del país. Dice ser de izquierda con un buen manejo de la derecha, jugando a veces de intermediario, en negociaciones nacionales e internacionales, tan insólitas (como la llegada de unos coreanos que querían montar un centro de diversiones al estilo Disney en Bávaro. O las fracasadas negociaciones de la empresa de energía que no soportó las exigencias de US$ 200 millones, que le hiciera un corrupto descarado).

De aquí que aparezca en los negocios más variados, sobre todo si ejerce la política como profesión. Aunque cuando no puede sacar sus beneficios en la instalación de la empresa, negocia un porcentaje de participación como socio, sin que aparezca su nombre, claro está, estando los beneficios asignados a una empresa pirata, un testaferro o un familiar.

Las denuncias hechas por Embajadores indignados, dada la extorsión a la cual se han visto sometidos algunos de sus nacionales, ilustran el nivel de “nacionalismo” y el sentido de pertenencia de los negocios del Estado, que tiene esta variedad de corrupto. Pues a los inversionistas que intentan establecerse, sin pagar lo que les exigen, les califican “de extranjeros que pretenden que uno se lo dé todo…”

Su urgencia de “buscársela” lleva al corrupto descarado a querer resolver siempre un problema, que en el fondo no existe, sino que es parte del soporte teórico que utiliza para envolver, a aquellos que tienen que pagar les “pots de vins”, como dicen los franceses.

Conocedor de la tasa de cambio, es capaz de exigirnos que le paguemos en dólares y en efectivo, pues su descaro no tiene nada que ver con la imprudencia. Es un profesional de avisadas capacidades para operar eternamente y sin conflicto en  aguas revueltas, las cuales evita – siendo más bien un elemento de grandes capacidades conciliadoras al tener la conexión, la llave, el enganche, la cuña para hacer lobysmo.

Es el más odiado de todas las categorías de corrupto que existen, en especial por los empresarios de la construcción y aquellos que venden sus servicios al Estado (como las empresas recogedoras de basura o constructores de puentes). Ante el porcentaje exigido, estos últimos ven volatilizarse años de sacrificios y trabajo, en manos de un desaprensivo, pues lo que recuperan apenas les compensa, la inversión, diciendo resignados “pero para perderlo todo, por lo menos recupero algo.” Aunque muchos abrumados han optado por el suicidio.

Este famoso corrupto descarado ha desarrollado un histrionismo magistral, destilando una mezcla de cinismo y prepotencia, capaz de desenfocar al más centrado de los periodistas, al momento de realizarle una  entrevista documentada, sobre su participación en actos públicos de corrupción.

Dando rienda suelta a un apetito voraz para saciar la ansiedad que generan ciertas presiones “éticas” y el vacío existencial en el que vive, se consuela en la comida y la bebida, llegando a determinados restaurantes a cualquier hora del día, donde gasta exorbitantes sumas de dinero, con las tarjetas del Estado, facturas a las cuales ciertos dueños de restaurantes reaccionan sorprendidos. Habituado a los rituales que marcan el periodo 1996-2012, ciclo caracterizado como la “glotonería de la corrupción”, según  un diplomático europeo. Varios  millones de pesos dominicanos fueron deglutidos por corruptos en esa época – aunque resulta de difícil cuantificación la corrupción, sobre todo cuando se ingiere con descaro.

El corrupto descarado es un hombre de fe, la cual ha mostrado en el trascurso de su desempeño. Ella se manifiesta a través de ciertas prácticas religiosas, recurriendo al sincretismo afro-caribeño “cuando hay que ayudarse”. Cita de manera recurrente a Dios y la Virgen de la Altagracia, si se siente  atacado y amenazado con llevarlo a la justicia.

Donde este personaje es original, es con el uso del dinero sin sacrificios, demasiado esplendido en sus gastos, apabullándonos con sus “éxitos” económicos. Es capaz de regalarle un avión a uno de sus mejores amigos o un Ferrari deportivo a una de sus amantes, por no hablar de los 10 millones de pesos gastados en los quince de la hija.

Gracias a haber evolucionado, en la post modernidad, cuando ya habían desaparecido las nociones de pudor, recato, delicadeza. Su felicidad estriba en poder mostrar y mostrarse desde el consumo extremo, pues no puede ni es aceptado en círculos sociales, ni intelectuales de valía. Recluido en el escenario de sus miserias históricas, de sus logros al vapor, tiene que enfrentarse con su interioridad fracturada por la dualidad: su pobreza humana y su “gloria” transitoria convergen en las noches, allí delante de una copa de vino, Vega-Sicilia con los mismos amigos de aquel barrio y/o del Partido, que han crecido bajo su sombra haciéndole coro. Invitado de honor de actos oficiales, héroe adulado, no le teme a la sanción social, porque hace tiempo que está ausente de la sociedad, a la cual no tiene que rendirle cuentas. Protegido por sus pares, sostenido por su clan, nos mira con sarcasmo, cuando intentamos interpelarlo…

El corrupto descarado ha realizado su sueño, mientras la justicia de los hombres se organiza para que quizás un día tenga que pagar.