El correo postal de Cuba anda por estos días de capa caída y con complejo de avestruz. La cabeza y parte del cuerpo están metidos en un profundo y pantanoso hueco: el hueco de la vergüenza. Sus directivos ya ni hablan, ni se justifican, ni realizan ademanes alocados delante de las cámaras de televisión. Solo muestran rostros compungidos y atiborrados. Y no es para menos. 

Hoy, la Empresa de Correos, propiedad exclusiva del Estado, vive momentos tristes y desesperados. Permanece casi siempre dentro del ojo del huracán y parece, de tantos golpes recibidos y propinados, el niño malo de la escuela. Los regaños se repiten una y otra vez, y los tirones de orejas son más frecuentes. Pero las cosas siguen igual o peor.

El caso es que de un tiempo para acá el servicio de correos cubano se ha visto involucrado en engorrosas situaciones de pérdida y adulteración de bultos postales provenientes del exterior. Historias macabras de robos de paquetes y de violaciones descaradas del secreto de correspondencia circulan de boca en boca y a través de los medios de comunicación.

Las denuncias de los afectados sobran, mientras las autoridades no saben qué hacer para controlar el desenfreno de los bandoleros. Los ladrones cogen a las dos manos y desaparecen en los vericuetos de una estructura podrida. Las víctimas esperan y sufren. Quejas y resignación.

Aquellos que envían bultos postales desde el extranjero mediante el correo tradicional deben conocer los peligros y riesgos de utilizar esa vía. De lo contrario, después vienen los lamentos y las reclamaciones sin sentido. No hay marcha atrás. Los responsables ponen cara de inocentes y sueltan la «papa caliente» con rapidez. Y de nuevo el mismo cuento chino.

Los comentarios de calle y los divulgados por la prensa acerca de la usurpación de los contenidos de los paquetes dejan tembloroso a cualquiera. Desde la persona que recibió una caja repleta de bolsas de arena con dos o tres artículos acompañantes hasta la que encontró ropas y zapatos viejos en lugar del producto esperado. Una verdadera caja de sorpresas.

Al final nadie sabe quién cometió la fechoría. Si los funcionarios que trabajan en las aduanas, o los encargados de clasificar los bultos, o los que mueven la paquetería entre provincias, o los carteros, o la madre de los tomates. Desastre total. La fiesta del descontrol.

Sin embargo, las autoridades de Correos de Cuba anunciaron recientemente la colocación de cámaras de seguridad en los centros de clasificación. Punto a favor. Pero, ¿dónde queda la vigilancia posterior? ¿Qué procedimientos se implementan para lograr un traslado seguro? ¿Cómo se produce la selección de los empleados que intervienen en el proceso? ¿Existe un apoyo económico real por parte del Estado (propietario único) para mejorar la infraestructura de los servicios postales en el país?

El surgimiento del e-mail y el desarrollo de las comunicaciones en la Internet afectaron los ingresos monetarios de la mayoría de las empresas de correo tradicionales alrededor del mundo y Cuba no fue la excepción. La diferencia radica en que los cubanos residentes en la Isla carecen de libre acceso a la red de redes y, sea por la causa que sea, tampoco pueden pagar los altos precios establecidos por las compañías internacionales transportadoras de documentos o paquetes. De esa forma, quedan pocas alternativas y la gente necesita resolver.

Los atrasos en las entregas de los bultos incrementan también el malestar de los remitentes y destinatarios, quienes piden explicaciones y respuestas claras. Según fuentes oficiales, hubo momentos en que las continuas roturas de los equipos de rayos X empleados en el procesamiento de los paquetes afectaron el cierre de las operaciones. Asimismo, indicaron que la tardanza está condicionada por la inexistencia de acuerdos formales con los servicios de correo de otros países (Estados Unidos, por ejemplo) y la ausencia, en diversos casos, de vías directas (mediante los aviones de pasajeros) para el traslado de la paquetería. Palabras y más palabras.

Lo cierto es que el pueblo lleva mucho tiempo exigiendo soluciones concretas y ya muestra síntomas de cansancio ante las mismas promesas de siempre. Algunos bromistas comentan que mandarán a buscar la Muerte por correo y que quizás así logren alcanzar la vida eterna. Y, en este país, nada resulta imposible. Solo hay que tener fe. Mucha fe. Las montañas se moverán en cualquier momento. Paciencia y ojos abiertos. No todo funciona como el servicio postal de Cuba.