I.- ¿De qué nos estamos defendiendo, de qué nos cuidamos?

1.-  El ser humano está formado para defenderse  cuando  es atacado. En ocasiones, mentalmente calcula su protección frente al adversario leal; ante el artero reacciona en forma relampagueante; se desquita las veces que es ofendido. Por muy relajado o tenso el ofendido reacciona contestando la agresión.

2.-  Lo más natural es que cada quien reaccione cuando vea que lo van a atacar, o al momento que de sorpresa es combatido. Hay que estar desquiciado para defenderse de lo ficticio, de lo que solo existe en su imaginación.

3.- Pero ocurre que la humanidad hoy, sin estar perturbada de la razón,  ni lesionada colectivamente en su mente, se  está defendiendo, hasta  a escondida, de un enemigo que quiere  matarla sin justificación de ninguna clase,  y sin  conocerlo le ha puesto por nombre  coronavirus.

4.- Nos estamos protegiendo de un contrario que, al parecer, es inexistente, pero que está aportando pruebas de sus acciones partiendo de los miles de muertos que hay en la mayoría de los países del mundo. En pocas palabras,  aunque sin dejarse ver, el coronavirus está dejando víctimas.

5.- Hasta ahora, ante los científicos   el coronavirus es inexistente; se habla de él como si fuera un fantasma, algo fabuloso. Sin quererlo, nos estamos protegiendo, a la defensiva  de un fenómeno místico, utópico, quimérico.

6.- Cuando hablamos del coronavirus, nos imaginamos un espíritu; algo que no puede ser visto, imperceptible; estéreo, de lo que hacemos referencia, pero no podemos ver porque es inmaterial. Lo único cierto es que de lo que hablamos mata, aunque no se deja ver.

II.- Aunque tú no lo veas,  el coronavirus está presente

7.- Porque el coronavirus no ha sido visto, se podría decir que es un invento, pero tiene  existencia real por los miles de fallecidos que nos lamentamos saber que han dejado de existir como consecuencia de ese enemigo incorpóreo  que mantiene a toda la humanidad en vilo, angustiada, intrigada, fuera de sus cabales.

8.-  No hay duda de que estamos obligados a defendernos de lo que ha sido bautizado con el nombre del coronavirus. Es preferible darle seguimiento a las  instrucciones impartidas de higiene y recogimiento en el hogar,  para que ese enemigo invisible no logre atentar contra nuestra vida.

9.-  El coronavirus, ese germen patógeno y maligno que nos mantiene alarmados, debemos  aceptarlo como una realidad, partiendo de que: “La verdad es dulce y amarga. Cuando es dulce perdona; cuando es amarga  cura”. Es preferible cumplir con las instrucciones impartidas para nuestro bien  que estar de testarudos.

10.- En los momentos actuales no debemos proceder con terquedad. Los hechos son los hechos y no se derriten. Aunque no hemos visto el coronavirus, lo que pinta la realidad es que está entre nosotros, aunque sin ser invitado. Ha hecho acto de presencia un virus malvado, imperceptible; asesino con alevosía; es pérfido, actua por medio de la traición y no tiene piedad.

11.- El coronavirus agrede a niños y ancianos, a pobres y a ricos. Ese virus ha llegado  de la misma forma como hace acto de presencia aquel que penetra a tu casa sin ser invitado, como un ajeno a la familia, un entrometido, en pocas palabras, un extraño en nuestro medio ambiente.

12.- En estos momentos debemos aprender de lo que ha ocurrido y puede suceder en el futuro. Estamos enfrentados con un enemigo invisible, maldito y sumamente difícil de atacar, pero que debemos enfrentarlo como sociedad civilizada, conscientes de que el coronavirus, aunque no se deja ver en forma objetiva, él se manifiesta con hechos dolorosos;  causante de sufrimientos y hasta de la muerte.

13.- Estamos en  la obligación  de  obtener positivas conclusiones de lo que está viviendo nuestro país con el  coronavirus, y saber que aprender no es solo conocer lo que hoy pasa, sino sacar buenas conclusiones del número de cosas de las cuales podemos tener  para el futuro positivas experiencias.

14.- El momento nos manda a ser dueños de nuestras decisiones, que deben ser las más atinadas. Al coronavirus no cederle nada, porque una vez cedemos el primer impulso, en lo adelante no vamos a poder contenernos y ser víctimas  de ese enemigo hasta ahora desconocido, pero que ha probado que existe y ya está entre nosotros y al ataque. El ser  humano que triunfa es el que manda voluntariamente en sus actuaciones.

15.- El peor de todos los fraudes es engañarse a sí mismo. No nos llamemos a duda alguna, porque aunque no logramos verlo, el coronavirus está en cualquier lugar del medio ambiente y hasta pegado a nuestro cuerpo. De ahí que debemos mantenernos bajo permanente estado de higiene.

16.- Si al coronavirus no le gusta la limpieza, entonces debemos combatirlo con el aseo permanente. Es como decir si al enemigo le hace daño la sopa, hay que servirle cien tazas. Si lavarnos las manos es una  medicina para evitar que se nos pegue el coronavirus, entonces lo que procede es continuamente hacer uso de agua y jabón. Que la limpidez forme parte de nuestra cultura,  algo consuetudinario.