Con cierta regularidad en nuestros escritos y conversaciones sobre el tema de la arquitectura, la eficiencia energética y el medioambiente, utilizamos el término confort. Esta palabra, incorporada a nuestro idioma desde el francés, resume un concepto que va más allá de la pura definición que podamos encontrar en diccionarios de extranjerismos.
Este concepto de confort, por lo menos en arquitectura y diseño, se aplica para explicar el conjunto de sensaciones de bienestar que puede experimentar una persona realizando una actividad – o en ausencia de ella- en un contexto (espacio o situación) determinados. Si al conjunto de estas sensaciones se le llama confort, a la ausencia de ellas se les llama disconfort y es a esta última a la que todo proyectista debe negarle el paso en sus proyectos.
Este disconfort viene por una suma de factores que van desde los que son inherentes al propio individuo, hasta los que son por influencia del ambiente interior o exterior. Entre los primeros podemos contar aspectos tales como la actividad que realiza la persona, su edad y sexo, incluso la ropa que lleva puesta. Entre los segundos se podrían citar la temperatura global (incluso de objetos presentes en el espacio en cuestión), los niveles de humedad del ambiente, el movimiento y calidad del aire, los olores, la luz, los sonidos, etc.
Cuando conseguimos equilibrar estos factores con un balance adecuado entre el calor que produce nuestro cuerpo y la capacidad de disiparlo, según la temperatura del ambiente, podemos decir que estamos en zona de confort total. Victor Olgyai nos refiere en su libro Arquitectura y Clima que: “ …La zona de confort es el punto en el que el ser humano consume la mínima cantidad de energía para adaptarse a su espacio-entorno…”
Según nos adentramos en el estudio del bienestar del ser humano en los espacios diseñados para su uso, nos vamos dando cuenta que dos factores son predominantes la mayoría de las veces: la temperatura y la humedad. Estos factores, que son en gran medida externos al individuo, determinan su nivel de confort también en gran medida.
Cuando proyectamos un espacio, los que pretendemos dedicarnos a ello para ganarnos la vida, debemos manejar estos dos factores predominantes que hemos citado, y hacerlos coexistir de manera equilibrada con las demás condicionantes de diseño y los demás factores que mencionamos más arriba.
Sensación de frío o calor
El confort térmico (la suma del bienestar en cuanto a la relación temperatura + humedad) se determina por parámetros que también son mixtos, es decir, externos al ser humano e inherentes al ser humano. Con ellos podemos trabajar – para mejorarlos- en mayor o menor medida.
Los que son inherentes al individuo guardan relación con su temperatura interior y su metabolismo (por aquello de la edad y el sexo que hemos dicho antes), los que son externos vienen dados por esa temperatura y humedad del ambiente a la que hacemos referencia, incluyendo también factores como el aire y su velocidad o la temperatura de elementos del entorno.
Cuando proyectamos, la mala administración de alguna de estas variables son las que nos pueden llevar a un diseño donde sea el disconfort el que marca la pauta del usuario….aún cuando nuestro objetivo haya sido conseguir lo contrario.
Intentaremos seguir desarrollando este tema en otro momento….