Vivo justo al lado de una escuela de educación inicial y básica. Además del congestionamiento que provoca en las horas de llegada y salida de los niños y niñas hay otras experiencias interesantes que esta ubicación me ha permitido vivir.

Puedo  ver desde mi ventada en lo alto, en una posición privilegiada, cada celebración patria donde una banda en vivo de la Policía Nacional da un concierto acompañado de su marcha cronometrada, que “engrifa los pelos” por la nostalgia que me provoca.

Cada velada de Navidad, San Valentín o por fin de año escolar. La experiencia de escuchar con mis propios oídos a una maestra abusar verbalmente de un chico porque no se comportaba como debía. Las caras orgullosas de los padres y madres en cada presentación de su pequeño/a en una participación con una canción, poesía o baile.

Escuchar cada mañana el himno nacional cantado por un coro de voces que parecen ángeles, lo cual le da a esta solemne pieza patriótica un aire de ternura y gracia.

Pero hay una experiencia que me ha llamado poderosamente la atención en estos últimos días. El 1 de mayo, día internacional del trabajo, que cayó miércoles y que por el cambio de las fechas conmemorativas, los niños y niñas ni se enteran, se inició el amaestramiento anual hacia la maternidad, por llamarlo de alguna manera.

Ese miércoles día 1 de mayo  en esa escuela no se habló del trabajo y de su validez en el desarrollo de los seres humanos, las conquistas que hemos obtenido en este campo y cómo hemos evolucionado desde los inicios hasta la era moderna, las luchas de los trabajadores por lograr reivindicaciones y condiciones dignas de trabajo. De nada de eso se habló en esa escuela. Desde ese mismito 1 de mayo en esa escuela, luego que toda su población canta el himno nacional, a seguidas todos cantan el himno a las madres. Todos los días, desde el primero de mayo se escucha el tan conocido " Venid los moradores del campo y la ciudad"…. A mi realmente me sorprendió y cada mañana hasta ayer, esa fue la primera tarea que ese grupo de estudiantes desde los 2 años hasta los 10 aproximadamente, tuvo al inicio del trabajo escolar.

Y yo pensaba cómo desde esas edades inicia el condicionamiento hacia la maternidad. Cómo estas tiernas palabras de tan reconocido himno se integran al inconsciente individual y colectivo.

Y sigo pensando, esto explica las culpas de las mujeres cuando no cumplen adecuadamente su función o el señalamiento social cuando no es lo suficientemente “buena madre”.

El sobregiro de las mujeres en su función maternal. La incapacidad de poner limites cuando sienten que los hijos les piden más de lo que merecen o ellas no son capaces de dar.

La vergüenza cuando ellas no pueden cumplir sus propias expectativas y las de la sociedad.

El miedo a perder a los hijos o lo abandonadas que se sienten cuando los hijos se van o se alejan de ellas.

El sufrimiento cuando llega la etapa  del “nido vacio” a la vida familiar y sienten que se quedan sin funciones.

El sentimiento de no estar completa cuando no pueden concebir.

Los viajes a países lejanos para poder ofrecer mejores condiciones de vida a sus hijos, perdiéndose lo más importante que es verlos crecer cada día.

El sentido de propiedad que les hace decir constantemente "ese muchacho es mío”.

Y yo sigo pensando, esto contrasta con lo que ocurre con la celebración del día de los padres, que los niños y niñas ni siquiera están en las escuelas, nadie les canta un himno, de hecho no hay un himno a los padres, no hay manualidades que hagan los estudiantes diciendo las bondades de papá. La escuela, segundo contexto de desarrollo de los niños, obvia completamente la figura de papá y casi mitifica la figura de mamá.

Esto también pudiera explicar algunas cosa que ocurren, como son: la facilidad con que muchos hombres se desentienden de las necesidades de sus hijos e hijas, el abandono afectivo y material, la cantidad de demandas por manutención que manejan cada día los juzgados de paz en nuestro país y lo ausente que están los padres de las historias de éxito de sus hijos al crecer.

Creo que Dios o  la naturaleza, de acuerdo a nuestras creencias, nos dio a las mujeres la bendición de procrear, pero la forma en que ejercemos esa bendición esta muy condicionada por un sistema que nos exige mucho a las mujeres y muy poco a los hombres en relación a los hijos e hijas. Pues como dice el mismo himno, la resignación y abnegación es sin par, lo cual muchas veces se traduce en desventaja  a los hijos por esta injusta distribución de funciones.

Feliz día de las madres!!!!

solangealvarado@yahoo.com

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