La iglesia del siglo I es un fenómeno fuera de serie, único, y que merece un estudio detenido como fenómeno social.
Los esenios, en el tiempo de Jesús, eran célibes, vivían con sencillez, y practicaron la comunidad de bienes. Los pergaminos del Qumran nos han permitido conocer mejor sus costumbres, y algunos biblistas piensan hoy que Juan el Bautista, por su estilo de vida, debió haber sido un esenio. Jesús fue discipulado precisamente por Juan el Bautista, y es curioso que los únicos dos grupos que Jesús nunca criticó directamente fueron los monjes esenios, y los guerrilleros zelotes, y una razón pudo haber sido la sencillez y el compromiso con la justicia que enarbolaron estos grupos, en contraste con la hipocresía y el amor por la buena vida de los fariseos y los saduceos.
Jesús formó con sus discípulos una cuadrilla de hombres que anduvo de un sitio a otro sin un techo propio ni recursos disponibles, sino apoyados por algunos de sus seguidores que eran personas pudientes, y esto les obligaba a vivir con sencillez y desprendimiento, lo mismo que sucedía con los esenios y con los zelotes, pero no se trató solo de algo coyuntural, sino que lo puso como requisito cuando los enviaba a predicar.
Cuando nace la iglesia, en Pentecostés, aparece el fenómeno de la comunidad de bienes: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas, y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hch.2.44-45). Puede haber muchas explicaciones a este fenómeno, pero lo claro es que la iglesia reivindicó lo que Jesús había hecho con los apóstoles, y lo que antes había practicado Juan el Bautista y los esenios, y aunque no fue una práctica universal, persistió en los equipos apostólicos de la iglesia primitiva, pues no había surgido un clero con necesidad de derroche y ostentación.
La rebelión anabaptista de Münster (1534-34) reivindicó a la iglesia primitiva y produjo el primer ensayo comunista: prohibición de la usura, comunidad de bienes, y un equipo de 12 ‘apóstoles’ para administrarlo. Aunque el ensayo concluyó abruptamente cuando Lutero y el papa coincidieron en su eliminación, hay que reconocer que fue el primer ensayo comunista de la historia, y es justo reivindicar su inspiración en la iglesia primitiva. Luego los menonitas rechazaron la violencia, pero formaron grupos viviendo en comunidad de bienes. Luego Wesley (1738), bajo el Avivamiento Inglés, reivindicó la sencillez en el estilo de vida, la lucha por la justicia, y surge una cultura que crea los sindicatos, las cooperativas, y el llamado ‘socialismo utópico’. Un siglo después de Wesley, Marx (1849) se establece en Londres, y allí construye su propuesta para un ‘socialismo científico’, y que vimos fracasar en el siglo pasado, pero que difícilmente se hubiera concebido sin el modelo de la iglesia primitiva.
Ante el fracaso del ‘comunismo’ de nuestros días los cristianos tenemos que insistir en nuevas fórmulas para la solidaridad y la lucha por el bien común.