Entre Haití y la República Dominicana existe una importante y compleja dinámica migratoria que requiere una perspectiva multidimensional de análisis para su comprensión.  A pesar de que hay una minoría extremista interesada en incentivar conflictos entre los dos países con el fin de crear miedo y beneficiarse políticamente, es importante reconocer el valor de mantener buenas relaciones con Haití.

Llama la atención el esfuerzo irresponsable de varios medios locales por continuar incitando las pasiones ante cualquier cosa relacionada con Haití. Pero los dominicanos somos gente de valores, y por ende sabemos que la prudencia y la sensatez son fuerzas que nos engrandecen, mientras que el odio y la división nos hunden.

Es cierto que a diferencia de la situación en otras regiones fronterizas (EEUU-México, España-Marruecos, Colombia-Ecuador), en el caso República Dominicana-Haití la dinámica migratoria no se restringe a la zona fronteriza o a una región en particular. Por el contrario, debido al tamaño de nuestro país y la facilidad de transporte desde la zona fronteriza a otras regiones, la inmigración ilegal haitiana está dispersa en todas las provincias, lo que provoca que las problemáticas específicas de la zona fronteriza se diluyan por todo el país.

Sin embargo, no existe razón para que nuestros países no puedan convivir con respeto y armonía. Debemos trabajar juntos para mejorar la calidad de vida de  las personas en ambos países. Para esto, tenemos que dejar atrás los prejuicios heredados y enfocarnos en continuar el dialogo y fortalecer el comercio entre ambas naciones.

Fuentes socio-demográficas indican que los haitianos aportan más de dos tercios de la inmigración al país. Se trata, en general, de una migración masculina con bajos niveles de escolaridad, situación que es aun más grave en el número de mujeres migrantes. Esta situación es comparable con la migración dominicana a Puerto Rico y los EEUU, también la gran mayoría con bajos niveles de escolaridad. Al igual que dominicanos en el exterior, inmigrantes haitianos en la República Dominicana se insertan en ocupaciones de menor calificación: los hombres en actividades agrícolas y en la construcción, y las mujeres en el comercio y el servicio doméstico. Esto indica que la inmigración ilegal haitiana a República Dominicana no ocurre porque "quieren fusionarnos" ni porque "creen que la isla es de ellos", ni por "rencor histórico" como suelen enfatizar frecuentemente medios  locales y muchas personas con buen conocimiento del problema pero que manipulan la información para beneficio político o comercial.

Mas bien, como ha indicado el canciller Navarro, la inmigración haitiana es una consecuencia natural de las disparidades económicas entre los dos países. La migración de los seres humanos es un fenómeno mundial y ha estado presente en todas las épocas de la historia y en todas partes de nuestro planeta, y nuestro país no es una excepción. Haitianos emigran a República Dominicana porque buscan mejores oportunidades para ellos mismos y sus familias. Al igual que muchos dominicanos, prefieren migrar ilegalmente a otros países que vivir legalmente en el hambre y la miseria. Por lo tanto, es importante ayudar a empresas en Haití a desarrollarse y a generar empleos, porque mientras más se desarrolla su economía y más oportunidades hallan en la zona fronteriza, menos favorable resulta la opción de emigrar ilegalmente hacia la República Dominicana.

A pesar de los conflictos socio-culturales con Haití, es de suma importancia para la República Dominicana, sobre todo para el sector exportador, que tanto el estado como la población haitiana se desarrollen y adquieran mayor fuerza económica. El hecho de que la economía haitiana esté deprimida o que existan diferencias sociales entre ambos países no es ningún motivo para dormirnos en los laureles. Al contrario, es importante que el empresariado dominicano esté interesado en hacer negocios en Haití, puesto a que existe menos competencia internacional y la mano de obra es más barata que en nuestro país. Es también importante ayudar a empresas en Haití a desarrollarse y a generar empleos, porque en la medida en que ellos tengan mayor poder adquisitivo, nosotros somos el vendedor lógico para ellos, siendo el único país con quien comparten una frontera terrestre.

La escasez de productos y servicios básicos en Haití es real. Pero a la vez, esto implica mayores oportunidades para empresas dominicanas que quisieran proveer productos y servicios de buena calidad a esa población. Haití ya es el segundo destino principal, tanto en volumen como en monto, de  las exportaciones nacionales, y el único con el que la República Dominicana mantiene una balanza comercial positiva. Esta relación entre exportación e importaciones nos favorece, dada la baja demanda de productos haitianos en el consumo de los dominicanos y la gran demanda de productos dominicanos entre consumidores haitianos. Donde muchos ven pobreza y miseria, los buenos empresarios ven buenas oportunidades, y los dominicanos deberíamos ser los primeros en fila.

El comercio entre ambas naciones tiene el potencial de favorecer a empresas dominicanas y de mejorar la calidad de vida de los haitianos, lo que podría ser la mejor opción que tenemos para detener el flujo de inmigrantes ilegales al país. Por eso es de suma importancia continuar el dialogo con Haití, a pesar de su situación política y las fricciones entre los dos países, con la debida prudencia y sensatez.