El presidente Danilo Medina escogió el 5 de junio de este año –Día Mundial del Medio Ambiente- para visitar Juana Méndez (Ouanaminthe), Haití, donde lleno de entusiasmo se confundió en un abrazo con el presidente Michel Martely, plantaron árboles y ofreció la más amplia cooperación al Estado haitiano para la reforestación de su territorio.

Dos días después el gobierno haitiano sorprendió a todos al disponer el impedimento de entrada en su territorio de aves, carnes y huevos de procedencia dominicana porque supuestamente aquí había “gripe aviar” en aparente confusión –que no era tal- con el brote del influenzavirus A H1N1 que estaba provocando enfermedades y muertes en el país.

Por más explicaciones que dieron los funcionarios del gobierno dominicano negando la existencia de gripe aviar, lo que fue a su vez secundado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS); pese a que tres ministros se unieron al embajador Rubén Silié en Puerto Príncipe para gestionar con el Consejo de Ministros el levantamiento de la prohibición, nada se consiguió.

El gobierno haitiano envió una delegación de alto nivel que se reunió con funcionarios dominicanos, pero solo ganaron tiempo y no hicieron otra cosa que reforzar el bloqueo fronterizo enviando policías e inspectores que montaron un espectáculo violento rompiendo cajas de huevos y lanzando pollos al río Masacre.

El propio presidente Medina se reunió nuevamente con Martely y el primer ministro Laurent Lamothe el 29 de junio en Managua, pero la prohibición se mantiene en un sórdido desparpajo que revela el comprometimiento del gobierno haitiano al más alto nivel con un puñado de familias que ya controlan las decisiones oficiales para imponer barreras al comercio y monopolizar el mercado de ese país empobrecido.

Casi dos meses después de aquella decisión inesperada como dañina para la producción de aves y huevos en República Dominicana y que a su vez encarece los precios de esos artículos en el mercado haitiano, el gobierno de Martely vuelve a sorprender al anunciar que a partir del primero de agosto próximo, tampoco permitirá la entrada de plásticos dominicanos porque son “dañinos para el medio ambiente”.

Ambas decisiones tienen el propósito claro de consolidar una elite gubernamental firmemente vinculada con los intereses comerciales de un trío de familias que quieren controlar los sectores comerciales más dinámicos de Haití, aunque para lograr su insaciable sed de ganancias tengan que provocar alzas de precios constantes al consumidor haitiano.

No se si el gobierno y sus socios comerciales tienen alguna otra sorpresa para seguir afectando el comercio con su generoso vecino, donde obtienen mercancías de todo tipo y con todas las facilidades de transporte por aire, mar y tierra, pero con lo que han hecho ya es hora de que el gobierno y la sociedad dominicana adopten una política integral frente a Haití para evitar seguir improvisando respuestas reactivas a las ofensivas sostenidas procedentes del gobierno haitiano.

Creo que el gobierno debe habilitar un espacio democrático de discusión del tema haitiano en el que participen todos los sectores nacionales (partidos políticos, asociaciones empresariales, sindicales, culturales, las universidades, academias e intelectuales) para definir al menos diez puntos esenciales que constituyan un postulado coherente para tratar las relaciones bilaterales.

No estoy proponiendo ni apoyo una campaña de xenofobia entre hambrientos, ni que los patrioteros inciten al gobierno a realizar deportaciones de infelices trabajadores haitianos que me merecen el más alto respeto por el sacrificio que han hecho para sostener con sus brazos el aparato productivo nacional por casi 100 años. No, al contrario, esos trabajadores son víctimas de las acciones de su propio gobierno porque con los escasos pesos que ganan aquí ahora sus familiares allá tienen que pagar mucho más caros los productos.

Hay que encontrar una fórmula para evitar que las mafias articuladas en el gobierno haitiano sigan perjudicando al pueblo haitiano y la producción, las fuentes de trabajo y el comercio dominicano, porque dos naciones no pueden depender de la ambición insaciable de ese tipo de especuladores.

El gobierno haitiano no puede establecer barreras no arancelarias para impedir la entrada de mercancías dominicanas a su mercado, por lo que es necesario que el pueblo haitiano y el dominicano conozcan quiénes y por qué están dañando el clima de comercio entre ambas naciones y los enfrenten en todos los ámbitos para liquidar sus propósitos en perjuicio de casi 20 millones de habitantes de la isla de Santo Domingo.