Muy poco favor le hace a la clase médica a la que dice representar, el presidente de ese gremio cuando en busca de argumentos que traten de justificar el improcedente e inoportuno paro hospitalario en momento en que ha hecho su entrada el zika en el país, trata de restar importancia al virus y luego, quizás con el vano intento de corregir su infortunada declaración acaba de hundir más el pie en el fango cuando afirma que los médicos se reintegrarán al servicio cuando las emergencias estén repletas de pacientes.
No confrontaba la clase médica, cuyos derechos a una mejor retribución y condiciones laborales cuentan con todo nuestro más decidido respaldo, ninguna situación de emergencia extrema que no pudiera dilatar sus acciones reivindicativas por un tiempo prudencial, en vez de hacerla coincidir con el anuncio de los diez primeros casos reportados del nuevo virus.
No fue tampoco certera la excusa alegada por el presidente del Colegio Médico de que Salud Pública retuvo la información de estos casos iniciales para emplearlas como elementos disuasivos del movimiento huelgario. Ha quedado establecido que las autoridades sanitarias recibieron el citado reporte el 22 de Enero con la confirmación de la presencia del virus, lo que echa por tierra su alegato que, aún en el supuesto de ser cierto, no desmentía la llegada del zika y la necesidad de hacerle frente por la vía más adecuada que es la prevención, tratando de erradicar los criaderos del mosquito transmisor.
Obvió además el hecho de que este es el mismo vector que provoca el peligroso dengue, que el pasado año ocasionó más de un centenar de víctimas fatales y donde el país goza el penoso privilegio de ser el de más alta tasa de muertes en toda la región en proporción al número de casos registrados, lo que en parte se ha atribuido a errores de diagnóstico y deficiente atención y seguimiento médico. Es además, el mosquito que sirve de agente transmisor a la chicunguya, menos letal que el dengue pero de secuelas más prolongadas y dolorosas.
Al tratar de restar importancia al virus y sus posibles efectos, el timonel de la clase médica, entra en contradicción con opiniones calificadas como las del destacado galeno doctor José Silié Gatón, quien en su acostumbrada columna semanal en el matutino Hoy, advierte sobre el riesgo de la microcefalia del feto en mujeres embarazadas, de los cuales ya se han reportado decenas de casos en Brasil. Asimismo, con la Organización Mundial de la Salud que acaba de declarar una alerta mundial por la epidemia y estima que el virus pudiera contagiar a entre dos a tres millones de personas en Latinoamérica, el cual por otro lado ya hizo su entrada en Norteamérica y atravesó el Atlántico para llegar a Europa, donde el Presidente ruso Alexander Putin lo ha calificado “de porquería que viene de América”.
Pero margina además, el hecho de que siendo el mismo vector del dengue y la chicunguya al eliminar los focos donde se reproduce, se está combatiendo también a los tres virus al mismo tiempo. Pretender restarle importancia al zika para justificar un paro que, además, está expresamente prohibido por la Constitución y el Código de Trabajo en el sector salud y que aquí traspasa todos los niveles de tolerancia, contribuye a debilitar el interés y la participación activa de la ciudadanía en la campaña de prevención.
Por suerte para el prestigio de la clase médica dominicana, donde hay tantos profesionales de alta capacitación, sensibilidad social y vocación de servicio, la Sociedad Dominicana de Pediatría, por boca de su presidenta, Sandra Orsini, advierte contra los riesgos a la vida en general por parte del dengue y las posibles secuelas que pudiera dejar el zika a los niños y plantea que el combate contra ambos es un asunto que comprende a todos los médicos del país, los sectores involucrados en las políticas sanitarias, la recogida de basura y la sociedad civil.
Ciertamente con la llegada del zika no es cuestión de entrar en pánico ni perder la cabeza, pero tampoco de desentendernos de su presencia y de las acciones que es preciso llevar a cabo para reducir al mínimo los efectos del virus, cuyas consecuencias posteriores todavía se está en proceso de establecer en su real amplitud y niveles de riesgo a la salud.
A las autoridades sanitarias les corresponde llevar adelante el peso de la campaña, como han comenzado a hacer y están obligadas a continuar. Pero es una batalla que debe comprometer el esfuerzo de todos, puesto que es la salud de todos la que está en juego. Y con la salud no se juega. No cabe pues excusas, por cuanto debe asumirse como una prioridad nacional sin distingos ni vacilaciones.
Y lo sensato sería que así lo entendiera el presidente del Colegio Médico por el propio prestigio de la clase que representa y por la cual está insistiendo en el mismo método errado de lucha, que en su pasada gestión le llevó a encabezar docena y media de paros hospitalarios en perjuicio de los pobres pacientes pobres, sin que lograra una sola reivindicación para sus afiliados, olvidando la sabia sentencia de Albert Einstein “cuando se hacen siempre las mismas cosas, siempre obtendrá los mismos resultados”.