Si, es llover sobre mojado. Es hablar sobre lo mismo. Mea culpa. Solo podríamos presentar la excusa infantil de que "no fui yo quien comenzó". Pero no procede. Asumimos la responsabilidad por este escrito y por haber previsto, en el anterior artículo, que iniciaría nuevamente la campaña contra el Código Procesal Penal (CPP).

Ahora se destapa uno de los antiguos defensores del CPP pidiendo que se hagan modificaciones que adapten la norma a la sociedad. El mismo discurso manido. Cómo adaptar una pieza jurídica para adecuarla a la sociedad si su misión es transformarla, mejorarla (a la sociedad). 

Excusas habrá muchas, de sobra. Lloverán, como han llovido, las exaltaciones patrióticas evocando que se trata de una imposición de los americanos. Veremos quienes hablan de "Código blandengue". Otros simplemente se valdrán de descalificar a quienes lo defienden. Pero hasta el mismo Código es eso, una excusa burda. 

Al fin y al cabo, siempre estará ahí, a la vista de todos, la realidad. No se puede burlar la inteligencia de la gente por mucho tiempo. No se puede obviar que tenemos un Ministerio Público sin herramientas técnicas para perseguir la prueba. No se puede uno hacer de la vista gorda ante el hecho de que los auxiliares de este incentivan y organizan las empresas uniformadas del crimen. No podemos dejar de ver la complicidad y la corrupción donde la hay. 

No es el Código el que detiene a los ciudadanos y les extorsiona en plena calle. Ni es el que define la inversión en seguridad. No avala una institución criminal desde sus inicios. No retrasa los cambios requeridos para poner coto a la delincuencia. Tampoco es el Código el que saca provecho de su propio incumplimiento. 

Mientras el CPP expía culpas y distrae la atención, lo incumplen todos los días en calles y destacamentos. Se anula como pieza, porque los métodos nunca cambiaron. El "intercambio de disparos" tiene fuerza de ley y el soborno es cotidiano en cada noche de patrulla. 

Si quien debe aplicar el Código Procesal Penal se da a la tarea diaria de violar, no sólo ese sino también, el Penal, no hay nada más que hablar. Lo que está a la vista no lo podemos ocultar. 

La salida racional y posible es llevar las instituciones a la lógica de la norma (para que norme). Es absurdo cambiar la misma para igualarla a la sociedad que debe regir. ¿Qué corregirá entonces? 

El populismo penal querrá montarse todo el tiempo en el facilismo de que el Código es el problema. ¿Pero, si no se cumple el Código, dónde está el problema? He ahí la pregunta