La edición dominical de hace dos semanas del prestigioso diario The New York Times reportaba cómo una organización comunitaria en Senegal había logrado reducir la práctica de mutilación genital de niñas en docenas de pueblitos y villas de aquel país. El texto explicaba la forma cómo "Tostan" (abrirse paso, en la lengua de África occidental), una organización independiente de mujeres, pudo convencer a líderes y familiares de que ignorasen la sangrienta tradición de cortarle el clítoris a las niñas entre sus 5 y 7 años de edad. Se estima que más de 140 millones de mujeres han sido sometidas a esta práctica sobre todo en el continente africano y en naciones de oriente medio. Según cifras de UNICEF es en Egipto, Eritrea, Guinea, Sudán y Mali donde se reportan el mayor número de clitoridectomías estimándose que más del noventa por ciento de las mujeres menores de 50 años ya han sido víctimas de ella.
Navajas, dolor y anatomía de las mutilaciones
La reseña periodística ya mencionada cita textualmente la narración de Bassi Boiro, una "cortadora" de clitorís quien explica las circunstancias del rito: se ejecuta de madrugada, debajo de un árbol sagrado lejos del pueblo y donde no se escuchen los gritos de las niñas, "porque los hombres no son parte de esto", explicó la anciana. Cuatro mujeres sostienen los brazos y piernas de las jovencitas al tiempo que la cortadora emplea un cuchillo utilizado generación tras generación o en ocasiones, luego de perder su filo, una navaja de afeitar.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS por sus siglas en inglés) existen cuatro modalidades de mutilación: la clitoridectomía propia (donde se extirpa el órgano de forma parcial o total); la extirpación parcial o total de los labios vaginales, con o sin clitoridectomía; la infubilación (coser los labios vaginales a fin de estrechar el orificio vaginal, con o sin clitoridectomía; y "otras variedades" que incluyen la cauterización, el raspado o la implantación de argollas. Sobra aclarar que estos procedimientos no sólo carecen de justificación médica alguna y se realizan bajo las más crudas condiciones higiénicas y sin anestesia, sino que se hacen contra la voluntad de las niñas, acarreando además serias consecuencias inmediatas, tardías y permanentes en su salud física, reproductiva y emocional.
¿Convención social o basamento religioso?
La mutilación sexual femenina es sin dudas una abominable práctica centenaria que afortunadamente ya es internacionalmente reconocida como franca violación de los derechos humanos y ejemplo máximo de la violación de la integridad de la mujer. Es una infame muestra de discriminación sexual de género revestida de "tradición" que generación tras generación es perpetuada gracias a una convención social que presiona los padres a seguirla. Por siglos, los líderes comunitarios y religiosos así como muchos ancianos de las villas de África y Oriente medio han servido de agentes de "control social" a fin de que la clitoridectomía continúe practicándose.
Aunque es atribuída a creencias religiosas por algunos, tal basamento místico carece de veracidad. Para otros, ella induciría un supuesto estado de "pureza" sexual en la mujer ya que ésta, resultado de la anticipación del dolor, no sostendría actividad sexual sobre todo de naturaleza "ilícita" permaneciendo así "limpia" hasta la consumación del casamiento. La clitoridectomía es, en esencia, una "costumbre", una odiosa expectativa social de crudas y abusivas características y que no aparece recomendada en ningun libro religioso.
Las penurias del órgano
En Occidente, la historia científica, sociológica, religiosa y antropológica de la sexualidad femenina, y en particular del clítoris, es una de vejaciones, olvidos y penurias. Gracias al pensamiento galénico por muchos siglos la medicina consideró al sexo masculino como el superior y no fue sino hasta luego del Renacimiento, en 1559, cuando el clítoris volvió a mencionarse en la literatura médica. Este "mérito" le corresponde a Mateo Colombo, destacado anatomista italiano quien anunció el "descubrimiento" de la sede del placer femenino: "…como nadie ha descubierto estos detalles y su propósito, si se permite que le dé nombre a cosas que descubro, (el clítoris) debería ser llamado amor veneris, vul dulcedo –el amor o dulzura de Venus–". Aún más, durante los años previos a la Edad Moderna el clítoris continuó siendo considerado por los médicos como un órgano del aparato urinario y reproductor y presunto responsable, junto al útero, de muchos desórdenes de salud. A título de ejemplo cabe destacar que en 1866 el prominente cirujano Isaac Baker Brown, presidente de la Sociedad Médica de Londres, publicó un volumen donde detallaba su "éxito" en 48 casos de mujeres "curadas" del "eufemismo por masturbación" gracias la clitoridectomía.
Hoy día la historia es otra, sin embargo aún persiste en el campo científico una cierta timidez o "descuido" hacia el clítoris. De hecho, en una reciente edición de 1,696 páginas del texto de Ginecología más usado en las facultades de medicina apenas se le dedicaron 31 palabras. Afortunadamente gracias al desarrollo de la sexología moderna se ha establecido que la reproducción humana no necesariamente depende del orgasmo o del coito, que el sexo por placer es una actividad tan sana como el deporte, que el clítoris tiene como única función el proveer placer y que es un órgano más anatómicamente complejo que los genitales masculinos.
Si se acepta entonces que el ejercicio sexual es un componente fundamental de la conducta humana más allá de prejucios religiosos o normas sociales, es de rigor entender también que la mutilación genital constituye una práctica denigrante y atroz. Resulta gratificante ver cómo organizaciones femeninas de familiares y víctimas hayan trabajado con éxito en pos de su erradicación, más allá de los justificados millones de dólares que la OMS ha invertido con tal fin. Paralelismos aparte, cuan esperanzador sería el que iniciativas similares sean aplicadas en nuestro país a fin de erradicar una vez por todas los feminicidios, esa otra horripilante y vergonzosa forma de discriminación de género que ya ha alcanzado niveles epidémicos en la República Dominicana.