Anselmo Paulino no había tenido una vida fácil. Nada era fácil en la desolación de aquella región prácticamente despoblada en el límite fronterizo de la llamada linea noroeste. Paulino sólo cursó la escuela de educación primaria donde apenas adquirió conocimientos elementales. Lo que nunca le faltó fue inteligencia, una aguda y quizás extraordinaria inteligencia y un sentido práctico, pragmático, por lo menos superior al promedio y una total falta de escrúpulos, que era quizás su más valiosa virtud. Lo demás lo aprendería en la universidad de la vida en la medida en que se aguzaba su instinto de supervivencia, mientras desempeñaba variados oficios. Alguna vez fue dependiente en algún colmado o almacén de la diminuta localidad fronteriza de Restauración (fue en esa época que, según se dice, perdió el ojo cuando le salpicó un chorro de salmuera al abrir un barril de macarela), luego ascendió a chofer de camión, empezó a viajar con frecuencia a Santiago y la capital, a familiarizarse con el mundo que existía más allá de La línea, la línea noroeste. Pero su mayor golpe de suerte fue entrar al servicio de Isabel Mayer, la que sería de alguna manera dueña política de Montecristi y se convertiría en la Celestina y cancerbera favorita de la bestia.

En casa de Isabel Mayer se conocieron Paulino y la bestia y todo parece indicar que desde el primer momento surgió entre ellos una especie de afinidad o simpatía o entendimiento, como quien dice amor a primera vista. Paulino había nacido en 1909, pero volvió a nacer ese día. El día en que conoció al monstruo al que dedicaría en cuerpo y alma los mejores años de su existencia. El hombre al que serviría incondicionalmente y al que debería el poder y la fortuna que acumularía en su larga carrera de insaciable trepador, el hombre del que se convertiría en mano derecha, portavoz y alter ego, y que alguna vez pensó quizás en sustituir o suplantar.

Tenía 23 años cuando lo nombraron cónsul en Cabo Haitiano, gracias a sus conocimientos de creol y francés. El cargo parecía insignificante, y sin duda lo era, pero Paulino se dio a valer y le prestó un servicio importante a la bestia, logrando que las autoridades haitianas exilaran a los exiliados dominicanos que vivían en la región a una remota y pequeña comunidad, el poblado costero de Jérémie, donde quedaron prácticamente aislados, incomunicados y a más prudente distancia de la frontera.

Además, fue en Cabo haitiano que conoció a Madame Andree García, haitiana de familia influyente y de fino linaje que sería su primera esposa, su inefable confidente espiritual, la sacerdotisa del vudú de cuyos poderes obtendría tantos beneficios.

Para la boda escogió a la bestia como padrino, algo que no era opcional, sino más bien obligatorio, y el afortunado evento contribuiría, más que muchas otras cosas, a fortalecer las relaciones entre ambos. Como dice Crassweller -y como todos sabían y repetían-, de las creencias mágico religiosas derivaría en gran parte la afinidad entre Paulino y la bestia. Paulino era un creyente sincero, un iniciado, un practicante de oscuros y extraños ritos y rituales, alguien que junto a toda su familia había absorbido desde su nacimiento lo que Crassweller describe poéticamente como coloridas supersticiones de las colinas y valles de Haití. Más temprano que tarde le endilgarían a Paulino exóticos apodos. Le llamarían brujo, le llamarían piogán, que es una plaga que ataca a los cultivos de batata, le llamarían magia negra, le llamarían rayano, que es una forma despectiva de referirse a los habitantes de la frontera, o de llamarle haitiano.

El hecho es que muy pronto empezarían a lloverle cargos y nombramientos y todo tipo de encomiendas que cumpliría a carta cabal. Empezaba a tener fama y poder y su fama empezaba a precederlo, y en la misma medida en que ganaba fama y poder se iba volviendo altanero, arrogante, e iba ganando ojeriza. A la larga terminaría haciéndose de un selecto fan club de poderosos enemigos. Virgilio Álvarez Pina, Paíno Pichardo y muchos altos oficiales se contarían entre ellos. Pero también se ganó el desafecto, el odio limpio y desnudó de los miembros de la misma familia de la bestia, empezando por la celosa primera dama.

Dice Crassweller que Paulino era un hombre notable en muchos sentidos, que era un mulato claro (o quizás, mejor dicho, un indio lavado como se dice por estos predios), que físicamente era una persona que no pasaba desapercibida y que tenía las características externas aunque no internas de un matón. Esto último parece de alguna manera exagerado, pero lo cierto es que —un poco menos por su altura que por su anchura— era un tipo imponente. Una especie de cachalote o algo parecido. Se le atribuían 250 libras de peso, pero en las fotos que se conservan parecería por lo menos de 300 o 350. No era un gordo fofo como Logroño (ni llegaría a pesar nunca lo que pesaba Logroño), sino más bien macizo, sólido, más cuadrado que redondo, de carnes y huesos firmes.

Paulino era además un personaje siniestro y de muchas maneras impresionante e intimidante. Impresionaba en primer lugar el ojo, el ojo de vidrio que nunca lograba disimular por completo detrás de su gafas oscuras y que parecía tener vida propia, el ojo mágico que traspasaba las paredes y las distancias y todo lo veía. Impresionaba e intimidaba a la vez su corpulencia, su talante y corpulencia.

Dice Crassweller que su piel morena, brillante, tersa, daba a todos aquellos que eran convocados a su despacho la viva sensación de una amenaza nítida y sebácea, sebosa, seborreica.

Mientras Paulino se asomaba y derramaba pesadamente su corpulenta y voluminosa humanidad detrás de su escritorio, muchos de los visitantes voluntarios o involuntarios no podían dejar de sentirse inquietos al escuchar el tono siempre desagradable de su voz y las preguntas tramposas y mucho menos al advertir el movimiento caprichoso del ojo maligno. Además, por si las dudas, Paulino andaba siempre armado con un par de pistolas que llevaba colgando simétricamente de la cintura en lo que Crassweller llama “fundas gemelas”.
(Historia criminal del trujillato [68])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Crónica del presente — El Nacional
(CRÓNICA DEL PRESENTE — El Nacional
Reynaldo R. Espinal, , “Anselmo Paulino Álvarez: Ascenso y caída del principal valido de Trujillo” (2-2)
(https://acento.com.do/opinion/anselmo-paulino-alvarez-ascenso-y-caida-del-principal-valido-de-trujillo-1-2-2-9007765.html)

Victor Gómez Bergés
https://tribunalsitestorage.blob.core.windows.net/media/10423/palabras_vgb_anselmo_paulino_alvarez_241017.pdf

Anselmo Paulino…
(https://hoy.com.do/anselmo-paulino-3/)