El cibermundo, como sistema digital, viene del mundo cibernético, de ese prefijo ciber, que ya es asumido como bueno y valido por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Estas visión sobre el mundo cibernético, que  asume la Real Academia Española, era impensable cuando tuve el atrevimiento de pensar y escribir, desde finales de los 90 del siglo XX, de temas ciberespaciales como: cibermundo, ciberadicto, cibernovela, cibersexo, cibermillonario, entre otros tantos términos que ya desde el 2005, pueden ser  localizados en el Diccionario panhispánico de dudas, de dicha Academia.

El cibermundo como globalización tiene diferenciaciones puntuales con respecto a las anteriores, como son las siguientes:

-Innovación permanente en el plano de la tecnología y la comunicación digital.

-La explosión mundial del ciberespacio de internet a mediados de los 90, conectando a millones y millones de seres humanos, haciéndoles interactuar a distancia  en tiempo real.

-Revolución en los mercados, en cuanto que funcionan cada fracción de segundo las 24 horas del día.

-Las interacciones virtuales en tiempo real, único en lo global.

-Información y conocimiento de los procesos productivos y financieros en todas partes del planeta de manera instantánea, gracias al comercio electrónico.

-La sobreabundancia de información y la valoración del conocimiento en cuanto funcionamiento para lo social.

– La valoración cultural de lo cibernético en cuanto a la construcción del ciberespacio y la plataforma de la red de redes (Internet).

-El sujeto cibernético y su relación con el poder digital: hackers, nativos digitales, inmigrantes digitales, ciberperiodistas,  teletrabajadores, ciberpolíticos, empresarios digitales, tutores de entornos virtuales.

Características fundamentales del cibermundo global

Andrés Merejo en su conferencia de ingreso en la Academia de Ciencias de la República Dominicana

El sujeto cibernético 

La participación de los sujetos cibernéticos en ese mundo virtual aumenta cada día. Al inicio  del siglo XXI, alcanzó unos 1000 mil millones y en el 2013, ya existían unos 2.700 millones lo que supone casi el 40 por ciento de toda la población mundial. En la actualidad (2015) estos sujetos cibernéticos rondan los 3.200 millones, con estimaciones de que en la segunda década del siglo XXI ronde casi la totalidad de la población, estimaba en 7.100 millones.

La gran red social hiperconectada, donde Facebook  contaba en 2013 “con más de 1.260 millones de usuarios registrados” (…) cada día se tuitea 500 millones de mensajes cortos (…). Cada mes visitan YouTube más de 1.000 millones de usuarios únicos” y se reproducen 6.000 millones de horas de videos”. Para “2019 este se habrá transformado en el nuevo lenguaje de comunicación del planeta”. (Ver: Martinez-Barea. El mundo que viene, 2014).

La multiplicación de las suscripciones móviles “para el 2019 se calcula en más de 9.300 millones”  y la de banda ancha con acceso al internet alcanzará los 8 mil millones, lo que hace pensar que la hiperconectividad será casi total.

Expansión de  datos masivos

El internet de las cosas que se despliega en el ciberespacio y el cual sigue funcionando con el IPv4, que es el protocolo de internet actual, con capacidad de 4,300 millones de direcciones, y  que en el 2015 se llegará a más de tres mil millones de personas conectadas a la red de redes. Sin embargo, con la emergencia del IPv6, en el ciberespacio se alojarán unos 340 billones de billones de billones (treces billones) de direcciones IP, es decir, más que suficiente para controlar de forma digital el planeta y  el resto del sistema solar.

Desde 2014-2016, la tendencia es que la acumulación de datos que existirá será mucho mayor que lo que se ha creado en toda la historia de la humanidad hasta la actualidad. En esos dos años se producirán casi 18.900 millones de conexiones de red, equivalentes a casi 2.5 conexiones por cada persona del planeta.

La economía digital o cibereconomía

El valor del comercio electrónico en el cibermundo es medible entre las mismas empresas, y entre las empresas y los consumidores. Algunas de estas empresas tienen fuerte presencia en el cibermundo global como Amazon, eBay, Alibabá y OXL.

La República Popular China se ha regido en el mayor mercado del comercio electrónico entre empresas y consumidores, en cambio Estados Unidos entre las empresas es el mayor en el mercado electrónico del  cibermundo.

Estas transacciones de comercio electrónico  rondan los 17 billones de dólares, en las que predominan las transacciones de empresas a empresas con 15 billones de dólares. Los principales países  hegemónicos del comercio en el cibermundo son Luxemburgo, Noruega, Finlandia, Estados Unidos y países de Asia Oriental, como Japón, Hong-Kong (China), República de Corea y Singapur.

Para este 2015, el teletrabajo o cibertrabajo en el cibermundo alcanzará la cifra de 1.300 millones de personas, lo que representa el 37.2 por ciento de la población activa  mundial. Esto significa un aumento de 300 millones de cibertrabajadores en relación con los 1.000 millones que existían en el 2010.

La ciberpolítica

Esta es una nueva forma de hacer política que  implica el rizoma de control virtual, el espionaje electrónico y las diversas  expresiones y  manifestaciones que sienten los sujetos cibernéticos al realizar actividades políticas en el cibermundo, de manera abierta, plural y mediada por entornos virtuales.  Abundan los ejemplos de movimientos ciberpolíticos. En la actualidad, el movimiento PODEMOS, en España, y  el triunfo de Wikipolítica el pasado mes de julio en la zona metropolitana de Guadalajara, México, el electo joven diputado, Pedro Kumamoto, derrotó los grandes proyectos políticos, como el PRI, el PAN y el Movimiento Ciudadano.

El sujeto abordado en la política tradicional es un sujeto  encerrado en espacios físicos. El  sujeto de la ciberpolítica es un sujeto comprometido con en el ciberespacio virtual. El primero se rastreaba con dispositivos de control real, que van desde la escuela hasta el manicomio, el segundo se rastrea con dispositivos de control virtual, que van desde una tarjeta de crédito hasta un simple click a “me gusta” en Facebook.

La educación virtual o cibereducación 

La revolución de los cursos en línea masivos y abiertos cuenta con el apoyo de las principales universidades  del cibermundo  (65 universidades).  La principal plataforma virtual gratuita (Coursera, de la Universidad de Stanford, que data de 2011) tiene más de 700 cursos en el ciberespacio y ha graduados casi diez millones de personas.

Estos cursos van desde Epistemología, Medicina, Matemática y Economía y están disponibles en varios idiomas. A pesar de que su característica es de masificación, contando hasta con 200 mil estudiantes en un curso, la tendencia es que en la próxima década se convierta en la modalidad educativa más revolucionaria de la educación superior. En la actualidad, Coursera cuenta con unos 3 millones de alumnos inscritos que proceden de más de 150 países del  cibermundo.

En ese cibermundo, en la actualidad, al menos uno de cada dos estudiantes ya  está inscrito en un curso on-line. Para el 2019, se pronostica que  cerca del 50% de las clases en los centros de educación superior será impartida en la modalidad e-Learning y que, como movilidad virtual, movilizó recursos en el 2013 por encima de los 56.200 millones de dólares y la tendencia es que para el 2015 llegue a los 100.000 millones

Los países que conforman el cibermundo, clasificado por el Foro Económico Mundial   sumaban 148, en el 2014, en donde la  República Dominicana se colocó en la posición 94, lo que indica que ha sufrido un fuerte retroceso con relación años anteriores, en que se llegó a colocar en la posición número 75 (2008).

República Dominicana en el cibermundo

Somos una isla de 75 mil kilómetros cuadrados,  dos naciones históricamente hemos convividos en ese territorio. La historia de Republica Dominicana y Haití ha sido en parte la historia de hambre y miseria, de solidaridad, de encuentros y desencuentros. Estamos condenados a vivir en la diplomacia, en la búsqueda de una salida viable en la que dominicanos  y haitianos dialoguemos y evitemos las confrontaciones.

Haití y República Dominicana se diferencian por un conjunto de valores culturales, morales, lingüísticos y de destino. De ahí que nuestra diferencia en el modo de ser, encuentros y desencuentros, no sea racial, sino cultural. Vivimos en una isla compartida, pero somos diferentes, no superiores o inferiores.

En esa trayectoria  de isla compartida,  los dominicanos no hemos fraguado nuestro destino y nuestra vida. Y aunque nuestra independencia fuera contra el poder despótico de Haití en 1844), no se construyó sobre el odio y el desprecio hacia ese país, sino que nos hemos ido fraguando contra la injusticia social, la corrupción y la impunidad en nuestro fuero interno y esa tolerancia es en parte la responsable de la entrada de miles y miles de haitianos indocumentados a nuestro país. Ya que una parte de nuestros diplomáticos, nuestros funcionarios y empresarios (tanto de aquí como de allá) han vivido de ese negocio fronterizo, de esa  catástrofe social que vive el pueblo haitiano.

Por eso, más que hablar de que la soberanía está en peligro, cosa que no ayuda en nada, en un mundo tan complejo en el ámbito social y tecnológico, lo que hay que hablar es de diplomacia, del derecho a la  autorregulación, que es una condición y un derecho que  tenemos los dominicanos y que nadie puede poner en duda, pero hay que buscar salida en el ámbito de la diplomacia, del consenso, no la violencia, ni alimentando el odio entre los dos pueblos que han vivido en una isla  bajo la tradición de la política clientelar, patrimonialista y dictatorial.

Nuestra historia ha sido un incesante girar, vuelta y revuelta entre una frontera que nos revela a los otros, a los diferentes, a un Haití, sumergido en el inframundo de todo tipo de precariedad social, y  a nuestro país enredado en diversas formas de vida social, en la que por un lado, no hemos dejado la vida clientelar y patrimonialista de dirigir el Estado y, por otra parte, vivimos en la sobrevivencia, en medio de precariedades de servicios (electricidad, salud, agua, vivienda, falta de seguridad, educación), síntomas de una premodernización que nos persigue desde la independencia (1844) con una historia de más de 130 años de gobiernos dictatoriales y apenas unos cuantas décadas de gobiernos democráticos, los cuales han contribuido a la modernización y posmodernización de la sociedad dominicana.

Sin embargo, la República Dominicana en los últimos cincuenta años (1963-2013), según el historiador Frank Moya Pons (El Gran Cambio, 2014) ha experimentado una profunda revolución capitalista en el plano económico, educativo y social, la cual comenzó a finales del siglo XIX, lo que ha llevado a los dominicanos adoptar nuevos estilos de vida y nuevos valores. Dicha revolución va desde el ámbito demográfico hasta el proceso de urbanización, en la que más del 70 % vive en los centros urbanos hasta el punto de que la mitad de la población de la ciudad de Santo Domingo procede de otras regiones del país y que la Capital se haya constituido en una metrópoli, con más del cuarenta por ciento de la población nacional.

Estos aceleramientos se intensificaron en los gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD, 1978-86 y 2000-2004) y los del Partido de la Liberación Dominicana (PLD, 1996-2000, 2004-2012, 2014- 2016). Estos gobiernos han contribuido a que  la sociedad dominicana acelere los procesos democráticos, educativos, económicos y tecnológicos que tienen que ver con el mundo de la modernización y el cibermundo de la posmodernización.  Sin embargo, estos partidos han profundizado las heridas de la tradición  política clientelar, patrimonialista, corrupta y autoritaria, la cual  sigue permeando a la nación dominicana.

Es por eso, que dada la complejidad de nuestra sociedad, pensarla desde la filosofía, la cibernética, la lingüística, la sociología y la política es comprender la condición del ser dominicano en el siglo XXI, que se ha estado desenvolviendo en diferentes aspectos que van desde la premodernización hasta el mundo digital.

En nuestro país fluyen las redes cibernéticas y virtuales en las 32 provincias, siendo sus principales: Santo Domingo, el Distrito Nacional, Santiago, la Vega  La Romana,  La Altagracia. Además de estas redes cibernéticas, tenemos una cobertura de un 90 % de teléfonos celulares por cada 100 habitantes con tendencia al 100% de los habitantes. El ciberespacio de Internet en la República Dominicana ha crecido desde su expansión en 1996, ya para ese año había unas 5.819 cuentas y unos cuantos miles de cibernautas, panorama que fue cambiando entrado el siglo XXI, donde el crecimiento vertiginoso empezó a partir del 2001 con 64.382 cuentas y un promedio de 200 mil cibernautas. Fue en la primera década del siglo XXI cuando nuestro país aceleró su entrada al ciberespacio, contando para el 2008 con tres millones de cibernautas que navegaban en el ciberespacio y en la actualidad con 4 millones, lo que implica 40% en 2015.

Como país, formamos parte de ese mundo digital y de ahí que seamos evaluados en relación con el índice de preparación a la conectividad (IPC), el que implica: a) el entorno de las TIC, b) la disponibilidad de  estas, c)  el  uso efectivo de estas por los principales grupos de interés de la sociedad y,  d), el impacto que generan las TIC en la economía y en la sociedad. En esas evaluaciones, la  República Dominicana ha seguido retrocediendo de la  posición n.° 66 donde estábamos en el 2006-2007, a  la n.° 75 en el 2007-2008, lo que significa que empeoramos y desde entonces el país  no ha dado señales de variación, sino de retroceso. En el 2014 el país  estaba colocado en la posición 90  y en  2015 pasó a la posición 95, siendo la 148 la última posición.

Todas estas deficiencias en cuanto a la preparación a la conectividad y los entornos tecnológicos y sus interconexiones con el mundo digital forman parte de los muros contra los que se debe luchar para lograr la  ampliación de las coberturas  cultural, social y tecnológica en nuestro país.  Dicha deficiencia coloca a la República Dominicana en posición negativa en relación con el cibermundo,  según “The Global Information Tecnology Report”, del Foro  Económico Mundial 2015.

Los aspectos principales que evidencian a la sociedad dominicana en el  cibermundo son el comunicacional, el cibernético, el jurídico, el social, el educativo, el político, el filosófico,  el cultural, el tecnológico y el económico.

Con una sociedad en donde la pobreza deja su marca en dominicanos sin vivienda, con poca alimentación, con deficiencia en la educación, en la atención médica y el desempleo, ¿cómo podremos subir nuestra posición en ese cibermundo constituido por 148 naciones? Esto nos dice que los 4 millones de sujetos dominicanos que navegamos por el ciberespacios seducidos por estos cambios socio tecnológicos, somos simple espectadores y los otros 6 millones de dominicanos, viven entre la marginalidad y la expectación de ese mundo digital global.

Hay una incidencia importante de los partidos políticos y otras instituciones dominicanas, como el caso de la sociedad civil. Viven en la red manifestando los diversos derechos de los ciudadanos.  Muchos movimientos sociales, que son ciberactivistas en el ciberespacio han contribuido con reivindicaciones específicas, como fue el caso de la no instalación de una fábrica de cemento en la zona ecológica de los Haitises.

Estos movimientos se legitimaron cuando el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) declaró en el 2009, no pertinente al proyecto del Consorcio Minero Dominicano para instalar una cementera en la comunidad de Gonzalo, en Los Haitises; así como el que se cumpliera con el 4 % a la Educación Nacional preuniversitaria, en el 2012. Hoy estos movimientos siguen su lucha contra la impunidad y la corrupción incrustada en los partidos políticos tradicionales.

Los sujetos cibernéticos que realizan este tipo de práctica política son ciberpolíticos, viven en el ciberactivismo, no en la militancia, no tienen comité de base, sino redes. La ciberpolítica la podemos definir como un proceso complejo de una nueva forma de hacer política  mediada por la tecnología de la información, el ciberespacio de Internet y el teléfono móvil. Los nativos digitales y la generación net de dominicanos son los más activos.

Por eso, situar la sociedad dominicana en este siglo XXI nos plantea la búsqueda de estrategias de indagaciones sociales complejas. Esto es así porque los dominicanos entramos en varias formaciones sociales, económicas, políticas y culturales que van desde la premodernización hasta la era del cibermundo, las cuales en su cotidianidad  están permeadas por las zonas grises.

Dichas zonas grises son espacios y micro-espacios sociales en donde  los actos delictivos, la corrupción, el narcotráfico y la fuerza son las leyes por excelencia en este siglo XXI.

En plena era del cibermundo, los dominicanos vivimos respirando aires de zonas grises, compuesto de fortunas  que exhiben  políticos, narcotraficantes y funcionarios.  Esta exhibición de riqueza nos recuerda la forma más burda de la historia de  acumulación capitalista en el siglo XVII: redes de mafias, de mercaderes que succionan al precariado dominicano de este siglo XXI.

Es en este contexto de complejidad filosófica, cibernética, histórica, social, económica, política, educativa y cultural donde se encuentra la sociedad dominicana del siglo XXI, y la cual  puede seguir los derroteros de la cultura de la premodernidad, caracterizada por  la tradición clientelar y patrimonialista que se remonta a la época fundacional de la República con Pedro Santana y Buenaventura Báez, a la cabeza. El sujeto político clientelista, cuando ocupa una posición pública en una de las instancias de poder del Estado confunde los bienes públicos que ha asumido administrar como si fuesen bienes privados, de su persona, para darse la dulce vida, junto a su familia, amigos y allegados, a la vez que va haciendo clientela con esos fondos públicos para comprar conciencia de los votantes, los cuales le garantizan su legitimidad y reproducción en el Estado.

Este camino se ha estado ensanchando con las zonas grises, las quiebras de valores, el endeudamiento económico, el rezago en el mundo educativo, tecnológico digital y en la desconfianza en el sistema de partidos tradicionales. El seguir por ese camino y seguir trillándolo, es posible y es real.

Sin embargo,  la búsqueda de un nuevo camino entra en nueva posibilidad, en una nueva perspectiva que puede ser real, si es asumida desde una visión filosófica que implique al cibermundo, sobre una construcción educativa, cultural y la ciberpolítica en donde esta última entre al escenario dominicano no para sustituir la política, sino para cambiar la forma de hacer política, la que implica al sujeto cibernético organizado en redes, no en pirámides, sino sobre un liderazgo compartido, no mesiánico,  sin pensar que hay “masa”, porque cada quien tiene algo que decir, y lo dice. Con la ciberpolítica se abre la posibilidad de buscar una democracia dialógica diferente  a lo que hoy se entiende por democracia.

.En tal sentido,  hay que atreverse a  inventar, a imaginar un camino contra el dualismo pesimismo–optimismo en la sociedad dominicana, y luchar por una modernización social, ecológica, cultural, digital y política imbricada al cibermundo, a la cultura e innovación, a la filosofía de  la tecnociencia, articulada a lo global-local.

(*) Extracto de la conferencia, de investidura como Miembro de Número de la Academia de Ciencia de República Dominicana. 26/8/2015