Hace cierto tiempo escribí un artículo que titulé “de Megadivas a chapiadoras” donde presentaba el origen del término y mi crítica de que solo a las mujeres se les tildara de chapiadoras desde un sentido despectivo en desmedro de muchos hombres que también hacen lo mismo, inclusive demostré que el concepto fue utilizado primero en hombres que en mujeres pero que solo era negativo si la mujer lo hacía, pero al hombre se le celebra.

Hace dos semanas me encontraba realizando un taller con maestros y maestras de una provincia del sur y en un momento en que analizábamos el contexto social salió a relucir el nuevo oficio y modo de ganar dinero que están realizando muchos jóvenes y es lo que ellos llaman el chapeo. ¿En qué consiste esto?

Sucede que hay jóvenes que suelen crear perfiles falsos en Facebook en donde se hacen pasar por mujeres para establecer contactos y una posible relación con hombres de otros países, especialmente europeos. Escuchar aquello para mí fue una novedad, pero al mismo tiempo una preocupación pues me contaban que muchos de estos jóvenes hasta han dejado la escuela o se trasladaron al horario nocturno porque el día lo dedican a chatear con hombres desconocidos desde perfiles falsos-

Evidentemente el tema me interesó y empecé a formular preguntas. Por ejemplo ¿Si la persona decide llamar a esa mujer con quien tiene una relación cómo lo hacen? Me respondieron que buscan algunas chicas de cómplices que les sirva en ese momento para tomar la llamada y hacerse pasar por la joven con quien se supone está teniendo una relación.

Lo delicado de todo esto es que consiguen que esas personas a quienes han conquistado les envíen dinero prácticamente mensual y no sé si sería exageración, pero me decían que existen jóvenes que hasta vehículos han comprado con las remesas que les envían sus conquistas.

Cuando escuché esto pude relacionar el caso de un extranjero que vino al país detrás de una chica que había conocido por chat y que luego no apareció mientras el señor deambulaba por nuestras calles perdidamente enamorado de alguien que posiblemente no existiera o de alguien que le haya jugado un mal papel haciéndose pasar por una mujer.

Quizás es una historia que puede sonar infantil, pero lo cierto es que esto me lo contaban maestras y maestros, una acción que debe llevar a la reflexión de mucha gente pues las redes sociales parece que nos otorgan el derecho de mentir con facilidad y de engañar sin que eso produzca en el individuo el más mínimo rubor y eso debe llamar la atención.

Quizás a diario criticamos muchas mujeres a quienes tildamos de forma despectiva como chapiadoras, sin embargo, esta acción cometidas por hombres jóvenes no suele mover a la reflexión de nadie. A todo esto, hay que agregarle que las maestras se han convertido en un nuevo blanco de conquistas de hombres jóvenes pues a decir de ellos ganan bien y los pueden mantener. Por lo que puedo observar el chapeo se está convirtiendo en una cultura basada en la ley del menor esfuerzo.