Tiene forma de cobra y se encuentra en la base del cerebro, conocido como el “complejo R”.
De acuerdo con el antropólogo Clotaire Rapaille, el cerebro reptiloide es el símbolo arquetipal de la serpiente que engañó a Eva en el Edén y representa el instinto básico de supervivencia de todo ser humano. Es grupal y territorial y su objetivo principal es el de sobrevivir a como dé lugar, siendo el miedo su estímulo por excelencia. Por eso los políticos juegan con el cerebro reptiloide de los ciudadanos como juega un gato con los infelices ratoncitos, sobre todo si éstos intentan ponerle un cascabel a sus pretensiones de depredador empedernido.
Esto explica el fenómeno del terrorismo intencional en el cual hemos vivido desde el 11 de septiembre del 2001. También explica el fenómeno de Donald Trump. Ciudadanos con un alto nivel educativo respondiendo al estímulo del miedo rampante de sus propias inseguridades. Miedo a los inmigrantes, miedo a las asociaciones LGTB, miedo a los mahometanos, miedo en todos los rincones y en todas partes, como una manera automática de solucionar sus problemas vivenciales
Este tipo de ciudadano siempre responde al candidato que mejor manipule ese miedo incrustado en sus cerebros reptiloides. Es lo que se conoce como el síndrome del “fight-flight” (atacar o huir), con sus consabidas descargas paranoides de adrenalina y de epinefrina que alteran los nervios y condicionan hacia la violencia como forma para solucionar los problemas.
“Don’t confuse me with the facts, my mind is already made up” (no me confundas con los hechos, ya he tomado mi decisión) es la divisa característica de los que viven a merced de sus cerebros reptiloides. Han visto tantas películas que la realidad objetiva les resulta incoherente y responden automáticamente a los estímulos de los encantadores de serpientes de turno (los demagogos populistas que les prometen un cambio de realidad, de acuerdo a lo que ellos consideran “bueno” para sus cerebros reptiloides). Esto se puede aplicar a cualquier país.
Los estrategas de Donald Trump mantienen a más de 6 millones de seguidores en Twitter, influenciando sus mentes reptiloides. Hillary Clinton cuenta con 5.4 millones y mantiene a su staff tecleando las 24 horas del día en busca de votos indecisos.
Ahora notemos este dato curioso: “Stephanie Hannon, una de las ejecutivas de Google ha sido contratada por Hillary Clinton para ser la directora ejecutiva de tecnología de su campaña, junto con Eric Schmidt, el presidente de la junta dueña de Google, llamada Groundwork.
Julian Assange, el fundador de Wikileaks, ha dicho que Google es el “arma secreta de Hillary Clinton”. Sin embargo, hay muchos esqueletos en su closet que, de salir a la intemperie, le darían a todo el mundo tiriquitos. Por eso, su regreso a la Casa Blanca, como la primera fémina presidente, no está aún garantizado, aunque Hannon y Schmidt podrían “conseguirle” millones de votos.
En cuanto a Trump, quien en realidad no es el candidato preferido de su propio partido (de ahí la abrupta entrada a la contienda de Mitt Romney y la inesperada salida de Jeb Bush). Se habla en secreto de sus conexiones con el bajo mundo y, si continúa peleándose con titirimundachi, sus días en la contienda están contados, a pesar de su ventaja en las primarias.
“It is a long way to Tipperary” (falta mucho para llegar al pueblo de Tipperary), como dicen en Irlanda. Tanto para Trump como para Hillary.
De acuerdo con el Pew Research Center de Washington, el 83% de los estadounidenses usa a Google como su instrumento preferido. Esto hace que el candidato apoyado por esta industria electrónica podría convertirse en el posible triunfador en las elecciones. De hecho, Google contribuyó con US $800,000 a la campaña de Barack Hussein Obama en el 2012. Este fue un factor que hizo que la balanza se inclinara hacia Obama, sobre todo cuando su contribución al otro candidato, Mitt Romney fue de apenas US $37,000. (Robert Epstein, “Subliminal Stimulation, Controlling People without Their Knowledge”, “Estimulación Subliminal, Controlando a la gente sin que se den Cuenta).
Aldous Huxley, en “Brave New World” pinta a una sociedad donde la manipulación de la conducta colectiva es controlada a través de la ingeniería genética y los estímulos condicionados. Huxley fue el precursor de su compatriota George Orwell, quien, en su novela “1984”, describió a una sociedad donde el pensamiento mismo de sus ciudadanos es controlado y manipulado a control remoto sin que ellos mismos caigan en la cuenta.-
Ese es el mundo en el que estamos viviendo en nuestros días, donde se subsiste a base del bombardeo constante subliminal de comerciales televisivos, escenas estremecedoras de refugiados invadiendo a Europa, dudosos y constantes ataques terroristas cuando menos uno los espera, virus apocalípticos, anuncios propagandísticos, campañas electorales donde se falsea la veracidad de los hechos y se inventan sucesos irreales para obtener los votos de los aprensivos ciudadanos, víctimas propiciatorias de sus cerebros reptiloides. Escándalo tras escándalo, golpe tras golpe fríamente calculado a la distancia.
De acuerdo con Vance Packard, en su libro “Los que convencen a la distancia” (“Hidden Persuaders”), se ha llegado al colmo de que se ha creado un conciliábulo entre las grandes corporaciones y los políticos, los cuales contratan a científicos de la conducta para influenciar las mentes de los ciudadanos, cambiando su manera de pensar. No es coincidencia que existan psicólogos sociales y psiquiatras incrustados en la CIA, en el Pentágono, y en el personal de campaña de los políticos.
Tampoco es coincidencia que existan más ex senadores y ex diputados trabajando en estas corporaciones internacionales que en el mismo Congreso. Es lo que se denomina “the revolving door” (la puerta giratoria) entre el Congreso y las grandes corporaciones, donde los congresistas se han convertido en representantes de éstas y donde son estas corporaciones las que “eligen” y mantienen a estos políticos en Washington, costeándoles sus campañas. Sin su apoyo ninguno de ellos es “elegido”, convirtiéndose después en sus lobistas preferidos.
En otras palabras, que el que controla al cerebro reptiloide de los votantes es siempre el que gana. O por “persuasión” o por puro miedo. Eso lo saben muy bien Donald Trump, Bernie Sanders y Hillary Clinton, tal como lo sabía Vito Carleone,
“El Padrino”: “Hay siempre que hacer ofertas que no puedan ser rechazadas”.
En esas estamos.