Acomodando números para un “palé”, escogiendo quinielas de loterías, carreras de caballos o equipos de fútbol, encontramos mayor racionalidad y virtudes que en esas mutuales y tripletas electorales que se barajan en los medios. Se ofrecen combinaciones al margen de ideologías, de programas, carentes de principios. Apuestas de ruleta: pongo una ficha al dos y me cubro con el siete. Esto es un casino político de la peor clase. 

 Mezclan partidos, boletas, colocan dineros entre diputados y senadores, y  esperan la próxima jugada de un  presidente con “cara de póker”.  De resultar exitosas una de esas mezclas, supondría una de las más descarnados e inmorales jugarretas políticas que hayamos visto. Sería la confirmación (aunque hace tiempo la tenemos) de que nuestra anacrónica élite política es capaz de beber de cualquier pozo séptico con tal de acceder a la presidencia. Juegan al azar el destino republicano. 

Produce escalofrío escuchar y leer analistas especulando sobre las candidaturas electorales, insinuando que quienes aspiran el poder negociarían hasta con Trujillo para alcanzarlo. No consideran al votante, pues tienen el convencimiento de que cualquier aspirante del partido oficial engatusará al pueblo y se haría con los votos repartiendo dinero.  A veces, esos croupier del análisis desacreditan organizaciones civiles, por el simple hecho de atacar la corrupción y pedir justicia. Lo hacen con la Marcha Verde y Participación Ciudadana. No quieren jugadores nuevos. Ni en las más degradadas democracias acontece algo parecido

Colocan a Danilo con Hipólito; a Abinader con Leonel; a Leonel con el reformismo; y a Hipólito lo aparean con el síndico del Distrito fracturando al PRM.  Afirman que este último favorece la impunidad, y que Abinader tiene corruptos  favoritos.  Margarita parece ser el as bajo la manga, y Navarro saldría a desbloquearle el dominó a Danilo Medina. 

Parece no importarles el peligro de una vuelta al poder de Leonel, a sabiendas  de que  sufriríamos el mismo equipo de forajidos que le acompaña saltándose la justicia una y otra vez. Y si Danilo repite, será el balazo mortal de la ruleta rusa que jugamos. Cualquiera que fuese, incluso otro millonario del PLD, quedaría consolidada una dictadura de partido y perderíamos la democracia. 

Entre la gente común, horrorizada ante el casino soez donde se juega el poder, se arraiga la creencia de que, sea quien sea, todo seguirá igual. Descorazonados, imaginan a sus hijos creciendo en un país sin leyes ni consecuencias. Abrumados, no creen siquiera en las jóvenes promesas que afloran en el quehacer político. Es difícil hacerles pensar de otra manera: tienen frente a sus ojos demasiada porquería con estas apuestas desvergonzadas al número 1. 

El liderazgo emergente, hasta ahora fuera de la jugada, no se nota mucho entre el griterío, las pujas, y los escándalos de veteranos apostadores. Una pena. Estamos necesitados – sé que por ahora no los tendremos  – de candidatos nuevos, con ideas y sin compromisos previos. Es de lamentar que no hayan podido entre ellos concertar y escoger un candidato. Se dice que sufren del síndrome del caudillismo, que otros llaman del “trujillito”.

Al final de esta primera partida, la constitucional, tendremos ganadores, y volverá a girar el bombo en las primarias. Unos pocos gritarán ¡bingo!  Irán luego por el gran “jackpot” presidencial. Quien se lo lleve decidirá si sigue el juego o se toma en serio las necesidades sociales, morales, y económicas  de este país.