La manera alegre en que diversos medios de comunicación se pronunciaron a lo que algunos "expertos" de la DNCD bautizaron como "El Cártel del Cibao" denota la falta de conocimientos de algunos medios de prensa local y de esa institución antidroga sobre qué constituye un cártel. Al juzgar por las pruebas presentadas y los elementos de dicho caso, las actividades de la red de narcotráfico asentada en la región norte del país tiene las características propias de una Organización de Tráfico de Drogas (OTD), y no de un cártel. Existe una brecha muy acentuada entre una OTD y un cártel, factor que debió ser revisado antes de tan relajado pronunciamiento. Remitiéndome a las pruebas, el "bautizo" no hace honor a la verdad, dando muestras de que el desconocimiento y el sensacionalismo se apoderaron de varias bocinas y, en vez de informar, terminaron desinformando a la población ya fuere por ignorancia o por razones oscuras.

Lejos de estar en desacuerdo en que se comunicaran las versiones que surgieron tras el decomiso de cocaína encaletada en una lancha en Samaná, como propiamente lo hicieran diversos medios, el problema surge cuando algunos medios de comunicación deciden plasmar en sus páginas afirmaciones irresponsables, catalogando como cártel a la red narco en el Cibao sin propiamente analizar las pruebas existentes. Y es que un esfuerzo por validar la información obtenida por esos medios informativos utilizando fuentes independientes, así como una minuciosa revisión de nuestra historia reciente en materia de narcotráfico, hubiera sido más que suficiente para demostrar que el denominar como "Cártel del Cibao" a esa organización criminal operando en el norte de la isla fue, además de inapropiado, una acción irresponsable.

Existe una diferencia marcada, por demás vital, entre una OTD y un cártel: las OTDs no poseen grandes cuerpos armados (milicias privadas) mientras que los cárteles se caracterizan por un poderío "militar" que hace inexistente la gobernabilidad en las regiones en donde operan. Como vivo ejemplo, miremos el caso de Mexico, país donde existen regiones gobernadas por estas organizaciones criminales. En ese país, estas organizaciones dedicadas a negocios ilícitos se adueñaron de territorios, enfrascándose en enfrentamientos armados con agencias de seguridad del gobierno en una cuasi-guerra civil, logrando imponer su dominio y luego haciendo nulas e inexistentes la aplicación de leyes y el control gubernamental en esas zonas.

Asimismo, otra de las diferencias entre una OTD y los cárteles es la composición orgánica de las mismas. Las OTDs son organizaciones con un sistema de comando, control y jerarquía destinadas a la producción, transportación y distribución de sustancias controladas. Dichas organizaciones pueden formar parte de un cártel o estar asociadas a los mismos, enquistadas alrededor de la red pero sin formar parte de ella. En el caso de un cártel de drogas, este es definido como una organización compleja, compuesta por múltiples OTDs y células con asignaciones específicas como transportación de la mercancía, seguridad, labor de inteligencia y área financiera.

Al analizar el panorama ya descrito y poner en perspectiva las características de la red de narcotráfico que operaba en el Cibao, es evidente que catalogarle como cártel es ponerle un camisón que le queda bastante grande. El nivel operacional y las ramificaciones en el área de seguridad debido a posibles actos ilícitos de esa red de narcotráfico no corresponde a los elementos que constituyen un cártel. Toda la evidencia aportada hasta estos momentos en el referido caso sólo sustenta la tesis de que esa banda delictiva era una de las tantas OTDs que operan en nuestro país, y no un cártel como algunos erróneamente han declarado.

Pero si escudriñamos más a fondo, empezamos a observar datos que además de interesantes, obligan a cualquier ciudadano dominicano a preguntarse el porqué de tan desacertado "bautizo". Según datos filtrados a la prensa, la red de narcotráfico del Cibao traficó unos 1000 kilogramos de cocaína en un periodo de 11 meses, lo cual es equivalente a 1 tonelada métrica. Números significativos, sin lugar a dudas, pero que reflejan una capacidad de trasiego propia de una OTD, y no de un cártel. Datos ofrecidos por el Reporte Mundial de Drogas (2010) de la ONU nos permite señalar que un cártel trafica cientos de toneladas al año; cada cargamento, ya sea vía aérea, marítima, o terrestre tiene un peso promedio mínimo de 1 tonelada y un máximo de 9 toneladas (salvo algunos casos en que el cargamento es enviado utilizando contenedores). Como se puede apreciar en estos números, la red narco con sede en el Cibao estuvo muy lejos de alcanzar los niveles necesarios para convertirse en un cártel ya que, aproximadamente, traficó una tonelada en un período de casi un año.

Asimismo, debemos comparar las cifras del caso en el Cibao con las cifras de los casos de narcotráfico más sonados en nuestra historia reciente. Tras ese ejercicio, salen a relucir elementos que todos, incluyendo la opinión pública, debimos cuestionar tras la publicación de la desarticulación del supuesto "Cártel del Cibao". Un ejemplo es el caso de Quirino Ernesto Paulino, quien guarda prisión en los Estados Unidos. Desde 1996 al 2002, un período de 6 años, el mismo Quirino declaró ante la fiscalía de la ciudad de Nueva York que traficó 30,000 kilogramos (30 toneladas métricas) de cocaína hacia territorio estadounidense. Esa cifra equivale al tráfico ilícito de un promedio de 417 kilogramos de cocaína al mes, cantidad muy por encima al promedio de 91 kilogramos al mes que, según cifras aportadas por un diario dominicano, la red de narco asentada en el Cibao traficó mientras estuvo en operación. Aun así, nunca hubo un pronunciamiento oficial de un supuesto cártel de Quirino, lo cual pone en evidencia la incongruencia del calificativo otorgado a la red narco del Cibao.

De igual forma y, en referencia a la matanza de Paya, Baní, el contraste de ese caso con la red de narcotráfico del Cibao arroja elementos importantes. En Paya, todos los reportes apuntan a que el cargamento de cocaína que entró al país desde Colombia fue de 1,200 kilogramos. Esa cantidad fue el resultado de un solo evento de transportación de mercancía y, aun siendo así, representó en su momento una cantidad mayor que toda la cocaína traficada por la red narco del Cibao durante el transcurso de 11 meses.

Ambos casos (Paya y Quirino), así como la caja de pandora que ha destapado el expediente de la red de Figueroa Agosto, sirven como la mejor muestra de que el Sur y el Este de nuestro país son los puntos estratégicos y de mayor flujo de sustancias controladas en toda la geografía nacional. Ambas regiones tienen el porcentaje más elevado de entrada y salida de cargas ilícitas, ya sea vía terrestre, marítima o aérea.

Ahora bien, basándome en las evidencias ya expuestas, lo que resulta disonante es que ningún medio haya publicado en primera plana la existencia de un supuesto cártel del Sur o del Este, pero hicieron lo propio con la red de narcotráfico del Cibao aun cuando sus transacciones ilícitas están muy por debajo de los ejemplos citados. Y no es que busque minimizar las actividades ilícitas que obviamente venía realizando la red narco asentada en el norte del país, pero es evidente que la aplicación de parámetros y los filtros de objetividad con que se valoraron estos casos se perdieron en algún terreno baldío.

Muchos querrían argumentar que se presume que la red del Cibao tenia vínculos en Colombia y México, dándole un status aun mayor en comparación a otros casos. Para quienes exponen este argumento, la explicación es muy sencilla: TODAS LAS ORGANIZACIONES DE TRÁFICO DE DROGAS EN EL PAÍS, POR MÁS PEQUEÑAS QUE SEAN, TIENEN VÍNCULOS EN COLOMBIA, MÉXICO, O AMBAS NACIONES. Nuestro país no produce hoja de coca, lo que obliga a las redes de narcotráfico a comprar la mercancía de suplidores en países productores. Ahí está el primer vínculo. A su vez, los cárteles en México han tomado gran parte del dominio de la distribución de cocaína en la región noreste de los Estados Unidos, hecho que ha facilitado el establecimiento de nexos entre narcotraficantes dominicanos con conexiones en ciudades como Nueva York y Boston, y cárteles mexicanos.

Afirmar que en nuestro país existe un cártel de la droga, ya sea en el Este, el Sur o en el Cibao, es la falacia más grande que cualquier institución gubernamental o medio de comunicación podría pronunciar. Importantes compendios como los informes del Departamento de Estado Norteamericano para asuntos de narcotráfico (2010), el Centro Nacional de Inteligencia Anti-Drogas (2010), la Oficina Nacional para Pólizas de Control de Drogas, así como el informe titulado Reporte Mundial de Drogas (2010) de la Oficina de Drogas y Crímenes de la ONU, identifican a México como el único país en nuestro continente que en la actualidad sufre del flagelo de los cárteles. Según estos informes, exceptuando a México, todas las organizaciones criminales envueltas en el trasiego de drogas son catalogadas como Organizaciones de Tráfico de Drogas (OTD).

Aun así, es importante reconocer que, sin lugar a dudas, las redes de narcotráfico operando en toda la geografía nacional han desarrollado conexiones con cárteles. Penosas realidades como el sicariato, el innegable incremento en el flujo de drogas a través de la isla y la forma en que el narcotráfico a permeado diversas instituciones gubernamentales ofrecen indicativos de cómo los tentáculos del narco han ido incrementando su alcance en el seno de nuestra sociedad. Y esto si que es preocupante pues, aunque aun no tengamos un cártel, estamos experimentando todas las dolencias que aparecieron en el camino de países como México y Colombia en su trayectoria hacia una "narco-guerra".

Asimismo debe preocuparnos la deficiente preparación de la institución llamada a contrarrestar el flagelo del narcotráfico en nuestro país. El paso de primer orden para plantear estrategias de prevención y persecución de organizaciones criminales radica en propiamente definir e identificar la naturaleza de las mismas. Evidentemente, tras erróneamente catalogar la red de narcotráfico del Cibao como cártel, la DNCD ha demostrado una incapacidad encomiable en esa importante función.

Por otro lado, debemos cuestionar el manejo dado por algunos medios de comunicación al caso de la red de narcotráfico del Cibao. Si mi memoria no me falla, la cualidad más importante en un periodista es la objetividad con que se deben abordar los temas, alejándose del sensacionalismo para servir a nuestra población como vehículo de conocimientos basados en datos fidedignos. En el caso del supuesto Cártel del Cibao, todos los medios que asumieron esa designación como verdad absoluta sin previamente analizar los elementos presentados faltaron no sólo a la ética profesional, sino a toda la población dominicana que no merece ser desinformada de esta manera. Una corrección de esos medios, en este caso, más que un deber es una obligación.