La DICAN, LA DICRIN, Y LA DNCD en el ojo moral  del huracán.  Políticos, empresarios y los jerarcas de la iglesia,  han hecho lo que acostumbran   hacer cuando ven  la puerca retorcer el rabo; pues se limitan, nada más y nada menos que entonar, para no darse por aludidos, el merengue de Guadualito: “Guardia, yo no estaba ahí,  cuando ese rebú, que acaban la fiesta y apagan la luz”.

La policía rompió fuente, un día tenía que ser; la mujer lo hace a los 7 o 9 meses, y puso en evidencia  que de las tres criaturas que parió,  nadie se atreve a reclamar el derecho de paternidad  de los  monstruos  engendrados, que han dañado, por demás,  sensiblemente  la confianza de la sociedad dominicana.

Tanto: políticos,  como empresarios y sectores de la jerarquía de la iglesia, y de manera particular, su cardenal, que siempre se   despachan  con  manifiestos, ruedas de prensa y espacios pagados,  respaldando el buen trabajo de la policía cuando abate y planta drogas a los hijos de machepa de barrios, parajes y ciudades; esta vez han  hecho uso del silencio cómplice de su conciencia corrupta ¿Dónde están?

El señor José Antonio Najri  y el CONEP, deben reiterar su Espacio pagado de 2009 en el que santificaban y bautizaban con aguas del Nilo,  la pureza y justeza de la policía dominicana cuando esta  acometía  la mayor holeada de crímenes contra ciudadanos, parapetada y al amparo de necesarios  intercambios de disparos, auspiciada esta tragedia social,  por el entonces jefe de la policía, Guillermo Guzmán Fermín, llamado el cirujano por la nobleza de sus acciones y,  padre espiritual de las mayores  violaciones a los derechos humanos, quien, como si fuera poco, cual angelito,  no mancaba un  domingo a misa y se jondeaba su sagrada  hostia.

El Cardenal López Rodríguez, debe sermonear en esta ocasión y recomendar,  si es flores o balas, lo que hay que tirar a los angelitos de la DICAN Y DICRIN. En el caso de los delincuentes de barrios, una vez,  él evangelizó a la policía para que no tuvieran  piedad ni contemplación, y; si estos osaban tirarle un tiro, decía el cardenal entonces,  les devolviesen una lluvia de balas, no de flores. ¿Cuántos de los implicados en este escándalo de la DICAN, han caído abatidos, producto de intercambios disparos  con   sus propios compañeros de armas en el operativo que encabeza la Procuraduría General de la República?

El señor José Antonio Najri  y el CONEP, deben reiterar su Espacio pagado de 2009 en el que santificaban y bautizaban con aguas del Nilo,  la pureza y justeza de la policía dominicana cuando esta  acometía  la mayor holeada de crímenes contra ciudadanos

En más de una publicación hemos reiterado que el mal de la policía  es de origen y  que ésta,  está dañada en los cimientos mismo de su estructura y funcionamiento. Que la reforma que tanto se alardea cada vez que hay situaciones bochornosa en su interior, no puede ser de simple modernismo tecnológico o justeza salarial. El asunto es más profundo y complejo. La tecnología en manos de mentes criminales señoriales; es más peligrosa y destructiva, que en manos de los criminales mismos. Y este es el caso de una buena parte de la policía dominicana, tal vez la mayoría.

Hay que  construir en la Policía Dominicana una cultura y mentalidad de respeto por la vida, fundamentada  en valores de justicia, seguridad, libertad, solidaridad e igualdad. En la conciencia del policía hay que hacer nacer el sentido de que el otro es una persona-su hermano y ser humano hijo de Dios, que él, policía,  no puede decidir hasta cuando vive o muere.  Planteamos en la entrega anterior, y lo reiteramos en esta, que el legado del actual jefe de la policía, General Manuel Castro Castillo, será; “desacostumbrar la policía dominicana a matar”. La policía no puede seguir operando al margen de la justicia y el derecho,  razón propia  de sociedades civilizadas.

No quiero concluir estas reflexiones sin traer a colación un juicio del filósofo  Italiano Galileo Galilei, nacido en Pisa y trasladado a Roma para ser juzgado por la inquisición católica  por sus puntos de vista con relación a la ciencia y la verdad de sus razonamientos.  Antes  de citarlo me hago la siguiente pregunta ¿Cuál es la competencia y autoridad de los que pretenden reformar la policía dominicana? Son: amigos, amantes, colaboradores, aliados pusilánimes, personas de confianza incondicionales,  compañeros o Empleados de un Ministro de Estado, Senador o diputado. ¿Cuál es el criterio de Estado que prima en su escogencia: personal político  o de competencia  académico-profesional? Citemos ahora a Galileo: “En la mentalidad pre-científica, el parecer de una autoridad ilustre cuenta más que la experiencia y la verdad misma”.

Esa mentalidad pre-científica en la teoría de la ley de los  tres estadios de Augusto Comte se corresponde con el mito y  la superstición donde primaba la barbarie y el salvajismo. Estadio, éste,  de donde hay que sacar la policía dominicana, transformándolo con la formulación de una nueva doctrina de ingreso y permanencia, en la que  su honor y compromiso, eje fundamental de este redireccionamiento,  sea con la vida y la persona humana y sus derechos.

Para que la reforma que se predica sea auténtica y verdadera,  los reformadores no pueden ser autoridades ilustre; sino, doctrinarios con competencias científicas y académicas que promuevan con visión positiva una reorganización social e institucional de la Policía Dominicana. Reforma que debe tener como punto de partida la modificación del artículo 255 de la Constitución Dominicana, que  declara la Policía de forma absurda y aberrante,  cuerpo armado. La policía has de ser un cuerpo civil del orden público,  de  servicio a la comunidad,  para la  seguridad  y paz ciudadana.