Cuando me auto impuse  como tarea elaborar algunas reflexiones sobre este asunto que llaman dignidad humana y libertad de la persona,  la incertidumbre se apoderó  de mi espíritu, y como si estuviese aplastado por cien quíntales de acero no lograba articular un solo argumento que resultara convincente a una sociedad, la dominicana, convulsionada por la violencia,  el crimen y la corrupción.  A pesar  de esta lucha interna entre el desánimo  y la memoria; recordé al padre del personalismo Emmanuel Mounier,  quien  en sus reflexiones sobre la dignidad de la persona planteaba: "Combatir la violencia es necesario,  pero evitarla a cualquier precio  es renunciar  a todas las grandes tareas humanas".

Esta tesis de Mounier, me hicieron retomar los planteamientos que de forma reiterada y categórica esgrime el Cardenal López Rodríguez para justificar los crímenes policiaciales en los   llamados intercambios de disparos  o ejecuciones extrajudiciales, violatorios por demás,  de todo tipo de derecho contra la dignidad de la persona y la vida humana. El Cardenal en cada evento de esta naturaleza, endosa y refuerza la acción acometida por la policía conminándoles  a que  combatan  la delincuencia "sin piedad ni contemplación." La piedad y la contemplación son dos de los grades  grandes valores de la espiritualidad católica, dones que la gracia de Dios otorga a quellos cuyos méritos le hacen potenciales canonizables, como vía de   elevación a la santidad.  Nunca he entendido este lenguaje pastoral del Cardenal y pastor cuando se refiere los supuestos delincuentes y la policía, a pesar de yo, haber desarrollado interés por la doctrina social de la iglesia, a través  de sus publicaciones  en los años 1984-85, en el periódico Nuevo Diario.

La policía ha ido construyendo una cultura de  muerte silenciando la vida y la libertad que tiene el ser humano a vivir a plenitud la vida personal. Los derechos de transitar libremente, pensar y disfrutar lúdicamente  con plena libertad carecen de certidumbre y seguridad en esta superficie social llamada civilización humana o sociedad dominicana. El caso de Miriam Cruz es la mejor muestra de esta cultura contra la vida en la que una horda de policías  salvajes,   que sin  piedad ni  contemplación  le caen  atrás a una vida o vidas humanas,  empujados más que todo por la nueva doctrina de la actual jefatura policial, que entiende que ponerse a las alturas de las circunstancias  es: perseguir, cazar y enterrar.

La policía y los grupos de poder han desarrollado una perversa conciencia en la que se creen dueños y señores de la vida y  la dignidad de la persona.  Parecen  estar poseído por Satán y  ser presa de lo que Mounier plantea en su texto El Personalismo, como: "Las técnicas modernas de envilecimiento, las facilidades del dinero, las resignaciones burguesas y las intimidaciones partidarias son mas mortales  que las armas de fuego porque desarman esa ciudadelas  interiores." ¿Qué es para Mounier la  ciudadela interior? Es la vida, es la espiritualidad, es la familia, es la solidaridad, es el respeto, es la fraternidad, es la certidumbre de paz  y es la dignidad.  Las grandes tareas de que habla Mounier están fundamentadas en la paz, la justicia social, el respeto, amor a Dios y al prójimo. Hay que educar, no matar. Hay que crear vidas, no matar. Hay que respetar, no matar. Hay que construir un mundo más justo y humano, no Matar. No es posible, y mucho menos es el ideal de sociedad civilizada,  una policía donde existen carniceros  que matan seres humanos.