Mensaje de un acompañante que puede traer entendimiento y renovación espiritual por su presencia real.
El Evangelio de este día, 3er Domingo en Pascua de Resurrección, tomado de Lucas 24: 13- 35, nos dice lo que sucedió en la tarde del 1er domingo de la Resurrección en el camino de Jerusalén a Emaus. Esta historia es acerca de dos discípulos con quién caminó Jesús a ese pueblo; y tiene una importante y simbólica enseñanza para los creyentes cristianos.
Jesús camina y acompaña a dos discípulos tristes, acongojados, atribulados, perplejos, y se acercó a ellos, les habló, y les explicó las profecías de lo que sufriría el Mesías, antes de ser glorificado. Cuando llegaron a Emaus, el impresionante acompañante de los dos discípulos, hizo como que se despedía de ellos. Como era de noche, le invitaron a quedarse en su casa, y desde luego a cenar con ellos.
Al comer, el Señor Jesús hizo algo que él acostumbraba a hacer: “tomó el pan y dio gracias a Dios”. Con ese gesto de partir el pan, se les abrieron los ojos a los discípulos y reconocieron al crucificado. La experiencia sirvió para manifestar la “real presencia de Jesús”, el Cristo Resucitado. Esta revelación de “la presencia real de Jesús”, tomó una nueva dimensión, un nuevo carácter, una naturaleza muy especial, debido a la forma y hábito de dar gracias a Dios y partir el pan. Se puede señalar que, caminando con Jesús, y percibir “su presencia real”, tiene notable significado para ti, y todos los creyentes cristianos:
a) Jesús nos acompaña siempre, pero a veces no nos damos cuenta que es el Señor.
b) El Señor Jesús camina con nosotros en momentos de soledad, tristeza, dolor, incertidumbre, y le ignoramos, o no percibimos quien es el acompañante, tal como sucedió a los dos discípulos que anduvieron con Él, desde Jerusalén a Emaus.
c) Cuando Jesucristo camina con nosotros, cuando oímos el Santo Evangelio, cuando los corazones arden por las palabras de aliento, y cuando reconocemos su presencia real, “que en verdad Jesús está con nosotros”, grandes cosas pueden pasar: el cansancio desaparece, y de nuevo nos animamos para emprender el camino, nos alegramos, los pesares de la vida se quitan, y tenemos nueva fuerza y seguridad, que confirman la fe en Dios. Esto es así, porque “Jesús es el camino, la verdad y la vida”.
+TA Isaac
Obispo Emérito Iglesia Episcopal Dominicana