En los últimos meses he tenido la oportunidad de compartir con jóvenes menores de 33 años el debate actual sobre la crisis institucional que padece la República Dominicana, producida por la corrupción rampante y la impunidad de los funcionarios del gobierno del Partido de la Liberación Dominicana, que defino como un partido cartel.
El partido cartel se caracteriza por la interpenetración entre el partido y el Estado, en donde el partido actúa como agente del Estado y realiza colusiones o pactos con otros partidos y organizaciones del régimen en base a la prevaricación y el soborno, con el objetivo de vedar otras fuerzas políticas, controlar las instituciones, apropiarse del erario público y dilapidar impunemente los recursos del Estado. Tanto el PLD como sus correligionarios PRSC y PRD son organizaciones creadas por los antiguos caudillos Bosch y Balaguer que controlaron el poder político a partir del asesinato de Trujillo en 1961.
A mi pregunta, qué resultados esperan los jóvenes de  la movilización social a través de la Marcha Verde para luchar contra los desmanes de un poder político cartelizado, la respuesta ha sido: "esperamos que de la Marcha Verde surja un nuevo liderazgo político que pueda disputarle el poder al partido cartel, con cuyo blindaje institucional controla un Estado institucionalmente débil".
Curiosamente, la idea de que la Marcha Verde debe producir un nuevo liderazgo la escuché de un joven investigador residente en Santiago y la había escuchado antes de un joven empresario también santiaguero residente en Nueva York.
Las personas jóvenes dominicanas de menos de 33 años no vivieron el totalitarismo trujillista ni el autoritarismo balaguerista, no conocen las guerras civiles ni las intervenciones foráneas, ni tampoco las movilizaciones sociales sofocadas por militares con grandes saldos en pérdidas de vidas humanas como fue la Poblada de 1984.
Estas nuevas generaciones han optado por hacer sus reivindicaciones políticas a través de marchas pacíficas que se resisten a las pautas violentas y autoritarias del pasado y muestran un compromiso sólido con el rescate de la institucionalidad democrática a través de la eficiencia y la transparencia en el accionar de los funcionarios públicos.
La recurrencia a la movilización social para reclamar acciones políticas es muestra de la desidentificación y la desconfianza de la sociedad en el sistema de partidos.
Con sus expectativas puestas en el surgimiento de un cambio generacional con un nuevo liderazgo político, las nuevas generaciones parecen estar clamando por el nacimiento de una nueva fuerza política que pueda disputarle el poder al partido cartel.