Aferrado al poder y frustrado por haber perdido el apoyo del pueblo, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con extrema desesperación, da sus últimos aletazos, para tratar, vanamente, de impedir lo inevitable: el fin de su Era de 16 Años de corrupción y falta de institucionalidad democrática.

Desde la caída de la dictadura de Trujillo ningún partido permaneció consecutivamente por tanto tiempo en el poder ni se benefició tan exorbitantemente de los fondos públicos como el PLD.

El partido morado se convirtió en un partido hegemónico, llegando a controlar además de los tres poderes clásicos del Estado, los extrapoderes constitucionales, tales como la Junta Central Electoral, el Tribunal Constitucional, el Tribunal Superior Electoral y la Cámara de Cuentas.

Producto del control hegemónico del PLD sobre los poderes y extrapoderes del Estado, el Congreso Nacional fue convertido en una especie de departamento del Poder Ejecutivo y la justicia en una extensión de su Comité Político. Esto dio como resultado que la funesta Era de los 16 años del PLD se caracterizara por la corrupción, la impunidad, el endeudamiento externo y la falta de institucionalidad democrática.

Como consecuencia de su control sobre el Poder Judicial, el PLD ha tenido, hasta ahora, el poder de decidir quien puede ser condenado o descargado en un proceso judicial por corrupción. De igual manera, ha llegado a disponer, por medio del Tribunal Superior Electoral, la entrega de los partidos de oposición a los dirigentes de su conveniencia, tal y como sucedió con el Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

No obstante que, con toda seguridad, el PLD perderá en las elecciones del próximo domingo los poderes Ejecutivo y Legislativo, mantendrá el control del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional, además de una relativa influencia en la Procuraduría General de la República. A esto se suma una cúpula inmensamente rica, como no la tuvo nunca un partido político en la República Dominicana.

Todo esto requerirá de una transición, que tendrá que iniciar el próximo presidente, Luis Abinader, tan pronto tome posesión, el 16 de agosto, tal y como ocurrió en el año 1978, a partir del triunfo del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y su candidato presidencial don Antonio Guzmán Fernández, que dio lugar a la tercera ola democratizadora de América Latina.

La corrupción, la falta de transparencia, la impunidad, la falta de institucionalidad, la falta de equidad y la anomia social, son motivos más que suficientes para pasar a la cuarta ola democratizadora, para construir una sociedad justa y equitativa, en la que impere un verdadero Estado de Derecho.

Mientras tanto, después de fracasada la campaña sucia relativa al narcotráfico, utilizada en todas las campañas electorales por el Partido de la Liberación Dominicana, la organización política que ha tenido más vínculo con ese flagelo, así como la campaña de terror para que los electores no acudan a votar y, de esta manera, provocar una gran abstención, los electores acudirán a las urnas el 5 de julio, motivados por su inquebrantable voluntad de cumplir con su deber ciudadano y votar por el cambio, que encabezará Luis Abinader.