Todos los sistemas políticos en la historia de la humanidad agotan un proceso en el que el cambio se hace más que necesario. Esto es común para todos los países, no importa el continente, régimen ideológico ni el partido que gobierne. El sistema llega a su fin, como todas las cosas, y si no producimos los cambios necesarios en el modelo, entonces la sociedad entra en un período de incertidumbre.
Si un partido o un gobierno se degrada y entra en crisis en el ejercicio del poder, lo más conveniente para todos los sectores de la vida de la nación es que se produzca un cambio en la sociedad. De lo contrario, los efectos negativos de seguir sobre los viejos y corroídos rieles, afectarían a todos los ciudadanos. Los elementos multifactoriales que producen las crisis cesan sólo cuando hay una transformación de dicho modelo, que ha tocado fondo.
En nuestro país, que es el país de todos, y es democrático que así sea, hasta para aquel que es capaz de estafar al Estado con una "pequeña" suma de dinero -diez u once y mil millones de pesos y hasta más- sin que nadie lo investigue, hay un proceso de cambio en la conciencia nacional que nadie podrá detener. Esto nos conviene a todos, y aunque pareciera una ironía, hasta para aquellos que tendrán que ir a los tribunales de la nueva justicia independiente, impostergable, a explicar su fortuna de fácil y oscura procedencia.
Nadie puede cambiar el deseo y la necesidad de cambio que tiene la población. Los factores políticos, económicos, sociales y morales nos obligan a cambiar el rumbo en el país. Es que se ha sido excesivo en la corrupción y la impunidad. Hasta en el marco de la pandemia y el estado de emergencia, los que se consideran dueños del país no dejan de realizar su mala práctica nociva de robo de los bienes públicos que pertenecen al pueblo dominicano. Hay muchas denuncias, escándalos, y hasta algunas acciones de la burocracia estatal, pero sin resultados legales que se conozcan.