El bullying se refiere a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas que ocurren sin motivación evidente, adoptadas por uno o más individuos contra otros.
El que ejerce el bullying lo hace para imponer su poder sobre el otro, a través de constantes amenazas, insultos, agresiones, intimidaciones, entre otros, y así tenerlo bajo su completo dominio a través de la humillación y burla pública. La victima sufre callada en la mayoría de los casos.
Pero el bullying no solo ocurre en las escuelas y lugares de trabajo, sino también vemos como en nuestro país los medios de comunicación se convierten en terrenos de insultos y calumnias para muchos cuando de carencia y capacidad de debate de ideas se trata.
En los últimos días he tenido la triste experiencia de escuchar algunos programas de radio y ver programas de televisión nacional, donde el que hable más alto y que haga mayor escándalo es el que tiene la razón. Esto sucede cuando hay una incapacidad de debatir ideas de manera civilizada y objetiva, la realidad es que en nuestro país se recurre insultar de manera personal a la gente para sentirse en control.
Por ejemplo, quien va a querer llamar a un programa de radio o televisión para debatir un tema o presentar una opinión diferente, cuando lo que hacen es insultarte y humillarte públicamente por tu punto de vista? Yo no lo haría.
Existe el derecho a la libertad de expresión que establece como toda persona tiene la capacidad de expresar libremente sus pensamientos, opiniones e ideales sin ser juzgados, claro cuando estos afecten de manera negativa la integridad o moral de una tercera persona.
Sin embargo, aquí se da en todos los círculos sociales, si dices algo que va en dirección opuesta al líder del grupo o aquel que quiere autodenominarse como tal, eres un osado y atrevido, y es suficiente motivo o causa para aislarte y sacarte del grupo.
Vemos que para temas tales como la Ley de Naturalización, Loma Miranda, el Código de Trabajo, el matrimonio gay, el Pacto Educativo, entre otros, se establecen posiciones muy rígidas, cerradas y amenazantes en los medios, sin permitir el espacio para un diálogo e intercambio de opiniones constructivo.
“Eso es así, porque yo se lo digo” fue un argumento que escuché de un comunicador sin el respaldo de cifras, data, hechos, anécdotas, testimonios, etc. para imponer sus ideas y criterios. Los jóvenes de ahora tenemos acceso a tanta información que necesitamos mucho más que esto para ganar confianza y creernos el cuento.
A nadie le gusta que lo maltraten y traten de imponerle algo a la fuerza, o que lo humillen frente a una audiencia. Tanto los invitados que acuden a los programas como la audiencia que los sintonizan merecen respeto.
Los medios masivos de comunicación deben estar conscientes de ello y controlar más los contenidos que emiten o publican, tratando de minimizar aquellos que generen o promuevan la violencia. Al final del día, tenemos suficiente en las calles de nuestro país.