¿Se acuerdan de aquel gran filme del oeste, el Bueno, el Malo y el Feo, interpretado magistralmente por Clean Eastwood, Elly Wallach, Lee van Cleef, y dirigido por el italiano Sergio Leone? pues aquí en República Dominicana se está protagonizando en estos momentos una cinta muy parecida con el asunto de las repatriaciones, pero con un curioso cambio en la interpretación de los actores que hacen de Bueno y de Malo. Para la opinión internacional, prejuiciada sin duda alguna contra nuestro país, el Bueno de la película es Haití, que hace de víctima – las víctimas siempre dan pena y causan compasión- porque, según ellos, se explotan, humillan, y repatrían a decenas miles de ciudadanos, muchos de ellos nacidos en nuestro territorio, y el papel de Malo le corresponde por lo tanto a la República Dominicana, que es quien asume el papel de verdugo, y los verdugos, salvo que uno sea masoquista, causan temor y repulsa.
Pero si uno se pone a reflexionar con un poco más profundidad, podrá ver que las cosas son al revés de cómo se presentan. En realidad el Malo de esta película es Haití, cuya incapacidad de conformarse en un país evolucionado y moderno a la altura de todos los tiempos que han transcurrido en su devenir histórico, debido a una clase política dictatorial, y una burguesía, crueles y depredadoras hasta lo último, han sido los principales causantes de que la inmensa mayoría de sus habitantes, hayan padecido desde siempre una miseria tan atroz, que lo han relegado al país más pobre y subdesarrollado del hemisferio occidental. Haití es, sin duda alguna, un estado fallido que le falla en proporcionarle un mínimo bienestar a su población, por eso, y como ejemplo extremo, están esas tortas hechas de barro puro y algo de manteca por dentro, que se venden en las calles para llenar el estómago y de alguna manera mitigar el hambre de los más desposeídos.
Es por ello, que sus ciudadanos huyen literalmente de la pobreza y en las condiciones más adversas, sin dinero, sin papeles que les acrediten siquiera quiénes son, hacia otros países donde puedan encontrar mejores condiciones de vida, que por muy malas que estas sean, serán mejores que las que le ofrece su propia tierra. Los hechos avalan esta dura afirmación, Miami está plagado de haitianos, muchos de ellos fungen como taxistas, eficaces y serviciales, nos consta. En Puerto Rico, más o menos de lo mismo. En República Dominicana, su paso natural de emigración por una casi inexistente frontera, hay tal cantidad que puede calificarse como una invasión pacífica, y hasta Brasil, un país de descomunal extensión y la mayor población de América Latina, hace solo unos meses que se quejaba oficialmente de la gran cantidad de haitianos que traspasaban ilegalmente sus fronteras.
Así pues, República Dominicana no es el Malo, sino el Bueno de la película por cuanto como país pobre, con muchas carencias, durante decenas y decenas de años ha acogido esta ingente masa de emigrantes del vecino país, que alcanza o supera el 10% de su población total, donde de alguna manera han sobrevivido, residido y reproducido. Aquí los haitianos se las “buscan” de mil maneras, trabajan en la construcción, en la agricultura, se encaraman en un carrito y venden helados tocando una campanita, en un “tricículo” o en un carrito de supermercado montan una tienda ambulante de tenis y ropa, instalan una paletera en cualquier esquina, venden esquimalitos, frutas, o hacen de guachimanes en las zonas residenciales o comerciales.
¿Qué hay casos, muchos, muchísimos, de injusticias y de abusos de su situación? Seguro, es una población vulnerable por su baja formación, por su carencia de documentos, por su necesidad imperante de buscarse la vida, de trabajar cómo y dónde sea … y siempre hay quienes sacan buen partido de ello, pero de eso a ser tratados como esclavos, de manera inhumana… hay mucho trecho. Si tan mal estuvieran en República Dominicana, de seguro volverían a su patria y, que sepamos, muy pocos lo hacen por propia voluntad. Es cierto que es muy doloroso que los haitianos que vinieron hace muchos años y otros que han nacido y crecido aquí tengan que regresar a una tierra que ya no conocen, pero el origen del problema debe buscarse tanto en Haití, que por su incapacidad administrativa no pudo proporcionarles un acta de bautismo, una cédula, un pasaporte o cualquier otro documento de identificación, como en la República Dominicana por no haber aplicado una política migratoria eficaz desde hace muchos años, la cual hubiera evitado llegar hasta el punto conflictivo donde estamos.
Pero el punto de saturación migratorio haitiano es tal, que se hace necesario ordenar esta situación de una vez por todas, pues está causando serios perjuicios en muchos aspectos vitales del país, como la misma soberanía e identidad nacional, la cantidad y la legalidad de los residentes extranjeros, el desplazamiento de mano de obra nacional por estos, la depresión de las condiciones laborales, el ingente gasto, no retribuido, en múltiples servicios sociales, como educación o sanidad, y muchas otras áreas. La esponja migratoria dominicana ya no puede absorber más haitianos en condiciones ilegales. Ah, ¿el Feo de la película? Ese señor de fuera (y sus colegas )que viene a enrostrarnos en propia cara lo malos que somos con los haitianos para difundirlo a nivel internacional, mermar nuestro prestigio, y propiciar sanciones de todas clases, pero que tiene sobre sus espaldas un cargado currículo de mercenario pagado para llevar a cabo cualquier misión por inconfesable o denigrante que sea, como la que está haciendo en estos momentos, y que afean aún más su vergonzoso prontuario. ¿Estamos claros ahora quiénes son el Bueno, el Malo y El Feo? Esperamos que sí.