LONDRES – La nueva administración del Presidente estadounidense Joe Biden ha comenzado a mostrar la dirección de su política hacia China. Hasta ahora, destacan tres acontecimientos alentadores, que sugieren que Estados Unidos no solo verá al enorme estado leninista de vigilancia como un competidor, sino como una amenaza decisiva para todas las sociedades libres.

Primero fue la declaración del Secretario de Estado Antony Blinken de que el régimen comunista chino está cometiendo un genocidio contra los uigures musulmanes en la provincia de Xinjiang, al noroeste del país. Segundo, Jake Sullivan, asesor de seguridad de Biden, ha destacado la falta de cooperación plena de China con la misión de la Organización Internacional para la Salud que investigaba los orígenes del coronavirus en Wuhan y quizás en otros puntos del país. Si el Partido Comunista Chino (PCC) no tiene nada que ocultar, ¿por qué ha rechazado  una actitud abierta acerca de la fuente de la pandemia?

Por último, y lo más importante, Biden ha dejado en claro su determinación de colaborar con socios para enfrentar los problemas globales. Ciertamente, el PCC está en esa categoría.

A pesar del mercantilismo jactancioso del ex Presidente estadounidense Donald Trump, el Presidente chino Xi Jinping preferiría enfrentar a un Trump reelecto que a unos Estados Unidos liderados por Biden, por la sencilla razón de que lo último que desea China es que las democracias liberales se unan para limitar su deleznable conducta.

En lugar de ello, China quiere sacarse a sus críticos de a uno. Es lo que intentó con Australia cuando el gobierno del Primer Ministro Scott Morrison llamó a hacer una investigación independiente sobre los orígenes de la pandemia. Ahora que Biden reanudará el apoyo estadounidense al multilateralismo y a las organizaciones internacionales, las democracias del mundo deberían estar en mejor pie para poner fin a los groseros modales del gobierno chino.

China calificará cualquier coalición de democracias liberales como un intento de lanzar una nueva guerra fría. No es nada de eso. China ha sido el agresor y las democracias deberían buscar modos de restringir y limitar su conducta peligrosa y dañina. Es necesario subrayar el hecho de que el régimen chino no solo se opone a los valores que sustentan las sociedades libres, sino que es absolutamente , rompiendo su palabra cada que le conviene a Xi.

La cumbre del G7 que se celebrará en junio sería una buena instancia para comenzar las relaciones de socios que exige un mejor orden internacional. El Reino Unido hará de anfitrión, y debe intentar demostrar que todavía puede desempeñar un papel internacional valioso, incluso tras su perjudicial decisión de abandonar la Unión Europea.

Los países del G7 –EE.UU., el Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania, Italia y Japón- invitaron al encuentro a India, Australia y Corea del Sur, y espero que asistan también a las cumbres subsiguientes. Después de todo, las democracias comparten un interés en protegerse a sí mismas y a otros países de las arrogantes amenazas y violaciones a las normas internacionales que el PCC ha protagonizado.

Este nuevo G10 podría debatir la cooperación y colaboración internacionales en sectores de alta tecnología con vistas a evitar una excesiva dependencia de las exportaciones chinas. Y los gobiernos podrían compartir información sobre cómo enfrentar mejor el espionaje chino, el robo de propiedad intelectual y sus iniciativas de usar la colaboración en investigación para robar conocimientos útiles para el ejército chino y su estado totalitario.

Un nuevo G10, junto a otros países, además, debería colaborar más estrechamente con agencias de las Naciones Unidas como la OMS, así como con entidades de derechos humanos y políticas de desarrollo. Cada vez que China ataque las libertades, como lo ha hecho de manera  en Hong Kong o suprima la vida misma como en Xinjiang, debemos denunciarlo colectivamente.

De manera similar, debemos silenciosamente dejarle en claro a Xi que no nos quedaremos a un lado si China acrecienta sus hostilidades hacia Taiwán. Si bien no sería inteligente desafiar hoy la política de “una China”, deberíamos fomentar nuevos contactos con Taiwán y ejercer presión para que la isla sea un observador en la asamblea de la OMS. Taiwán es una democracia vibrante con un excelente historial de salud pública. Considerando los grandes aportes financieros que las democracias hacen a la OMS y el éxito de la detección temprana en Taiwán de la pandemia procedente de China, se merece que esta organización la trate de manera decente.

Además, los países de ese G10 que sean miembros de la OTAN deberían fomentar que la alianza, liderada por su secretario general, desarrolle respuestas de políticas hacia los gestos crecientemente amenazantes de China en la región indo-pacífica.

Finalmente, aunque las democracias liberales no siempre tienen las mismas prioridades de comercio e inversión, sí tienen el interés común de que la Organización Mundial de Comercio funcione con eficacia para garantizar la adherencia a sus normas acordadas y exigibles. Aquí, la administración Biden podría comenzar con el pie derecho al destrabar el nombramiento de nuevos jueces del cuerpo de apelaciones de la OMC que sentencia en las disputas comerciales entre países miembros.

Cabe esperar que los estados miembros de la UE respondan a propuestas como estas mostrando algún nivel de reconocimiento de la amenaza que China representa para todos nosotros. El Acuerdo Integral sobre Inversiones, firmado recientemente entre la UE y China, traerá pocos beneficios a las economías europeas. Es más, algunos miembros de la UE se autoengañan al pensar que el acuerdo mejorará los estándares laborales y acabará con el trabajo forzado en China.

Por desgracia, los líderes europeos en general y la Canciller alemana Angela Merkel en particular, están confiando el desarrollo de un papel global serio de Europa a los departamentos de ventas de Volkswagen y otros grandes fabricantes de automóviles germanos. Mi temor es que la UE esté cometiendo errores estratégicos graves en sus relaciones tanto con China como con Rusia. Estoy seguro de que la Unión conserva algún sentido de lo que deberían ser sus valores.

Biden desea socios serios y comprometidos no solo para contener la mala conducta del PCC, sino también para cooperar con China cuando esté lista para ser constructiva en asuntos como el cambio climático y la resistencia antimicrobiana. Por supuesto, trabajar en conjunto en estos temas va en beneficio de todos. Para las democracias del mundo, también lo es saber hacia dónde debe apuntar la cooperación.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Fuente: https://www.project-syndicate.org/commentary/joe-biden-china-partnership-of-liberal-democracies-by-chris-patten-2021-02/spanish