Existen cosas que, normalmente uno las supone o las escucha decir, pero no ha tenido la manera o la oportunidad de constatar dicha realidad y me refiero específicamente al boroneo de la política.

Ayer domingo estaba en el Ensanche Luperón resolviendo algo de mi carro. Al pasar por una esquina observé alrededor de cien motoristas con la bandera de un político que aspira a la alcaldía por una demarcación de la capital.

En el momento en que pasaba le estaban repartiendo el dinero del recorrido de que harían. Decidí detenerme y conversar con uno de los motoristas, eso sí tuve que mentir y decirle que tenía dos motores disponibles y que quería saber cuánto pagaban para rentarlos.

El motorista, un hombre de tes negra, baja estatura y muy parlanchín, me detalló el negocio. El precio depende del recorrido que se haga, si es en el mismo barrio o si hay que salir a otros barrios de la misma demarcación.

Se les da entre 500 y mil pesos para la gasolina y que les dé para comer algo en caso de que el recorrido sea en la mañana y abarque más del mediodía. Si es en el propio barrio y no excederá las dos horas pueden hacerlo hasta por trescientos pesos.

Hay uno de ellos que se encarga de contactar a los demás y es quien establece la cuota con el encargado designado por el candidato para estos fines. Por lo general quien hace el acuerdo económico es quien distribuye el dinero y no necesariamente es un motorista, sino un líder político que también suele conseguir su parte en esta negociación.

Lo que más lejos tenía es que hay combos especiales, por ejemplo: cien motoristas por cincuenta mil pesos y así sucesivamente. La gente siempre dice que los demás votan por quinientos pesos y un pica pollo, pero es importante señalar que no siempre hay comida. Si la suma de dinero acordada para el recorrido es alta deben cubrir su alimentación, solamente se les proporciona alimentos si se incluye dentro de la negociación.

El pago debe ser por adelantado, pues no confían en los políticos. Aquí es importante aclarar que la desconfianza en los políticos en materia de servicios prestados es casi generalizada y en todos los órdenes, de hecho, amigos publicistas me han confesado que cuando se trata de realizar un trabajo de algún candidato deben pagarles por adelantado o en su defecto el porcentaje más alto de manera que, si en algo les engañan, que sea mínimo.

Ya vemos entonces cómo una contienda electoral se convierte en un boroneo constante para muchos sectores y qué tan cara puede salir una campaña. Lo peor de todo esto es que, si ese candidato llega al poder, debe recuperar esa inversión en lo que en su momento sale de sus bolsillos posteriormente lo pagarán los bolsillos nuestros. Así es el negocio.