Habíamos pensado darle los 100 días de gracia al nuevo Gobierno como suele ser costumbre para ver cómo marchaban los asuntos de su gestión, pero como ahora las cosas de la vida van más que rápidas por las urgencias sociales y económicas, además de la pandemia, creemos que con 70 jornadas de tregua son suficientes.
Desde el comienzo del nuevo mandato se oyeron voces pidiendo la abolición del llamado barrilito, y en las últimas semanas han vuelto sonar con cierta insistencia, al parecer para seguir cayendo en oídos sordos mayoritarios.
El barril, o también llamado tonel, es un recipiente de madera hecho con tiras largas de madera llamadas ¨duelas¨, sirve para almacenar vinos, aceites, pescados y otros comestibles, y es utilizado con gran éxito desde hace siglos.
Y por su uso, su capacidad y su forma, ha cosechado varias acepciones populares: un barril sin fondo para significar el derroche, pues sale más que entra. Estar gordo como un tonel para las personas muy obesas. Y hasta hace algunos años en los comics se representaba a los jugadores que habían perdido todo el dinero en los casinos, en cueros dentro de un barril.
En nuestro país, el llamado barrilito es un derroche de prebendas, dádivas y dineros que van desde cientos de miles hasta millones de pesos, que los gobiernos muy generosamente destinan a los senadores para que las manejen a su antojo o conveniencia, sin que nadie les pase después factura o responsabilidades posteriores. Mala cosa ésta en nuestro patio tan peculiar.
A estas alturas del juego político e institucional, no se entiende que un senador tenga que pagar un ataúd, unas medicinas, o un viaje urgente de una doña a la capital. Esas no son las funciones primarias para las que se le eligió.
De esas necesidades deben encargarse las instituciones del Estado, que abundan -a veces hasta en demasía- y para esos fines están. Es posible que antiguamente el aislamiento de algunas provincias propiciaran este tipo de padrinazgo de corte feudal, pero hoy en día en un país informatizado y comunicado no deberían suceder estas cosas.
Entendemos que el barrilito no es sano porque propicia un clientelismo partidario, y sobre todo personal de los senadores, además de otorgar ventajas competitivas frente a sus posibles contendores políticos.
Y el no controlar los gastos puede propiciar eso de la ¨mitad pá ti y la mitad pá mí¨, o ¨casi todo pá mí, y algo pá ti¨. No necesariamente tiene que ser así, pero estamos donde estamos y conocemos el paño que gastamos.
Ahora lo del dirigente comunista que ya va siendo hora. Es un cuento vejo, pero ilustrativo. En un pueblo se implanta este sistema igualitario y el dirigente lanza un discurso a la población: ¨A partir de ahora, y gracias al comunismo, cada uno tendrá una vivienda¨ el público alborotado en la plaza grita: ¡viva!,!hurra! ¨A partir de ahora todos tendrán un carro¨, de nuevo los vivas y hurras, ¨A partir de ahora todos tendrán un televisor¨, más vivas, más hurras, mucho entusiasmo, mucha alegría. De pronto. un asistente a la manifestación le pregunta al dirigente ¨Oiga, ¿y esos pollos que están en ese corral también serán de todos?, a lo que el dirigente comunista le contestó : ¡No, esos no! ¿Por qué no? le pregunta otra persona. ¨Porque esos pollos son míos¨. Sabia y contundente respuesta.
Pues así les pasa a los senadores. Esos pollos son suyos y no van a prescindir de ellos pues como se dice en ambientes académicos, las clases no se suicidan . Solo un par de ellos han aceptado rechazarlo. Felicidades de verdad para ambos. Ojala fueran para todos los demás.