Caminé con los perros siguiendo los mismos rastros de olores que aceitan la ciudad, estaba despejada, no habitaban los autómatas del jacobinismo político de la presente contienda electoral. Parecía increíble, no sentí la angustia generada por los estímulos de las estructuras de bordes de los partidarios políticos en su contienda cotidiana a favor de su realpolitik.

La ciudad estaba serena y sentí esperanza. No se observaban los síntomas,  amanecía. Tal parece que se cuelan los espíritus libertarios de las filas milenarias que promueven las autonomías de las masas, la diversidad de lo colectivo y la desaparición irrestricta del Estado.

Pero regresa el sol, aflorando las fragancias avinagradas y se escuchan las voces cual frenesí psicótico, "¿por quién tú vas a votar?" Es un derecho el voto, la democracia hay que ejercerla, no obstante a los cosmonautas de este viaje se ha de llamar con el nombre del padre (Hipólito Mejía) o el medroso Fobos (Danilo Medina).

¿Quién de los dos candidatos tendrá el valor de comprometerse con aplicarle la ley a  aquellos que saquearon el erario?

Y allí frente al oráculo quede pasmada. Los perros ladraron, tiré de las cadenas e intenté la marcha, más no pude controlar los cánidos mientras los otros blandieron discursos, soltaron puñetazos y rodaron por el suelo. Unos que pasaban gritaban al unísono: “dále a ver quién gana”.

Caminé deprisa y arrastré los perros; por fin el celador del colmado, abrió la puerta, me quedé a su lado, mientras particulares desenvainaron pistolas, pero rápidamente llego “la disciplina” (la guardia) y arremetió contra la plebe insurrecta. Sangraban y se insultaban, uno divinizó los testículos del Padre, mientras el otro exaltó la inteligencia de su líder.

La contienda narrativa no paró. Se gritaron improperios personales hasta que uno de los guardias ofendido por el maltrato a su líder dijo airadamente “vamos a ver quien le van a dar la pela con la vara de Cabrita”. Y  quedé atónita, cuando mi protector, gritó:  “vamos a matar el Bacá con los polvos de su propio pueblo”. Todos reímos, el guardia, los otros y la divinidad.

Al salir de allí medite sobre la vara de cabrita y el polvo del Bacá. ¿Quién de los dos candidatos tendrá el valor de comprometerse con aplicarle la ley a  aquellos que saquearon el erario?

Ojala que un día tomemos la vara y saquemos al Bacá del Estado.