(A mi querida poeta Ivonne Sánchez Barea, con Luis)
El inmenso Federico nació un día como hoy, 5 de junio de 1898, en el municipio de Fuente Vaqueros de Granada. Poco después, en 1906, los García Lorca establecieron domicilio en el cercano pueblo de Asquerosa, por razones de negocios del cultivo. En su vega pastoril, sobre un fondo de alamedas y abundantes correntías, entre permanencia y de paso, entre considerarla residencia fija o casa de veraneo, radicó por 20 años la familia (compuesta por padre, madre e hijos: Federico de 8 años, Francisco, Concha y la que nacería más tarde, Isabel). Hasta el 1926, en que la Huerta de San Vicente se convirtió en el sitio de solaz. Diez años después de la última estadía por sus predios, el poeta sería asesinado.
Abundan –con desmenuzamiento– los escritos biográficos de esta figura medular y trágica de las letras españolas y universales, empezando por el museo habilitado en su casa natal.
Se destaca su vínculo (en la Residencia de Estudiantes en Madrid) con figuras de la talla de Buñuel, Alberti, Dalí. Se resaltan sus estudios musicales, su virtuosismo al piano, su encuentro con Manuel de Falla, su talento para el dibujo. Se insiste en que el encuentro en la Sevilla de 1927, para conmemorar los trescientos años de la muerte de Góngora, fue el origen de la llamada Generación del 27 –la suya y de Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. Se cuenta que la ruptura de su relación con el escultor Emilio Aladrén Perojo desembocó en el libro Poeta en Nueva York, ciudad hacia la que el granadino partió a pescar consuelo. Se especula que su muerte a tiros por los fascistas el 19 de agosto de 1936 ocurrió en la carretera entre Víznar y Alfacar y que fue enterrado en una fosa común todavía por ubicar… Empero, uno percibe que no se insiste lo suficiente en la trascendencia que para su obra tuvo el tiempo en Asquerosa. El poeta Lorca, el dramaturgo Lorca, el músico Lorca, el apasionado Lorca, existen gracias al asqueroso Lorca.
“Asqueroso, a” se le llama al habitante del antiguo municipio de Asquerosa, donde sus padres –el rico hacendado Federico García Rodríguez y la maestra de escuela Vicenta Lorca Romero– adquirieron el cortijo de Daimuz, con una casita en el centro. El poeta odiaba el gentilicio, como todos los lugareños, infinitamente hastiados por las bromas; así que desde niño y hasta estudiante universitario evitaba a toda costa que sus amigos y compañeros lo identificaran como asqueroso. Escribía y enviaba cartas sin poner correctamente el nombre del lugar desde el cual las remitía. Por ejemplo, en una misiva que yo mismo vi en su casa, solicitando ser admitido para el bachillerato, el remitente desde “Apeadero de San Pascual, Pinos Puente” (el pueblo del que dependía Asquerosa) dice correctamente ser “natural de Fuente Vaqueros, vecino de Almería, y de diez años de edad”, pero obvia que residía en la calle Iglesia número 20 del pueblo de Asquerosa.
El desafortunado nombre de aquella hermosa y fértil localidad es una derivación –se dice– del latín Aqua Rosae, Aguarosa o Acuerosa (es decir, de abundantes aguas). Otros afirman que la denominación deviene de Ascorosa, nombre que aparece en la Bula de fundación de la Santa Iglesia Catedral de Granada. En todo caso, nada tiene que ver con asco, repugnancia, repelencia o la ausencia de higiene. Después de la ruina del cultivo de remolacha propio de la zona, y aprovechando el mito de que aquel fue el primer sitio de Europa donde se cultivó el tabaco rubio americano, pasó a llamarse oficialmente Valderrubio (Valle del tabaco rubio) en 1943. Federico no vivió lo suficiente para ver que su Asquerosa dejó de llamarse así.
Asquerosa era el venero de todo lo que vendría: “Viviendo en esta casa Federico fue al colegio y conoció el primer teatrillo ambulante, que despertó en él su interés por este género, germen de su futura vocación creativa”, reza la propaganda que nos motiva a visitar aquella casa-museo. La finca de Daimuz (“alquería de la cueva” en árabe) es la fuente originaria de El diván del Tamarit. Algunas escenas de Yerma y Bodas de sangre fueron inspiradas en los espacios vitales y ambientales de aquel paradisíaco paraje. Y “las fuentes de La Teja y La Carrura, a 500 metros aproximadamente, fueron lugares de inspiración de sus primeros poemas. Buena parte de su obra juvenil tuvo su origen en la ribera del río Cubillas. En aquel paraíso, recuerda su hermana Isabel, entre las alamedas del río discreto, que es el Cubillas, afluente del Genil, se pasaba horas escribiendo” (Biografía de FGL, en universolorca.com).
Queda claro que Asquerosa fue un espacio muy significativo para la obra garcialorquiana. En una entrevista de 1934 (aparecida en Crítica, de Buenos Aires) expresó: “Amo la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor a tierra. La tierra, el campo, han hecho grandes cosas en mi vida. Los bichos de la tierra, los animales, la gente campesina, tiene sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario no hubiera podido escribir Bodas de sangre. Este amor a la tierra me hizo conocer la primera manifestación artística. Es una breve historia digna de contarse”. Y, más que sus poemas y aquella obra dramática: baste pensar que la casa de Frasquita Alba (como personaje Bernarda) es nada más y nada menos que la de sus vecinos. Cuando Federico escribió La casa de Bernarda Alba, utilizó nombres y apellidos reales, cosa que vendría a incrementar las permanentes pugnas entre familias por herencias y lindes de terrenos, y sus derivas de envidia y odio (al grado de que José Benavides Peña –el Pepe el Romano de la obra teatral– estuvo entre quienes intentarían sin éxito aprehender a Federico a la Huerta de San Vicente, quien se había refugiado en casa del poeta Luis Rosales, donde finalmente fue arrestado, para ser fusilado posteriormente. Tampoco alcanzó a ver el nacimiento y éxito de esa su última obra.
Los García Lorca se exiliaron en Nueva York entre 1939 y 1940, y no pisaron suelo español hasta 1951. Pero Asquerosa-Valderrubio cavó una huella con sedimentos sólidos en todos ellos. Francisco (1902-1976), eclipsado por Federico, resultó ser un interesante poeta oculto, además de diplomático, profesor y crítico literario de prestigio, y queda por analizar la impronta de la Vega granadina en sus creaciones. Concha (1903-1962), viuda del alcalde de Granada fusilado un día antes que Federico, murió en un accidente automovilístico camino a Valderrubio. La pequeña Isabel (1909-2002), escritora y profesora, plasmó recuerdos de los veranos en Asquerosa en su libro Recuerdos míos (XV Premio Comillas de autobiografía, biografía y memorias, 2002), y en 1986 creó la Fundación Federico García Lorca. Doña Vicenta también volvió en 1951 y dejó de existir en 1959, negándose a volver a pisar Granada. El pater familias, Federico García Rodríguez, juró jamás siquiera volver a España. Fue enterrado en Nueva York, y allí, como pidió, descansa.