El martes recién pasado fue publicado en un importante matutino, bajo la firma de Margarita Cedeño, actual vicepresidente de la República y candidata al mismo cargo, un artículo titulado: “Terrorismo Político”. La autora llama a alerta sobre terrorismo político en el País. Sin referirse a un hecho en particular, se intuye, de su lectura, que sus flexiones están justificadas en lo que aconteció en Puerto Plata el domingo 26, protagonizado por el señor Migdomio Almonte llamado también “El Peregrino”.
Escribir u opinar sobre este tema no debería ser motivo de asombro para nadie. Lo que sí llama la atención es que una persona de las dimensiones políticas y sociales de la señora Cedeño afirme que “ciertos elementos quieran imponer una especie de terrorismo político aprovechándose de forma casi criminal de las necesidades de algunas personas”. Sería conveniente para bien del País que la señora vicepresidente diga claramente cuáles “elementos” están recurriendo a estas acciones casi criminales y que defina tales acciones. Me niego a pensar que sus comentarios tengan relación con las licitaciones, compra y contrataciones de insumos para combatir el virus, las cuales son objeto de denuncias ante el órgano persecutor de la corrupción, pues de ser así creería que el mundo se está acabando o que todo está más al revés de lo que aparenta.
El asombro, al leer este artículo, es mayor al ver los calificativos empleados por una persona que públicamente se percibe como mesurada. Les endilga a “otros actores del espectro político” acciones tales como: “maledicencia”, “engaño”, “alevosía” e “ignorancia “ . No se detiene en su andanada y les endilga a esos actores políticos, sin identificarlos, la condición de mediocres.
Pero donde llegó lejos en el uso desmesurado del lenguaje fue cuando refirió que la conducta de estas personas “raya en la más cruenta irresponsabilidad”. Si tomamos en cuenta que el adjetivo cruento se refiere a hecho sangriento, lo cual no ha ocurrido, es fácil pensar que en esta expresión hubo un descontrol emocional y un pequeño desliz gramatical. Pero el mal empleo de un adjetivo carece de importancia frente a la triste realidad de que el oficialismo parece quedarse sin la voz sensata y equlibrada indispensable en todo equipo de Gobierno y que la hubo hasta en el período trujillista. La Dra Cedeño debe repensar estas ideas.