Las novelas históricas permiten trazar analogías entre la época reconstruida por el autor y el tiempo del lector. De hecho, aunque no sea el fin principal de la misma, una buena novela histórica nos permite, como un buen libro de historia, esclarecer ciertas situaciones problemáticas de la actualidad a partir de la reflexión sobre el pasado. Este es el caso de la novela de Marcos Chicot titulada El asesinato de Sócrates.

Finalista del Premio Planeta 2016, El asesinato de Sócrates es una reconstrucción histórica del proceso sociopolítico que culminó con la condena del célebre filósofo griego. Nos ubica en el complejo contexto del largo conflicto entre la ciudades de Atenas y Esparta, mostrando el entorno que contribuyó a formar la figura de Sócrates como ciudadano ateniense, filósofo y maestro.

Y mientras lo hace, Marcos Chicot diseña escenarios donde podemos realizar interesantes paralelismos y similitudes con nuestro tiempo. Nos muestra las debilidades de la democracia cuando la misma sucumbe ante la manipulación de los demagogos y los populistas. Asimismo, nos presenta el rol de la educación en la conformación del carácter moral y de la ciudadanía democrática.

Y a la vez, Chicot nos permite reflexionar sobre un problema de fundamental importancia para las democracias actuales: el papel que juega la opinión pública en la construcción del imaginario social.

En el caso particular de Sócrates, su condena se fue conformando a lo largo de los años, a partir de la construcción de una imagen que lo hacía ver ante la gente común como un charlatán, un corruptor de la juventud y un traidor a los fundamentos sagrados de la convivencia ciudadana.

Esa imagen se divulgó a través del teatro, gracias a la figura del comediógrafo Aristófanes. Cuando el ciudadano común, con el derecho a votar en la asamblea democrática, pero sin el conocimiento necesario para discriminar entre los discursos válidos y las falsas acusaciones tuvo que juzgar sobre el destino de Sócrates, ¿qué iba a decidir sino lo ya establecido de antemano en la imagen no cuestionada de la opinión pública?

Es irresistible trazar un paralelismo con nuestra época, donde las redes sociales reemplazan al arte y a los medios tradicionales de comunicación   como configuradores de la opinión colectiva, juzgan las acciones de figuras públicas, condenándolos al ostracismo y a la muerte social, mientras establecen  pseudoverdades como afirmaciones válidas ante una ciudadanía, en la mayoría de los casos, carente de criterios y formación para distinguirlas.

La referida situación va socavando los fundamentos de una sociedad democrática. Se van deshaciendo de modo paulatino e imperceptible, como hace más de dos mil años se fueron debilitando las bases de la democracia ateniense.

Con una rigurosa investigación histórica y una prosa apasionante, Marcos Chicot nos retroae a un pasado que gravita todavía sobre el presente retándonos con algunas de las grandes preguntas que la filosofía práctica de todos los tiempos nos ha planteado desde Sócrates. Son las cuestiones fundamentales para decidir sobre el buen gobierno y sobre el buen vivir, preguntas radicales e irrenunciables para definir el sentido y el destino de nuestras vidas.