“Trato de no pensar”, escribe la insigne Arlette Fernández, maestra de vida y ejemplar referente de la mujer dominicana incrustada en nuestro escudo nacional.

No somos nuestros pensamientos ni tampoco somos nuestros recuerdos, aunque tengamos la tentación de vivir siempre atados a ellos como si se tratara de un cassette permanente que revisa la película de nuestra vida.

El secreto de no ser esclavo de nuestros pensamientos es el de no atarse a ellos. Teresa de Ávila llamaba a la mente la “loca de la casa”, porque nos trae y nos lleva, repiqueteando como en un campanario, sobre todo en esta época de finales de año cuando los recuerdos se agolpan y nos convierten en verdaderos adictos del pasado.

El arte de pensar, sin depender del pasado, es el arte milenario de los monjes tibetanos.

Hay que aprender a vivir en el presente, sin que las vivencias pasadas se conviertan en un cassette constante y vivamos de cara a lo que pudo haber sido y no fue y nunca ha sido.

Hay personas que arrastran grandes cargas de recuerdos, como si éstos fueran fardos pesados, haciendo que, al mirarse en un espejo, se vean más viejos que sus contemporáneos. 

“Venid a mí y yo os haré descansar”, dice Jesús en Mateo 11:28. El yugo de nuestros pensamientos es la adicción más grande de nuestra mente. El día que logremos pensar “nada”, ese será el día más feliz de nuestra vida porque así nos manifestamos tal cual somos en realidad. Por eso tenemos que aprender a pensar, sin que el flujo constante de nuestros pensamientos controle nuestra mente, acortando así nuestras vidas.

Hay personas aparentemente incapaces de sentirse felices, aunque fuera un minuto. Pasan por la vida mirando hacia atrás, trepados a una carreta de bueyes famélicos (sus recuerdos) que no les permite ni un instante de silencio para disfrutar del paisaje.

Nuestra vida es un viaje de regreso hacia la estación donde nos dejó el tren original. Así dijo de Guido Riggio un amigo poeta. Economista, empresario y poeta…además de otras yerbas, Guido vivió muchas vidas en sólo una. Su obsesión fue la de vivir siempre cara al sol. 

No es que no pensemos, sino que no vivamos a merced del vendaval constante de nuestros pensamientos. Hay que dejarlos que entren y que salgan sin atarnos a ellos, porque un pensamiento atrae a otro pensamiento y los dos se convierten en una cadena de recuerdos que muchas veces no nos dejan dormir. De hecho, el insomnio se ha convertido en una epidemia crónica que afecta a más de 300 millones de personas al año.

Nos hemos convertido en una población de drogadictos que viven a merced de barbitúricos. Somos los zombis amaestrados de los que dominan al mundo. Las grandes corporaciones y las agencias informativas internacionales nos aletargan aún más.      

No somos nuestros pensamientos ni tampoco somos nuestros recuerdos. La tentación más grande de nuestras vidas es convertirnos en víctimas propiciatorias de nosotros mismos, vapuleados por el constante martilleo del pasado en nuestras sienes, sin caer en la cuenta que la felicidad es una decisión personal de momento a momento, pase lo que pase en nuestro entorno colectivo o familiar.

Regresando a Jesús: “Dejad que los niños vengan a mí, porque de ellos es el reino de los cielos”.  Los niños, en su inocencia viven en el presente y todavía no se han convertido en adictos a vivir de sus recuerdos. También: “El reino de los cielos está dentro de vosotros”. Aquí Jesús se refiere directamente al arte de pensar, escogiendo a nuestros pensamientos como un cirujano escoge a un bisturí. Así dejamos el vicio de vivir siempre mordiéndonos nuestra propia cola como perritos chihuahua en una vidriera china. De ser así, nos hemos convertido en un gran cero, en un círculo vicioso de nosotros mismos.

Ahora que comenzamos un nuevo año, desarrollemos el hábito de recordar las cosas positivas que hemos vivido, sin dejarnos controlar por los recuerdos tristes. Somos el producto de nuestros pensamientos y con ellos creamos nuestra realidad.

Los seres queridos con los que tuvimos el gran honor de haber compartido nuestras vidas, están tan lejos de nosotros como un pensamiento. El pensar en ellos los trae inmediatamente a nuestro lado, como si no se hubieran ido jamás.

Haz la prueba y verás lo que te digo. Y así será.

¡Feliz 2016!