No metas a mis Muertos en esto

Marielys Duluc Reyna

Luego de la primavera negra llega el verano y te dice “Aquí es que en verdad empieza todo”. Pero exagero porque durante la primavera no me fue tan mal que digamos y hasta pude ir a Santo Domingo en medio del frío de Chicago y eso es, por un par de días, una bendición. Pero el verano comenzó temprano y prometía. Un viaje a Madrid y otro a Jamaica hicieron el resto. En el de Madrid pues ni modo, fue darme de frente con la arquitectura, la pintura y la poesía, la poesía sobre todo. Poesía que con Marielys disfrutamos a mordidas y carnadas en el asiento de atrás de un taxi en donde hicimos Caribe en pleno Madrid. Su pelo y su sonrisa dicen mucho, su boca, claro, pero más dicen sus textos. Son estos, como bien dice el prólogo de mi homólogo Basilio Belliard, poemas en donde “asistimos a la invención de un mundo verbal, que parte de una experiencia amorosa arrojada en la escritura en un rapto creativo”. Eso fue lo que noté en los poemas de esta mi Marielys, quien por su parte dice, mientras mira los amantes prometerse cosas frente a ella, “Paren. Dejen el amor mejor en el tintero, porque escribir futuro es tan incierto, dejen de jurar que se amarán mañana, detengan ese beso, censuren esos ojos, eviten la tragedia”.

Estos son poemas del amor que se rompe. No estrepitosamente, sino las pequeñas arrugas del amor que es bueno, y lo bueno quema. Con la poesía, o con la escritura de poesía pasa lo mismo. A mi entender quien escribe ficciones está ahí como trabajando en un jardín, esperando ver las cosas crecer, o como el que entrena para algo que sucederá. Pero cualquier poeta frustrado como yo conoce muy bien que la poesía sucede. Que es un instante breve, un incendio. Uno ama, arde, escribe, y se va.

Pero los poemas de Duluc Reyna no son ceniza, todo lo contrario. Son el postmortem de un amor y de un verano en el que vivimos a ciegas sin pensar en que pronto amanecerá por fin septiembre en nuestros párpados sublevados. Yo diré tu nombre y tú me entregarás el mapa o el ticket de la expedición para cazar fantasmas. Dice la poeta,

No logro identificar el pájaro

que tengo en la garganta

no sé si eres mi casa

o mi tumba

si llorar porque me dejas

o reír porque me gano

todo pasará

pero hay días como hoy

en los que el pecho rebosa

y caen las emociones como hojas

Los pájaros, a diferencia de los mamíferos, tienen aire en los huesos, esto le permite mantenerse en el balance precario del aire. Aire de verano que para mí duró más de un día. Fui a Madrid a hacerle un homenaje a Andalucía, y se lo hice, aunque llegué tarde. En el público estaban mi padre y mi madre, una novia, dos peces atolondrados, y yo recitaba poesía de Mir y de Lorca y pensaba en ti, fuertemente, con el pecho rebosado como dices de caracolas y tiestos de buganvillas. Porque sí, porque esa es la medida en que mido mi enamoramiento hacia ti. Y cuando me dices, en tu arder,

Y pensar que lo teníamos todo

un gato

una tele grande

un lado del sofá

veranos al balcón

y plantas de interior

y pensar que éramos felices

ajenos de lo frío

que puede ser un sofá sin ti

y un verano sin nosotros

Yo te respondo que el verano tiene fama de ser una estación seductora en donde el deseo es una constante que debe ser satisfecha siempre. Véanse los lugares tropicales casi míticos en la mente del extranjero. Pero hasta tú, adiestrada viajera de mi sangre, sabes que hay veranos desoladores. El cuerpo caribeño tiende a ser un verdugo en estas cuestiones del deseo, y así es como entre ciclones y rabia llegamos al fuego. Fuimos papel y ardimos es un libro de poesía para leer en nuestro lado favorito del sofá, ahora que en el invierno recién nacido puedo hacer inventario de mi propio verano, de una mujer que me escribió un cuento o una carta mientras pensaba en mi desagravio en un tren hacia Jeréz de la Frontera. Este poemario de Duluc Reyna es coherente, precioso, un objeto delicado editado por Huerga & Fierro, en España. Puedes puede dar con él en librerías independientes o en alguna feria del libro. Por internet también se consigue. Vamos, léelo. Yo te invito a ser y arder.