Después de un comienzo 2020 muy auspicioso, con una economía fortalecida y en proceso de crecimiento, con perspectivas alentadoras, todo indicaba que a despecho de las rivalidades políticas, el sectarismo y sus amenazas de removerlo todo para llenar las cárceles de funcionarios corruptos, el año electoral sobreviviría a los malos augurios de siempre. Entonces nos llegó lo inesperado, para lo que no estábamos ni el resto de la Humanidad realmente preparados. LA OMS declaró el virus CV2 causante la enfermedad que conocemos como Covid-19, que ha infectado a 20 millones de personas y provocado la muerte a más de un millón, 300 mil en Estados Unidos, el país científicamente más avanzado con más Premio Nobel que el resto del mundo.
El gobierno que cesó, se vio forzado a moverse dentro de la oscuridad de lo desconocido, sin más ayuda que las críticas y objeciones a medidas, que por fortuna lograron mitigar los efectos económicos de una pandemia que ha puesto al mundo de rodillas. Las nuevas autoridades se han beneficiado de esos planes y han podido lidiar con la enfermedad con un éxito superior a la mayoría de los países, incluso potencias económicas como España, Italia, Brasil, Argentina, México y Chile.
En la historia nacional ningún gobierno ha reconocido los aportes del anterior. Y en enero de 2021 tal vez veamos desde diferentes litorales, el anhelado deseo de comenzar a alimentar el morbo abriendo las puertas de nuestras cárceles, por las que pasarán culpables e inocentes. No importa, si ello sirve para aplacar los efectos de la eliminación de las Fase 1 y 2, Quédate, etc., que impidieron que este país ardiera en llamas.
De todas maneras, el gran deseo nacional es que el país se recupere, el Covid-19 nos abandone y podamos volver a la normalidad previa a marzo, sin rencores ni afrentas pendientes.