Cuando supo la noticia del sismo, se encontraba sirviendo en la base militar, a cien kilómetros de distancia. Lo primero que le pasó por la cabeza fue el comunicarse con ella, saber que estaba bien. Las infructuosas llamadas sólo sirvieron para aumentar en él una decisión. Iría hasta allá y la buscaría. Mientras el resto del país y todo el mundo se consternaba, conociendo los detalles de cuán devastador había sido aquel terremoto. Con una magnitud de 7,2 en segundos convirtió edificios en pilas de escombros, y toda una ciudad en un área de caos y muerte.
A pesar de todas las posibilidades negativas que le daban los reportes: Hay muchos muertos. La ciudad entera está enterrada, no hay comunicación… en él una fuerza mayor le movía. Estaba determinado a mantener viva la esperanza, sin aceptar o considerar siquiera que ella ya no viviera. Si está atrapada, yo la libraré, si está perdida la encontraré. Repetía su determinación conforme le latía el corazón con la urgencia de no perder ni un minuto. Al llegar, preguntó a los pocos compañeros de trabajo que encontró. Le reportaron que era la hora del almuerzo y ella junto a otros empleados, habían ido a dicho restaurante. También se le dijo que ninguno de ese grupo había aparecido aún. No sabían su paradero o si seguían con vida. Ya había anochecido cuando el determinado joven encontró la pila de escombros que correspondían al colapsado restaurante.
Reportan que él mismo empezó a cavar con sus propias manos y a pedir ayuda de los rescatistas. Mientras cavaban él gritaba su nombre, esperando que de allí saliera una respuesta. Sólo quiero que viva, decía a quienes le acompañaban en la faena. No me importa si está lesionada, estas palabras contagiaron de determinación, y no se escatimó en esfuerzo. Aquella fuerza es una: El Amor.
Tras varias horas de incesante búsqueda la voz que tanto anhelaba escuchar correspondió a su llamado. Desde lo profundo de los escombros, ella y otras cuatro personas pedían ayuda. Tal acto de heroísmo, es el resultado de una fe imperante, que se negaba a rendirse, a pesar de que lo que esperaba parecía imposible. Ignoró el desastre que veían sus ojos, y se aferró al anhelo de su corazón. Como recompensa recibió justo lo que quería. Ella estaba viva y en general bien. Al igual que este, otros impresionantes casos de sobrevivencia y heroísmo reportan el rescate de bebés, niños, mujeres recién paridas, maestras y estudiantes…
En un mundo donde nada está garantizado, y las diversas fuerzas del planeta causa estragos y cambian vidas en segundos, tendemos a gemir: Dios, ¿por qué pasa esto? Más, si algo es cierto, es que el mismo Dios advirtió que en los últimos tiempos todo esto sucedería, y serían señales de que se avecinan tiempos duros. Más ese mismo Dios infundió esperanza de salvación: En el mundo tendréis aflicción, más confiad, yo he vencido al mundo. Esto se hace cierto, en esta historia fe, determinación, esperanza y amor superaron la aflicción. Por eso, es que en momentos así descubrimos que no hace falta ser un super hombre, o poseer poderes maravillosos para ser héroes. Sólo se necesita una cosa: No rendirse.
Así mismo Dios, quien es el amor mismo, no se rinde y continúa escavando en los escombros de nuestros espíritus, hasta encontrar nuestro más íntimo reconocimiento de que le necesitamos. Es en ese momento cuando nuestra voz responde a su llamado, que su mano nos alcanza y nos rescata de cualquier triste situación en la que nos encontremos en la vida.
Isaías 43:2Cuando pasares por las aguas, yo estaré contigo; y por los ríos, no te anegarán. Cuando pasares por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.
¡Bendiciones!