Siempre que leo eso de que “el amor lo puede todo”, me digo que sí, que es cierto. El amor es un combustible muy poderoso que toda vez que habita en la trastienda de nuestras motivaciones, nos hará realizar las proezas más extraordinarias e increíbles. Dos ejemplos equivalentes y extremos que llegan a mi mente son: la madre que amanece con los ojos como platos, vigilando la temperatura de su hijo enfermo o el revolucionario que decide emprender la lucha por la libertad de su pueblo.
Sí, para la idealista que habita en mí, estos ejemplos son bastante válidos. No obstante las líneas anteriores, no puedo evitar discernir algunas ideas que se desprenden del título, y advertir la necesidad de aclarar algunos puntos, sobre todo en lo que se refiere al amor erótico o de pareja.
Sepa usted algo, el amor no todo lo puede, por una razón muy simple: el amor como tal no es, necesariamente, lo que motiva las conductas de la pareja, por más nobles que estas luzcan. En nuestra cultura sesgada por completo por el yo –y con la correspondiente desproporcionada manifestación de los egos–, es muy normal que creamos como nuestras cosas que realmente no son llamadas a serlo. Dentro de esas “cosas” que creemos nuestras, están las personas y sus sentimientos. Y ahí viene el asunto de que “todo lo podré en nombre del amor”.
Las canciones nos hacen un flaco favor, pues si estamos toda nuestra vida escuchando letras que nos dicen, una y otra vez: “no puedo vivir sin ti…”, “nadie podrá amarte como yo…”, “haré todo lo posible para que me ames…”; y la más peligrosa de todas: “yo te amaré por los dos…”, no digo yo que tengamos una errónea y enferma idea de lo que es el verdadero amor de pareja.
Pero, ¿por qué sucede esto? ¿Por qué nuestro escenario sentimental está plagado de desengaños, amores frustrados, inversión de energía inútiles en nombre del “amor”? Pues se trata de dos cosas simples –y complejas a la vez–: Primero, falta de amor propio o un amor propio debilitado y segundo, una distorsionada idea del amor.
Amar a alguien no nos da derecho de poseerla y mucho menos es garantía de que ese alguien nos amará de vuelta. Ni siquiera significa, en caso de que nos ame, que lo hará como nosotros quisiéramos que lo haga. Y en este punto, la pelea con el ego se puede volver recia.
Créame, no abogo por usar y desechar una relación al primer problema que surja en la pareja. No me mal entienda. Solo hablo de esas personas que insisten en un contexto donde no solo no se es feliz, sino que se sufre más y que se frustra toda posibilidad de construir un porvenir positivo y sano. Si usted va a luchar por alguien, al menos ámese lo suficiente como para hacerlo junto a una persona que haría lo propio por usted y junto a usted.
Una relación sana con el propio yo te permite darte cuenta cuando vas por un camino equivocado en el amor, entonces, podrás tomar las medidas necesarias, sea esta agotar las posibilidades que haya de arreglar las cosas o abandonar el escenario. Y en este sentido es que afirmo que el amor sí lo puede todo, pues, por amor a usted, decidirá que merece algo mejor que mendigar o lastimarse o luchar por una causa perdida.
El amor propio es lo que permite ver las cosas en su dimensión más justa posible, evitando así los autoengaños y autosabotajes que tanto ocurren en los apegos. No digo que será sencillo, claro que se sufre, pero, ¿no es peor sufrir por “requiem eternus” en una relación que va hacia ningún lado, o que pendula constantemente entre el efímero bienestar y el hondo penar…?
Es una realidad que no nos educan para el amor propio, ni para el amor en pareja –en realidad no nos educan para lidiar con ningún sentimiento–. El amor, en todas sus facetas, es el sentimiento más poderoso, pero, al mismo tiempo, el menos abordado en su forma más integral. En un estado ideal de cosas –¡vuelvo con mi idealismo!–, el amor debería ser una materia estudiada en colegios y universidades. Otro sería el cuento si así fuera.
La siguiente vez que se sorprenda luchando por un amor, pregúntese si esa lucha tiene que ver con un apego inútil, con una resistencia de su ego, o si, en la mejor de las suertes, es una lucha de dos. Se ahorrará mucho sufrimiento. Si ya está sufriendo, o si decidió que ya sufrió lo suficiente, tenga una franca charla con usted mismo, empodérese, tome decisiones y empiece a ser feliz. Si no sabe por dónde rayos comenzar, busque ayuda profesional, ya hizo la mitad del trabajo.
@riveragnosis