Siempre que en una de mis clases comienzo a decirle a mis estudiantes que hay que medir, que hay que contar, que solo así, con números, podemos comprender un fenómeno, surge la pregunta de cómo ponerle números al amor.
Que el amor no se puede contar, que no tiene números, que el amor nunca se sabe si es real o es un cuento, que si después de 20 años de vivir juntos se puede saber si tu pareja te ama o te hace un teatro para esconder el hastío y tiene un/una amante que le enciende de pasión casi juvenil. Pues sí, ya se puede y es posible porque el amor no es algo de poetas ni de filósofos, aunque los poetas le sigan cantando y los filósofos, a partir de sus consecuencias, intenten comprenderlo.
Alan Badiu, considerado el principal filósofo hoy en Francia, se arriesga y señala que el amor romántico es la vía más poderosa de tener una relación de intimidad con otra persona, que crea un estado de dependencia, surgiendo así un balance contra el individualismo de hoy día. Muy bonito, muy buena explicación de una de sus consecuencias, pero sin decir nada sobre qué es en realidad el amor.
Es que el amor, el amor romántico (como ella, H.F. lo llama) es biológico, ha evolucionado y por supuesto está en nuestros cerebros y en los cerebros de muchos animales, en especial de las aves (un 90%, mas o menos) que viven en parejas y en los mamíferos, aunque solo un 5-6% de estos forman parejas estables. Lo curioso es que se origina de la actividad de una zona neural que es parte de nuestro cerebro reptiliano, el área del tegmento ventral, por detrás del hipotálamo, que controla la sed y el hambre, y fuera del sistema límbico que regula nuestras emociones.
Hay un nombre que hay que conocer y los psicólogos, psiquiatras, médicos generales y neurobiólogos y toda persona mas o menos culta debe recordar. Es Hellen Fisher, antropóloga biológica del Instituto Kinsey de la Universidad de Indiana en Bloomington, con 40 años estudiando la biología y evolución del amor y con múltiples artículos científicos y tres conferencias TED en su haber y con un libro al ver la luz llamado “Handbook of Human Mating”. Afirma y demuestra que el amor es una motivación muy fuerte, y que después del comer y el beber, es la más fuerte de nuestra naturaleza animal, porque es la que nos lleva a reproducirnos, a pasar nuestros genes a la siguiente generación y de paso, la que nos hace más felices.
Estudiando el amor desde la neurofisiología, observando y midiendo actividad neural cerebral con Imágenes de Resonancia Magnética funcionales (IRMf) en miles de personas de unos 40 países, este fenómeno que nos desenfoca, nos distrae, nos cambia la vida, nos emociona y nos hace matar y nos lleva a morir por la persona amada, depende de cuatro grandes sistemas neurales: el de la dopamina, la serotonina, la testosterona y del estrógeno/oxitocina. Y a partir de estos sistemas la Dra. Fisher demuestra cuatro tipos de temperamentos en las personas, altamente heredables, designándolos como 1-curioso/energético, 2- cauteloso/cumplidor de normas sociales, 3-analítico /severo y 4-prosocial/ empático, y cada uno de ellos se corresponde y correlaciona con cinco variables: 1-género, 2- nivel educativo, 3-preferencia religiosa, 4-orientación política y 5- importancia dada al sexo.
El primer tipo de temperamento se asocia fuertemente a la dopamina y el segundo a la serotonina.
Personas que afirmaban estar amando a alguien presentan en la resonancia funcional una gran actividad en el Tegmento Ventral, iniciador de vías de dopamina que van a múltiples áreas cerebrales, al observar una foto del amado, tanto si su amor es nuevo, como si tienen 20 años viviendo juntos y en estos últimos también aparece actividad en zonas neurales asociadas con el apego.
En sus estudios de estadounidenses y estudiantes universitarios de ese país encontró que una persona ama unas 3.5 veces en su vida. En 58 culturas en el mundo que el promedio de divorcios es a los 4 años de estar casados, que el 85% de su tiempo las personas que aman están pensando en su amada y que en el 100% de las culturas del mundo hay amor y también hay adulterio.
Un punto curioso en sus estudios, las personas que aman y son rechazadas por su pareja siguen presentando alta actividad de neuronas dopaminérgicas en el Tegmento Ventral, pero acompañadas de actividad en el lóbulo frontal que participa en toma de decisiones riesgosas con apuestas y cambios de humor con agresión incluida.
La doctora Fisher y su grupo de investigadores está aclarando muchas cosas, y sostiene teorías interesantes, como la que dice que en nuestra época de cazadores-recolectores los sexos tenían el mismo valor social, ya que la mujer aportaba el 50% de las calorías de los alimentos y que esta realidad cambió con la aparición de la agricultura, donde la mujer permanecía atendiendo la casa y los hijos y el varón iba al campo a trabajarlo. Sostiene que con la participación de las mujeres en la producción económica contemporánea, los humanos estamos volviendo al patrón primitivo primario de la igualdad entre los sexos.
El real conocimiento de lo que constituye esa alegría-padecimiento que es el fenómeno amoroso se aclara cada vez más desde la óptica biológica-evolucionista y son muchos los factores que se van aclarando, como de quien nos enamoramos y por qué.
Vean las presentaciones TED de la doctora Fisher, busquen sus trabajos científicos en la internet. Los poetas seguirán cantando al amor y recordemos que no por conocer la estructura química del azúcar deja esta de ser tan dulce.