Siempre he apreciado en cuanto vale la extraordinaria labor de difusión cultural e histórica del Archivo General de la Nación (AGN), actualmente bajo la dirección del gran historiador dominicano doctor Roberto Cassá.

Hace siete años, esa  institución inició un proceso intensivo de renovación a fin de rescatarla de más de cuatro décadas de abandono y postergación. Ha emprendido, asimismo, procesos de modernización para transformarla en un efectivo instrumento al servicio del Estado para la toma de decisiones y de los ciudadanos como custodio y garante de sus derechos. Pero, además, el AGN ha publicado centenares de obras que arrojan luz sobre variados aspectos de nuestra historia, de gran valor para las presentes y futuras generaciones.

En ese sentido, el doctor Cassá ha abierto los principales fondos del AGN a los estudiosos, incluso aquellos que permanecían virtualmente secuestrados por administraciones anteriores, poniéndolos a disposición de historiadores, aficionados a la Historia o estudiantes.

Su eficiente personal, a quien el doctor Cassá  incentivó con una sustancial mejora salarial desde que asumió el cargo, es una valiosa ayuda para quienes visitan al AGN, pues siempre está dispuesto a servir.

Entre las múltiples publicaciones de la institución figura un libro en dos tomos, que acabo de terminar. Se trata de la obra La telaraña cubana de Trujillo, del eminente historiador y filósofo cubano doctor Elíades Acosta Matos.

En mi calidad de aficionado a los asuntos históricos, puedo decir que de los tantos libros que he leído sobre Trujillo, el del doctor Acosta Matos es, a mi juicio,  uno de los más fascinantes y completos.

En esa obra, el autor da a conocer cómo Trujillo llegó prácticamente a dirigir la política cubana durante las dictaduras de Machado y de Batista, creando una amplia red de espionaje de la cual formaban parte incluso agentes de la seguridad cubana, cooptados en bases a sobornos. En la nómina de Trujillo figuraban periodistas, funcionarios y hasta periódicos que en su momento llegaron a ser íconos de la prensa de Cuba.

Es por eso que no resultó raro que tras la caída de Fulgencio Batista y su dictadura, numerosos sicarios cubanos huyeran hacia la República Dominicana para ponerse al servicio de El Jefe, lo que casi todos lograron incorporándose a la tarea de apresar, torturar y asesinar a cientos de ciudadanos antitrujillistas. Trujillo utilizó criminales cubanos no solamente  para asesinar opositores en el extranjero, sino también de mafiosos cubanos. Entre los asesinos que sirvieron a Trujillo figuraron el ex general José Eleuterio Pedraza y Cabrera, el coronel José Maria Cañizares, el ex coronel Manuel Ugalde Carrillo, los tenientes coroneles Merob Sosa, Ángel Sánchez Mosquera, y Esteban Ventura Novo. Uno que participaba en la represión contra el pueblo dominicano, era el esbirro Miguel Rodríguez Lazo, conocido en Cuba como "Miguelito el Niño".

En las investigaciones e interrogatorios llevados a cabo en República Dominicana por el siniestro jefe del Servicio de Inteligencia Militar dominicano "SIM", Johnny Abbes García, participaban viejos torturadores de la policía batistiana y este trabajo se coordinaba con el ex coronel Esteban Ventura Novo, radicado en Miami, y con el archicriminal Julio Laurent, antiguo jefe Servicio de Inteligencia Naval (SIN), con quien -según relatara Abbes García- lo sorprendió el triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959 mientras esperaban el advenimiento del nuevo año, en el

Cabaret Tropicana en La Habana.
Una vez que los esbirros cubanos terminaron de "asesorar" a sus compinches dominicanos se marcharon a Miami, donde en general terminaron plácidamente sus vidas. Hay quienes se asombran de que Estados Unidos les diera asilo, olvidándose de que tanto el Congreso como las agencias de investigación norteamericanas lo que deseaban saber de ellos, en realidad, eran los vínculos de la jerarquía cubana con los comunistas chinos y rusos, para saber con quiénes tratarían en el futuro. Por eso le otorgaron el asilo.

Otra de las novedades que figuran en La telaraña cubana de Trujillo es que recoge documentos  inéditos o desconocidos, incluso por muchos historiadores dominicanos, además de cartas en las que embajadores y cónsules mantenían al día a Trujillo acerca de todo lo que ocurría en Cuba, verdaderos chivatos que como complemento  facilitaban negocios a su amo, siempre ávido de dinero. Esos documentos, tras una minuciosa investigación  en los archivos cubanos y de la República Dominicana, constituyen una firme zapata de la obra del doctor Acosta Matos, a quien dicho sea de paso el autor de este artículo no tiene el honor de conocer.