El habla mística y filosófica del poeta Domingo Moreno Jimenes expresa la intencionalidad oracular y profética del aforismo como ensayo y creación. La presencia del Oriente en la obra del poeta dominicano, sólo estudiada hasta hoy por el filósofo Horia Tanasescu (ver, La milenaria vida de Domingo Moreno Jimenes, Publicaciones América, Santo Domingo, 1974), muestra la trascendentalidad de su obra:

El Alba

“Es tan doloroso nacer como morir. Toma la actitud del silencio; intégrate o desintégrate y toma la actitud de la palabra infinita del más allá! Con dos dedos de sol sobre la frente, y un paso casi cansado por la gravedad. Proximidad agobiante de reposo. Niños inútiles y mujeres fecundas. Bosque de cruces. Par de bípedos. La luz que nos ensombrece más la frente. Una voz grave que quiere ser alegre. Más de 3,000 en un corto recinto. Los hombres cuando mueren humildes se acercan tal vez más. El mármol se hizo aquí como de yerba blanca y la tierra se perfiló en montaña interior”. (p. 9)

El día

“Nos tienes por delante junto a  una tumba compañera. El sol que abate tus flores orea nuestras frentes. Un niño, tal como vino al mundo, te guarda de los hombres y nosotros nos guardamos del mundo junto a tu dintel adorable. La tarde nos amortaja junto a tu pendiente y el silencio nos envuelve a todos como un himno presente y ausente” (p. 10)

“El cielo se ha rejuvenecido; la tierra se ha rejuvenecido; ella también se ha rejuvenecido, contemplándonos. Dejémosla por unos instantes en su soledad de eternidad anterior a la vida…” (p. 10)

De una vida breve

“Para el poeta es amable el dolor y para el sacerdote adorable la vida”. (p. 11)

“La vida es fea cuando el hombre quiere que lo sea. No hay vidas opacas posibles sin la voluntad del hombre.” (p. 11)

“Estamos regresando de la soledad para confundirnos con ella. Y nos entramos al camino que nos desenvuelve el angelito que fue nuestro acompañante en la hora solemne. La brisa se ha puesto eléctrica de dulzura, tierra como piel de reciennacido, jovial como pascua de mañana. El sol con sus rayos de pelo lacio sólo nos besa la piel como nos besan entre sueños.” (p. 11)

“Portal de almendra; regocíjate con la llegada de estos dos caminantes que portan unas andas invisibles que los humanos no presienten. Hablé del silencio y caí en el silencio sin advertir que era de silencio hasta la palabra con que me valía muchas veces para sacarla del silencio.” (p. 12)

“Silencio, silencio y silencio para que nadie ose cultivar otra rosa más pura que la soledad de tu ejemplo, que pone a las palabras proyecciones de astros y al silencio hace inútil ante cada uno de sus astros solos!” (p. 12)

“A tus odres no los podrá maltratar la vulgaridad. Dios te puso en la mano una antorcha para que nos ilumines en el infinito de la muerte”. (pp. 12-13)

“Su vida fue excelsa y su muerte es excelsa también. Viva la vi como una madre tierna, y viva la presiento tal vez como una novia del mundo. Su severidad era alegre y su alegría muy triste. Andaba entre zarzas y parecía estar rodeada de estrellas y de ángeles!” (Ver, Burbujas en el vaso de una vida breve   (1948).

Encontramos en estos aforismos del poeta Domingo Moreno Jimenes un contacto visional con el Oriente budista y taoísta, pero también advertimos rasgos y puntos místicos del sufismo en este libro digno de ser estudiado con profundidad:

“Su sangre no le dolía a ella: su sangre para ella no era sangre sino ofrenda de regocijo…Hoy todas sus heridas se han petrificado y es una estatua de dignidad dominando el silencio del silencio.” (p. 14)

El oído intenso y la visión extática del poeta se pronuncia en sus campos trascendentes y abismales:

“Quedemos, en este valladar, hundidos; ante ella que nunca tuvo valladar para su esfuerzo! Salvemos el río con los dientes y hagamos trizas la sábanas de las nubes con las uñas; pisoteemos las flores ojerosas y magullemos con nuestro aliento las palabras de la realidad que acabamos de sepultar ahora.” (p. 14)

“Ahí está ella para enseñarnos que sólo tendrá vigencia el latido; la tempestad de las emociones; en fin, el mar del alma que ciega e ilumina a los hombres!” (p. 14)

De una vida breve

“Nominé los hombres y me cubro de rubor los ojos; porque jamás los hombres la alcanzaron en soledad, en martirio y en muerte! Pero blasfemo ahora que oso nombrar la muerte: sólo los fríos de corazón que no la comprendieron, quedan desde ahora muertos”! (p. 15)

“Esta carne que me tienda y que no me deja estar con la eternidad a solas… Pero estaba su hijo presente para que se me volviera  hasta eternidad la vida.” (p. 15)

La vocación atemporal  se percibe de forma teologal y oracular en

El crepúsculo

“Desde hoy no sabemos si el 6 es el 5 ó si el 5 es el 8; sólo sabemos que Dios parió a la tierra y la eternidad parió a la vida. Sus ojos desdeñosos miran la eternidad y le dicen a los hombres: “me comprendes?  ¡Ah, me comprendes! ¡Te tardaste un poco, pero me comprendiste al fin, cuando el abismo de mi muerte se te abrió a los pies como una herida; el cielo de mi muerte; la dicha de mi muerte; morir para que todos resuciten; y vivir muriendo para que todos ignoren que la muerte es la vida!” ¡Ah, siempre el juego de las palabras hasta cuando se agote la garganta del infinito en la mente de Dios!… ¿Dios? El hombre no ha comenzado a amarse. Dios nacerá en verdad cuando los hombres se comprendan!” (p. 16)

El encuentro místico visible en la nocturnidad invoca lejanía y mirada furtiva:

La noche

“Su imperceptible palabra suena, y parece que está lejana. Pero su lejanía es de las lejanías que confunden y aturden… Lejana como parece estar, está tan cerca de nosotros como esta tarde o más aún. Su lejanía, hecha de recuerdos y de miradas furtivas, nos mantiene suspensos y apegados a todo lo existente. Su lejanía, hecha de montaña y de noche; de aurora y de crepúsculo; de luz y de tinieblas. Su lejanía aparente y sutil, que vuelca el espacio y anonada el tiempo. (p. 17)

La profética y la poética del aforismo y del ensayo aforístico en Moreno Jimenes constituyen una vía reflexiva abierta al pensamiento y la escritura. La aforística del Postumismo, Los Triálogos, La Poesía Sorprendida necesitan un estudio textual y contextual donde se pueda revelar una visión concentrada y sustancial generada por los poetas pensadores y por el ensayismo poético en algunos poetas y filósofos del siglo XX dominicano.

Se trata de una travesía olvidada y desatendida por la crítica y el ensayo de ideas en la República Dominicana de hoy y de ayer.

Sentir el poema como ensayo significa concentrar un logos crítico y escriturario basado en una presencia poética y filosófica donde el valor de la escritura supone el recorrido reflexivo, en base a un texto que origina pensamiento, preguntas y respuestas que caminan, se movilizan, implosionan en un espacio y un tiempo de la expresión escrita entendida como fenómeno de lectura y libertad, como puente de acceso al texto poético-reflexivo y sus posibilidades.