El ensayo aforístico es una versión del ensayo reconocido como práctica y síntesis de pensamiento. Generalmente dicho ensayo no se analiza en las antologías, ni en talleres literarios o libros de teoría literaria. En la historia de la producción literaria y filosófica existen muchos estilos de ensayo y también de ensayos aforísticos. En República Dominicana existe el ensayo aforístico y el ensayo aforístico- poético. La cardinal principal de este tipo de ensayo se reconoce y aprecia como locución, frase, dictum, texto intenso o intensivo que se expresa en una dimensión verbal sintética, donde encontramos un discurso penetrante y agudo. Los poetas-pensadores se afirman en este tipo de ensayo que en Europa y América tiene ejemplos históricos muy conocidos.

Desde la antigüedad hasta hoy, el ensayo aforístico es una vertiente del discurso metafísico, ontológico, moral, ético, político, teologal, literario y artístico. La Rochefoucauld, Franz Kafka, Nietzsche y aforistas  como Voltaire, Edmond Jabès, E. M. Cioran, Walter Benjamin, M. Sora, William Blake, Baltasar Gracián, Schopenhauer, Novalis, J. Böhme, Kierkegaard y otros han sido leídos por poetas, juristas, teólogos,  filósofos, artistas y otros escritores creativos.

El término aforismo viene de la tradición lingüística y filosófica griega y también latina. En esta última Aphorismus supone una frase o enunciado sintético o breve,  que comunica desde la escritura o de forma oral un núcleo o visión de pensamiento acentuado y asumido por una reflexión coherente y conclusiva.

En la antigüedad Hipócrates y Galeno, así como poetas líricos griegos y latinos utilizaban el aforismo como fuerza intensiva del lenguaje oral y escrito.

El aforismo se convierte en logos sentencial y visionario, a través, o, desde la poesía y la filosofía. Pero además, el aforismo es una escritura del pensamiento y la memoria, siendo así que los teólogos griegos, latinos, medievales, modernos y contemporáneos hacen del aforismo un mundo-lenguaje del sujeto cognoscente y pensante.

La escritura aforística resulta de varias cardinales de pensamiento y experiencia reflexiva. Justamente en Michel de Montaigne encontramos el germen del ensayo aforístico moderno.  Maquiavelo, Ѐtienne de La Boetie, Giambattista Vico y otros han creado cardinales sostenibles como género ensayo.

La edición de Los ensayos de Michel de Montaigne (según la edición de 1595 de Marie de Gournay con el Prólogo de Antoine Compagnon, y traducida y editada por J. Bayod para la Editorial Acantilado, Barcelona, 2007), muestra como libro fundacional de este tipo de escritura la condición aforística del ensayo y, sobre todo, la visión de un ensayo aforístico de corte crítico, moralizante y filosófico-ético. Variados ejemplos encontramos en cada argumento y trazado filosófico asertivo de esta obra, donde la concentración de pensamiento presenta la síntesis del problema, para dar pie al predicado de la enunciación directa o indirecta. Ejemplos hay muchos en Los Ensayos de Montaigne:

“La manera más común de ablandar los ánimos de aquellos a quienes hemos ofendido, cuando tienen la venganza en su mano y nos encontramos a su merced, es suscitar su lástima y piedad dando muestras de sumisión”. (p. 9, a, Ed. citada).

“Qué duda cabe de que el hombre es un objeto extraordinariamente vano, diverso y fluctuante.”

“Es difícil fundar un juicio firme y uniforme sobre él”. (p. 12, op. cit.)

Los aforemas que encontramos en dicha obra fundadora avanzan en ritmo de escritura y reflexión. Al referirse en el capítulo II a “La tristeza”, la palabra filosófica se ensancha como fraseo filosófico y contingente:

“Me hallo entre los más exentos de esta pasión, y no la amo ni aprecio, aunque el mundo se haya dedicado, como por acuerdo previo, a honrarla con un favor particular.” (b-c, p. 14).

En el Cancionero (Canzoniere) de Petrarca, encontramos este aforismo en un fraseo lapidario y que cita el mismo Montaigne en italiano:

Chi puo dir com’egli arde é in picciol fuoco

“El que puede decir cómo es su ardor, arde con un fuego pequeño”. (a, p. 17)

“Los milagros lo son con arreglo a nuestra ignorancia de la naturaleza, no según el ser de la naturaleza”. (Cap. XXII, p. 132)

“Los pueblos criados en libertad y en el autogobierno consideran monstruosa y contranatural cualquier otra forma de gobernarse”. (Cap. cit., p. 139). En el filósofo y escritor francés encontramos también las formas heterodoxas del ensayo y particularmente del ensayo aforístico, a partir del cual ha influido en todo el ensayismo posterior. Al entrar en el espacio escriturario de Emile M. Cioran, encontramos cierto eco de Montaigne (en su escritura aforística) y crítica. Pero además, en lo que entendemos como el ensayo aforístico:

“Mi escepticismo es inseparable del vértigo, nunca he comprendido que se pueda dudar por Método”. (Ver, Cuadernos (1957-1972), Eds. Tusquets, Barcelona, 2000, p. 17)

“Todos los poemas que podría yo haber escrito, que he sofocado en mí por falta de talento o por amor de la prosa, vienen de repente a reclamar su derecho a la existencia, me gritan su indignación y me sumergen”. (Op. cit, p. 18)

“No soy escritor, no encuentro las palabras idóneas para lo que siento, para lo que soporto. “Talento” es la capacidad de colmar el intervalo que media entre una dura prueba y el lenguaje…” (p. 40)

La intensidad de los Cuadernos remite como orden a otros libros del ensayista y filósofo apátrida, de origen rumano y naturalizado francés por fuerza de circunstancia. Su obra es un grito surgente de un vacío ontológico-existencial y moral cuya base es el tormento de un logos que trasciende la palabra y crece en la ironía y la angustia de ser en el lenguaje.

En El ocaso del pensamiento (Amurgul Gândurilor, 1949), Cioran enuncia su desesperación y soledad en tono moral y existencial. Su ensayismo en este sentido es una preparatio mortis (preparación de la muerte, o preparación para la muerte). Sin embargo, su poética filosófica acentúa la ironía como un rayo fulminante que desgarra y destruye toda certeza en el cuerpo de la vida.

“El mundo no es más que un Ninguna-parte universal. Por eso nunca tenemos un lugar adonde ir… (p. 15, op. cit.)

“Todos los pensamientos se asemejan a los gemidos de una lombriz pisada por los ángeles. (Ibídem.)

El ritmo  de una visión o iluminación trascendente en Cioran obliga a la meditación y a la escucha y a la voz que conduce e incita a la renuncia:

“No puedes entender lo que significa “la meditación” si no estás habituado a escuchar el silencio. Su voz incita a la renuncia. Todas las iniciaciones religiosas son inmersiones en su profundidad. Empecé a sospechar del misterio de Buda en cuanto me entró miedo del silencio. La mudez cósmica te dice tantas cosas, que la cobardía te empuja a los brazos de este mundo”. (pp. 15-16)

Toda la sorpresa y la negatividad que revela Cioran a través de su ensayismo y su ensayística filosófica permite pensar una cardinal intelectual de renuncia y paradoja, de abismo y pensamiento de la sospecha. De ahí la caída del sujeto en el tiempo.