Este dañino zancudo, oriundo de la Hispaniola, es también primo de sus congéneres portadores y inoculadores del Dengue, La Chikunguya y ahora el Zikka Virus.

El Aedes Corruptious tiene su génesis en los más recónditos basureros morales de nuestra historia. Además, convive con otras larvas afines, en los charcos de la inmundicia social producto de una política de estado basada en  el despilfarro, el clientelismo político y la falta de un régimen de consecuencias penales.

Como zancudo trepador, vuela cómodamente de un estrato social a otro, llevando el virus de la corrupción a todos los estamentos sociales, sin importar el nivel social, educación ni formación espiritual de las víctimas. Es más, podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que estamos ante una verdadera epidemia con una capacidad de expansión formidable.

Aunque la gravedad de la presencia del zancudo es evidente, más grave aún es la falta de prevención, control y eliminación del mismo.

La transformación consumista que sufrió nuestro sistema educativo, al abandonar el Paradigma Hostosiano de las escuelas normales, castró todas las fuentes de prevención posibles de esta epidemia. Los valores de la Rectitud, la Moralidad, el amor por el Trabajo y el fomento de la Libertad soberana y acrisolada, se sustituyeron por antivalores donde priman el dinero fácil, la falsa estética, la verborrea inocua e inconsistente y por supuesto el peculado.

Ante esta falta de mecanismos efectivos de prevención, surgen las raíces de un sistema judicial incapaz de controlar o contener esta epidemia. No solo el componente humano de este sistema ha sido cuestionado, si no también es visto como “caciques de estrado” donde cada uno se constituye en una isla de poder impenetrable.

Concomitantemente con lo anterior, la partidocracia también ha prostituido el ejercicio del Derecho, agravando los procesos de selección de jueces idóneos y no comprometidos con el Seol bíblico que hoy son los partidos políticos dominicanos.

Evidentemente, ante la ausencia de un régimen de consecuencias, la erradicación de este zancudo trepador e inmisericorde se hace muy difícil. La sociedad, por si misma, no tiene a su favor el factor tiempo, para volver a crear una justicia sostenida en la Rectitud, la Moralidad, el amor por el Trabajo y el ejercicio libre de un régimen de consecuencias. De ahí que, debe aprovechar al máximo la oportunidad, que todavía le concede el “establishment” para exigir, a través del voto, un cambio en los criaderos de este zancudo trepador que denominamos el Aedes Corruptis.